¡El rey está desnudo!

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13 de febrero de 2024
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12:11 am
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¡El rey está desnudo!

Déjame que te cuente…

José María Leiva Leiva.

“El traje nuevo del emperador”, también conocido como “El rey desnudo”, es como muchos sabrán, un cuento de hadas danés salido de la pluma del escritor Hans Christian Andersen. El cuento fue publicado en 1837 como parte de una compilación de “Cuentos de hadas para niños” y, aunque se trata de una historia muy antigua, sus enseñanzas se mantienen vigentes. Su contenido es desde luego, una fábula que relata la historia de un rey muy vanidoso al que le gustaba vestir muy elegante, y que gastaba a manos llenas el tesoro del reino, comprando trajes nuevos sin parar.

A aquél rey no le gustaba hacer nada más. Ni acudir al teatro, ni pasear…Vivía por y para lucir sus galas, cambiándose de ropa a cada rato y mirándose al espejo sin parar. Un día, como en el reino todos conocían su afición y deseos, dos descarados ladrones decidieron embaucarle haciéndose pasar por sastres y vendedores de finísimas telas. Acudieron al palacio y acercándose a los soldados que custodiaban la puerta dijeron: “Queremos ver a tu rey. Traemos finísimas y ricas telas para él”.

De este modo, los pícaros y falsos sastres consiguieron adentrarse en palacio y ver finalmente al monarca, frente al cual aseveraron ser los mejores sastres habidos en el mundo, y poseer los trajes más hermosos jamás vistos en ningún lugar. El rey, muy entusiasmado, pidió le enseñasen las telas que decían portar, pero, por más que lo intentaba, no conseguía ver lo que aquellos hombres decían mostrar: “Es que esta tela, mi rey, es tan fabulosa, que solo las personas más sabias pueden conseguir verla” -Exclamó uno de los dos bandidos¬-.

¡Dios me ampare! – Dijo para sí el rey- Porque… ¡no logro ver nada! Pero como el rey era tan vanidoso, no quería pasar por necio ante sus súbditos, y dijo a los falsos sastres: ¡Qué tela tan maravillosa y fina! ¡Hacedme un traje con ella! La tela es muy costosa, señor. ¡Qué importa el dinero!, dijo eufórico el rey, entregándoles un saco repleto de oro obtenido del arca, en la cual, se guardaba toda la riqueza del pueblo. Tras ello, los estafadores fingieron coser en una habitación del palacio, mientras a escondidas, reían, comían y bebían muy felices celebrando su cruel engaño.

Qué ganas tenía el rey de ver su nuevo traje. Tanto, que ni siquiera podía conciliar el sueño y se asomaba a la ventana de la habitación, en la cual se encontraban los falsos sastres, para cerciorarse de que trabajaban: ¡Qué ritmo! ¡Qué excelentes trabajadores! – Dijo el rey, muy contento, al observar la luz de la habitación encendida aún a altas horas de la noche. A la mañana siguiente, el rey se levantó de la cama a toda prisa, ansioso por ver su traje. Precioso traje ha quedado, ¿verdad mi rey? ¿Observa bien el detalle de los bordados?, dijo con descaro uno de los falsos sastres. Eeehh…Sí, es muy bonito- Contestó confuso el rey. Pues, ¡pruébeselo! Y el rey, vanidoso como era, y dispuesto a mostrar a todos que también era sabio, ordenó rápidamente a su mayordomo que cogiese el traje y se lo probase.
¡Torpe! ¿No ves que lo estás pisando?, exclamó enfadado el rey dirigiéndose al pobre mayordomo, que se encontraba atónito. ¡Qué elegante, su excelencia!, decían los falsos y timadores sastres, casi riendo a carcajadas. Y, finalmente, el rey decidió caminar por el palacio, altivo y orgulloso de su nuevo traje. Después, organizó toda una marcha festiva con sus soldados, para poder lucir también ante el pueblo su nuevo y magnífico atuendo real.

El pueblo, que observaba mudo e impresionado al rey, no se atrevía a decir que se encontraba desnudo. Salvo un niño, que ajeno aún a las reglas del decoro, dijo risueño: ¡El rey está desnudo! Tras aquellas breves e inocentes palabras, todos se animaron a murmurar y a reír. Y el rey entendió, tras escuchar al niño y observar al pueblo, que había sido engañado por culpa de su soberbia, su vanidad y su egoísmo. www.bosquedefantasias.com

“El traje nuevo del emperador” o “El rey va desnudo” son frases usadas a veces en política y sociedad para referirse a cualquier verdad obvia negada por la mayoría a pesar de la evidencia, especialmente cuando es proclamada por el gobierno. De hecho, a menudo vemos líderes que intentan ocultar sus errores o engañar a la gente con el fin de mantener su poder. Pero aquí no queda el asunto, pues cuando un político dice una barbaridad, saltan sus fervorosos achichincles a defenderlo, a darle incluso la razón o a matizarle.

En este sentido, el cuento de Andersen narra cómo la percepción del poder influye entre los que están teóricamente sometidos a él. Y en estas honduras, los partidos políticos de viejo y nuevo cuño son un ejemplo vivo de ello. Como diría Carmen Arango, analista política española de MUNDIARIO, “estamos ante organizaciones políticas bastante más cerradas de lo que sería deseable, muy jerarquizadas y en las que el liderazgo, junto al reparto de cargos, funciona como el mejor pegamento de unión”. Al final, si bien es cierto que el cuento nos revelaría cuánto de mentiras se precisa para gobernar, también lo es dentro de su moraleja, que nos presenta una plataforma para discutir temas como la manipulación, la credulidad, y cómo la autoridad y el poder pueden ser cuestionados.

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