El revés de su sombra

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11 de febrero de 2024
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12:06 am
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El revés de su sombra

Por: Hernán Antonio Bermúdez

“Abrazo el revés de su sombra”
(p. 15)

Después de la aparición el año pasado de su poemario Balance previo en Honduras, José Antonio Funes consiguió publicar también Estación permanente, otro libro de poemas, esta vez a manos de la editorial Graviola en España, y que recoge los mismos hilos temáticos, entretejidos en su textura.

Se mantiene pues su estilo, compuesto de imaginación e ingenio, con un toque seguro y una frescura no por medida menos fluida, acompañada de una lúcida inteligencia. Funes vuelve una y otra vez a aludir a la irreparabilidad del pasado y a la imprevisibilidad del futuro. Se resiste a ponerse a merced de fuerzas emocionales que podrían desequilibrar la forma literaria y minar la claridad de su visión.

Por más de que prime la arbitrariedad de la percepción, el poeta nos recuerda que la memoria deviene tanto en la facultad de recordar como en ser la depositaria (o bodega) del pasado. En efecto, la memoria, vertiente fundamental de la conciencia poética, colecciona fragmentos del ayer que nos condicionan “en esa niebla donde el cielo se confunde con un abismo” (p. 26).

En Estación permanente la vida se detiene por un instante en tanto el pasado y el presente se fusionan en una revelación fugaz, “sin falsos espejos ni vanos espejismos” (p. 39).

El campo magnético de la poesía, “desde los espesos bosques del insomnio” (p.45), hace que la forma se halle inextricablemente anudada al valor de toda la obra, y la maquinaria de la escritura trae consigo versos pulidos que resplandecen con un brillo intenso, como en los poemas “El descanso de Venus” y “No es una elegía”.

La consumada habilidad de José Antonio Funes vuelve a aflorar en este libro nuevo, aun cuando su destreza en el manejo de las palabras no está exenta de un amargo apego a la verdad, con frases punzantes que se deslizan a través de las páginas de Estación permanente, impulsadas a menudo por el poder del deseo o bien por “la sal de la melancolía” (p. 23).

Lo peor de la producción literaria, según Lytton Strachey, son la superficialidad y el diletantismo. Y aquí, por supuesto, no hay nada de ello. Por el contrario, la precisión de la forma y el juego de la pasión configuran la marca del poeta consumado.

Tegucigalpa, 8 de febrero de 2024

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