Tarjetas postales: el puente cultural peruano-hondureño desde la década de 1910

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10 de febrero de 2024
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Tarjetas postales: el puente cultural peruano-hondureño desde la década de 1910

Por: Jorge Raffo*

La forja de la nacionalidad y la universalización de la noción de “nación”, como factor gregario de la población aplicada a un determinado territorio fue una preocupación permanente de las nacientes repúblicas latinoamericanas a principios del siglo XIX y de sus élites, que buscaron imponer una visión de “país” lo más cercana posible al modelo europeo imperante. Habrá que esperar a la segunda década del siglo XX para escuchar los primeros planteamientos sobre una “visión autóctona” -propia, indigenista e inclusiva- de la sociedad de esas aún jóvenes repúblicas centro y sudamericanas, que se adentraban con fuerza en un mundo que les asignaba un papel periférico en el contexto global de la “Belle Époque” y de la, más tarde, traumática Primera Guerra Mundial.

Las tarjetas postales formaron parte de ese mensaje de representación de “nación, cultura y modernidad”, que buscaron comunicar países como Honduras y el Perú a los Estados percibidos como desarrollados. “Las imágenes transmitidas en tarjetas postales tenían una circula¬ción muy grande: transnacional, transcultural y transclasista” y los principales transmisores de éstas eran los migrantes centroamericanos y del Viejo Continente que recorrían estas latitudes como trabajadores, emprendedores, académicos, funcionarios de gobierno o turistas (Onke, 2014). Mitchell (1992), Masotta (2005) y Jäger (2008) llaman a este período “iconographic o pictorial turn” o también, como Paul (2008) prefería llamarlo, “el siglo de las imágenes”, en un extenso círculo que abarcó setenta años cerrándolo en 1980 cuando aparece el internet y la revolución de las comunicaciones.

Montes (2023) señala que “gracias a la cromolitografía se obtuvieron tarjetas polícromas aun cuando la foto original fuese en blanco y negro. También se jugaba con la degradación del color para obtener tonos sepias, ocres, marrones o verdes. Las imágenes en muchos casos eran tomadas por fotógrafos europeos, pero capitalizadas por los Estados (latinoamericanos) para promover sus respectivas bellezas arquitectónicas. Allí aparecen parques, jardines, monumentos, puentes, puertos, plazas y todo aquello que llevase el signo de la modernidad”.

Para el caso concreto de Honduras y el Perú, los motivos nacionales específicos son las ruinas de las civilizaciones maya e inca. Onke (2014) sostiene que una de cada dos postales enviadas desde el Perú, en la década de 1920, eran de Macchu Picchu con las imágenes tomadas por, el más tarde laureado, Martín Chambi. Destacaban también las ruinas de Sacsayhuamán, Tambomachay y Ollantaytambo en lo que hoy se conoce como “el Valle Sagrado de los Incas”. Por Honduras se reprodujeron imágenes de la Ceiba, del Güanacaste, Amapala y Copán Ruinas. Un segundo grupo de tarjetas postales no menos importante se concentró en la representación de grupos e individuos indígenas que constituyen hoy un tesoro etnográfico. “La representación de indígenas en miles de tarjetas postales sudamericanas es muy diversa” (Massota, 2007, Onke, 2014). Las imágenes más recurrentes fueron las de los pobladores originarios andinos en faenas agrícolas en las altas cumbres de la cordillera por el lado peruano; y campesinos bananeros acarreando o cocinando a la usanza hondureña de aquellos años.

Julia Reuter (2002), sostiene que esta visualización no fue fruto de la casualidad, no se trató de una selección al azar ya que, en su opinión, “las élites de las naciones latinoamericanas utilizaban a los indígenas como contracaras para construir su propia identidad burguesa y la identidad nacional moderna, un proceso llamado ‘othering’ (el otro) en la sociología”.

El litógrafo Onke (2014), recurriendo a los trabajos de Silvestri (2003), afirma que los editores de tarjetas postales Pollack -alemán radicado en Lima-, Max Vargas nacido en Arequipa, Rosauer y Peuser -alemanes residentes en Buenos Aires- y el italiano Fumagalli en Argentina, produjeron “más de 6.000 postales entre los últimos años del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX”. Un volumen considerable si se tiene en cuenta que se trató de una producción local ‘latino americanizado’ que competía con las tarjetas postales producidas en los Estados Unidos y Europa. En estos cinco editores se concentró una buena parte de las postales preparadas para su uso en Centroamérica (donde finalmente se impusieron las estadounidenses), y la casi totalidad de las tarjetas postales peruanas. Hoy en día es una rareza hallar una postal hondureña impresa en el Perú, un tesoro para los coleccionistas y un testimonio para los historiadores acerca de las similitudes que, sobre la noción “país”, compartían en ese entonces ambos Estados.

El renovado estudio de las tarjetas postales -así como de los mensajes de los migrantes en ellas escritos- integra “las fuentes visuales en la rica investigación sobre nación y nacionalidad, identidad, ciudadanía y etnicidad” que la conmemoración del bicentenario de la batalla de Ayacucho (1824) ha despertado.

*Embajador del Perú en Guatemala.

 

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