HISTORIAS DE ACADEMIAS Y ACADÉMICOS (2/2)

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17 de febrero de 2024
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HISTORIAS DE ACADEMIAS Y ACADÉMICOS (2/2)

Marcos Carías Reyes – Céleo Murillo Soto.

Óscar Aníbal Puerto Posas

A María Vargas y Montserrat Urbina, mujeres inteligentes.

Silverio Laínez. “Nació en 1868, murió en 1956. Abogado, graduado en Guatemala; al regresar a Honduras, se inició en el ejercicio profesional y como catedrático universitario. Magistrado de la Corte Suprema de Justicia y presidente de la misma. Ministro de Hacienda, Educación Pública, Relaciones Exteriores, presidente de la Comisión de Límites entre Honduras y El Salvador, Ministro de Honduras ante el gobierno de El Salvador, presidente de la Delegación de Honduras en las Conferencias de Medición entre Honduras y Nicaragua, celebrado en San José de Costa Rica; individuo de número de la Academia Hondureña de la Lengua, de la cual fue uno de sus fundadores. Miembro hispanoamericano de la Real Academia Española de la Lengua; la Universidad de Honduras le otorgó el Premio Nacional de Ciencias en 1955”. (Mario R. Argueta, Diccionario Histórico-Biográfico Hondureño, Editorial Universitaria, Colección Realidad Nacional No. 29). Gran jurista sí, más nada tenía que hacer en la Academia Hondureña de la Lengua.

Alejando Alfaro Arriaga (1907-1976). Hijo del remoto y paupérrimo municipio de El Naranjito, Santa Bárbara, que, no obstante, le ha dado a Honduras, un racimo de hombres ilustres, hagamos un breve recuento: el pintor Benigno Gómez, los médicos Gaspar y Octavio Vallecillo; el doctor en Química y Farmacia Benjamín Erazo Torres y otros. Alejandro Alfaro, naturalmente, entre ellos. Fue abogado de los Tribunales de la República, si bien nunca ejerció la Ciencia que fecundó con su sangre Justiniano. Poeta -perteneció a la “generación de la dictadura” como lo califica el poeta y escritor Óscar Castañeda Batres. Lo atrajo la burocracia, desempeñándose con mucho acierto como Subsecretario de Relaciones Exteriores. Le interesaron los temas lingüísticos y escribió: “Prosodia Castellana” (1937). Una contribución a la enseñanza del idioma nacional. A ese noble esfuerzo se sumaron los maestros J. Inocente Orellana, Rubén Antúnez, Perfecto H. Bobadilla y Rubén Barahona. Su interés en la prosodia, culmina con un libro de título sugerente: “Rubén Darío. Precursor de la prosodia castellana” (1964). En cambio, en nada le abona ser el autor de la letra del “Himno a la Paz de Honduras”, con música del filarmónico Práxedes Martínez, consagrado al dictador general Tiburcio Carías. Esta expresión “artística” del más abyecto servilismo, fue derogada mediante Decreto Número 8 del 11 de marzo de 1958. Alfaro Arriaga, murió en Tegucigalpa, el 7 de noviembre de 1976.

Juan Bautista Valladares Rodríguez (Tegucigalpa, 24 de junio de 1911 – 5 de abril de 1966). Proviene de una prosapia de jurisconsultos. Hijo del abogado don Leandro Valladares, coautor del Código Civil vigente (1906); de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales (de la misma data), entre otros “corpus” jurídicos. Pese al antecedente ancestral, la verdadera vocación de Juan Valladares, fue la Historia. Publicó obras importantes en esa materia. Genealogista, a él debemos, el estudio fehaciente de la ascendencia de algunos de nuestros hombres públicos; Tiburcio Carías Andino y Juan Manuel Gálvez, para citar algunos. Junto al inmenso historiador, doctor Rafael Heliodoro Valle, elaboraron: “Oro de Honduras”, Antología de Ramón Rosa (Talleres Litográficos Ariston. Tegucigalpa, DC, Honduras, 1948). El prólogo de Rafael Heliodoro Valle, es una obra de arte. En el primer párrafo, el polígrafo dictó esta sentencia: “La Historia de Honduras puede escribirse en una lágrima”. Valladares Rodríguez, le guardó mucho afecto al autor de “Tierras de pan llevar”. Lo consideró su maestro. Pero no solo la Historia, también la política, considerada como ciencia que propende a la felicidad de los pueblos, atrajo su interés. Lentamente, fue ascendiendo hasta llegar a presidir un poder del Estado: el Congreso Nacional. Ahí demostró su patriotismo. Se opuso a la renovación de las contratas con la “United Fruit”, se escandalizó la Embajada de los Estados Unidos y, el escándalo, llegó hasta el Departamento de Estado. El presidente Gálvez, para protegerlo, y también, para poner a salvaguardia a su gobierno, hízolo Embajador de Honduras en España (1950-1952). Sus hijos se beneficiaron de educarse en un país avanzado. De vuelta al terruño volvió a lo suyo: la investigación histórica. Estableció el enigma sobre la fecha de nacimiento de José Cecilio del Valle; con base documental, escribió el libro: “José Cecilio del Valle nació en 1777” (publicado en 1969). Valle -el sabio- fue su obsesión. Publicó: “Pensamiento económico de Valle” (1958) y “Cartas familiares de José Cecilio del Valle” (1967). Grandes aportes a nuestra historiografía. El gobierno de Honduras le concedió la Orden José Cecilio del Valle. Perteneció a la Sociedad de Geografía e Historia, ahí estaba bien ubicado. Era un viejo conocedor de infolios y recopilador de historia. Además, fue un hombre de honradez inmaculada, al grado que en su vejez conoció los sinsabores de la pobreza. A su óbito, ocurrido del 5 de abril de 1966, le envié a su hijo Leo, este mensaje: “Honduras queda en deuda con su padre”. Con esto, cierro esta nota.

Marcos Carías Reyes (1905-1949). Figura cumbre de nuestra Literatura: Narrador, ensayista, periodista, político y diplomático. Fue secretario privado del Presidente Tiburcio Carías Andino, su tío; y por un breve lapso, Ministro de Educación en el gobierno de Juan Manuel Gálvez. Su padre, Marcos Carías Andino, fue un gran jurista, vocación que no heredó su hijo, si bien era licenciado en Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, por la entonces Universidad Central de Honduras (hoy Universidad Nacional Autónoma). Siempre fue un lector apasionado de la Literatura. El mismo confiesa: “Como amaba a Víctor Hugo”. Sus contemporáneos recuerdan que cuando ocupaba cargos subalternos en el Poder Judicial, sobre su escritorio no estaban los códigos, sino que novelas de autores famosos. Hizo fugaz vida diplomática. Fue secretario de la embajada de Honduras en Francia. A temprana edad, escribió su primera obra: “La heredad” (1934). El primer hijo de su espíritu, nace cuando Carías Reyes, tenía 29 años. Luego produce “Germinal” (cuentos, 1936). Carías Reyes, cometió el error de confiarle el prólogo a Julián López Pineda. Los libros de narrativa no necesitan prólogo. Se recomiendan solos. Marcos Carías Reyes, captó la lección sus libros posteriores no llevan prólogos. Me refiero a “Cuentos de lobos” (1941). “Prosas Fugaces” (1938), “Crónicas Frívolas” (1939). “Hombres de Pensamiento”, fue su único libro de ensayos, que contiene biografías de siete grandes hondureños, estos son: José Cecilio del Valle, Ramón Rosa, Juan Ramón Molina, Luis Andrés Zúñiga, Rafael Heliodoro Valle y Arturo Martínez Galindo. Carías Reyes mes de los pocos escritores hondureños, reeditados post mortem y no por sus familiares. Rodolfo Pastor Zelaya -diferencias políticas aparte- reeditó, siendo ministro de Cultura y las Artes: “Hombres de Pensamiento”. La UNAH, publicó su obra póstuma: “Trópico” y confió el prólogo a Ventura Ramos, hombre de izquierda. Aterido su espíritu por la perversa política comarcana, se suicida en Tegucigalpa -la ciudad que tanto amó- el 24 de octubre de 1949.

Carlos Maximiliano Gálvez (1898-1981). Médico graduado en la Universidad de San Carlos de Borromeo, Guatemala, Guatemala. Tenía una cultura que daba vértigo. Lector a tiempo completo, conoció los clásicos a la perfección. Manejaba varios idiomas, el inglés y el francés fluidamente y su espíritu se embrocaba en las lenguas muertas para leer a Homero, Horacio, Platón y otros en sus propias lenguas. A lo muerte de Marcos Carías Reyes, su pariente cercano Juan Manuel Gálvez, lo hizo ministro de Educación. Fue breve su gestión. No sé qué lío de villorrio lo obligó a renunciar. En las postrimerías de su vida, ofreció al Instituto Vicente Cáceres sus servicios gratuitos, como profesor de Historia. Cuentan sus alumnos que sus clases eran “una fiesta de la palabra y del espíritu”. Su acercamiento a la Historia Universal fue tan profundo que le puso a su primogénito un nombre raro: Lotario. Médico como su padre y brillante también, murió siendo joven. El médico Carlos Gálvez sucedió al fabulista Luis Andrés Zúñiga en la dirección de la Academia en 1958. No dejó ninguna obra publicada, quedó esparcida en los periódicos capitalinos principalmente en diario “El Día”.

Joaquín Bonilla (un célebre desconocido)

Carlos Izaguirre (Yuscarán, 9 de enero de 1895 – Washington, 11 de julio de 1956). Polémico personaje. Escritor, político y poeta. Como escritor, escribió: “Bajo el Chubasco”, un bodrio literario de mil páginas. Medardo Mejía que no solo era un gran cerebro, sino también un alma inmensa, reprocha al pueblo hondureño no haberle hecho caso “a la propuesta literaria de Carlos Izaguirre”. El pueblo hondureño, en primer lugar, era -y sigue siendo analfabeta- además, vive de su trabajo; en cambio, sí hizo caso a la propuesta literaria de Ramón Amaya-Amador. Y -dice don Miguel Ángel Navarro Castro en su “Lecturas Nacionales”- que las “Fábulas” de Luis Andrés Zúñiga, “es su libro más leído”. El pueblo hondureño, que no ha recibido las ráfagas de una educación integral sabe diferenciar la buena literatura de la estulticia. Otro gran escritor, José González, generoso como don Medardo, le otorga el “membrete” de poeta a Carlos Izaguirre; que no lo era. Era -dice Jacobo Cárcamo- “un poeta de versos chirles”. Cárcamo tiene autoridad para afirmarlo; él sí fue un gran poeta. Tampoco fue un “empresario” -como también dice el poeta González- en su libro: “Literatos de Honduras”. Se enriqueció fabricando guaro. Es decir, embruteciendo a este pueblo, sobre todo a los campesinos. Carías le dio licencia para producirlo. Le debía el favor de haber sido -con voz vibrante- desde las páginas de “El Cronista” -el auspiciador de la reforma constitucional de 1936, piedra sillar, de una larga dictadura. Al término del mandato de don Tiburcio (1949); bajo las presiones de la Embajada de EE.UU., Izaguirre pretendió sustituirlo. Carías escogió al abogado Juan Manuel Gálvez Durón, “Catedrático-presidente”, lo denomina Lucas Paredes. Izaguirre tuvo, la avilantez de aceptar el cargo de Embajador de Honduras en Washington, en sustitución del gran polígrafo Rafael Heliodoro Valle. Ahí lo esperaba Caronte. Sus restos fueron repatriados. Su entierro no fue muy concurrido. Sus adocenados iban consternados. Algunos poetas y escritores a los que él protegió. Lo despidió de este mundo, con voz trémula, Eliseo Pérez Cadalso, un joven escritor, muy talentoso, que, en alguna ocasión, recibió favores de don Carlos Izaguirre -a quien no puede negársele, ejerció a favor de algunos, el rol de Mecenas- su amplia hacienda se lo permitía.

Antonio Ochoa Alcántara. (Tegucigalpa, 3 de abril de 1893 – 12 de septiembre de 1968). Poeta, ensayista y periodista. Esta última disciplina fue su fuente de vida. Hizo periodismo en El Salvador, Guatemala y Honduras. En nuestro país, lo ejerció en Santa Rosa de Copán (1919); en Tegucigalpa “Diario de Honduras” en 1929; en El Salvador “diario de El Salvador” en 1932.y en Guatemala, fue redactor de planta de diario “El Mundo”. Tras su largo peregrinaje asentó su residencia en la “Ciudad de las canteras”; aquí, falleció en 1968, a los 75 años. En la administración del general Carías, se despega un tanto del periodismo y fungió como Gobernador Político del departamento de Francisco Morazán y director de la Biblioteca Nacional de Honduras; cuando este cargo era importante. Escribió en prosa: “Gemas” (1926), con dos reediciones (1927 y 1933). “Cerebros del Mundo” (1942), (donde incluye a algunos de cerebro menguado); “El arsenal de la Democracia” (Crónicas, 1943, aprovechando un viaje con que lo favoreció el gobierno de EE.UU.). Como poeta, publicó, “Ánforas de Amor y Dolor, de meditación y muerte” (1936). Bajo la influencia de Amado Nervo, como éste, Ochoa Alcántara, fue un romántico tardío. Al fundarse la Academia Hondureña de la Lengua, sirvió como Censor, en varios períodos. Antonio Ochoa Alcántara, además de sus libros, le legó a Honduras una pléyade de profesionales ilustres (sus hijos). Don Antonio Ochoa Alcántara fue como dice Antonio Machado -“en el buen sentido de la palabra, bueno”.

Céleo Murillo Soto. (Olanchito, 28 de septiembre de 1911 – Nueva Orleans, 24 de febrero de 1966. Poeta, periodista y orador). Realizó estudios de Derecho que no culminó. Fue miembro fundador de la Academia Hondureña de la Lengua. Amigo entrañable de Marcos Carías Reyes y de Rafael Heliodoro Valle, a quien defendió mediante el opúsculo: “Un hondureño y una actitud política” (1948); en momentos en que Ángel Zúñiga Huete lo atacaba en forma desaforada por el apoyo del Poeta Valle a la candidatura de Juan Manuel Gálvez. Céleo fue presidente de la APH, y en su período se construyó el entonces bello edificio en que funciona. Murillo Soto, fue director general de Correos en la administración del Dr. Juan Manuel Gálvez. Fundador -junto a otros ciudadanos- del Movimiento Nacional Reformista (M.N.R.), que buscaba no la reforma social de Honduras, sino la reforma constitucional que propiciara el continuismo por otro período más del Dr. Gálvez. A esos efectos, fundó un semanario y pronunció piezas oratorias. Como poeta, publicó “Afán” (1939); una obra de su juventud y póstumamente: “Elegía de una canción” (1966); que lleva un excelente prólogo de Medardo Mejía, a quien, escogió, ya enfermo, para tan delicada misión. Hizo bien; Medardo, a 1966, era el mejor intelectual de Honduras. Óscar Acosta, que frecuentó su casa, le dedicó el poema que reproducimos:

“El poeta cerró los ojos, quedó / mudo, su mano no pudo entonces / tocar el libro, el vaso con agua, / las gafas colocadas en la mesa. // Le cambiaron la ropa, le pusieron / un traje oscuro y en la chaqueta / un pañuelo blanco con sus iniciales, / una corbata azul, un poco de color / artificial en las mejillas, un crucifijo / entre los dedos que hacía poco se aferraban / a la vida para que no se derramara / como el aceite, como el río de sangre / que le golpeó, cincuenta años el pecho. // El jefe de la familia ha fallecido. // Nos lo dicen su esposa, sus hijos, su mamá, / su hermano y lloran en este febrero / entristecido por los malos recuerdos, / mirando el cuerpo rígido de Céleo, / el poeta muerto.

Directores de la Academia Hondureña de la Lengua desde su fundación hasta la fecha

• Sr. D. Esteban Guardiola Cubas. Período 1949-1954
• Sr. D. Luis Andrés Zúñiga. Período 1955-1957
• Sr. D. Carlos M. Gálvez. Período 1958-1977
• Sr. D. Ramón E. Cruz. Período 1978-1985
• Sr. D. Miguel R. Ortega. Período 1986-1988
• Sr. D. Eliseo Pérez Cadalso. Período 1989-1993
• Sr. D. Óscar Acosta. Período 1994-2011
• Sr. D. Hernán Cárcamo Tercero. Período mayo 2011-septiembre 2011
• Sr. D. Marcos Carías Zapata. Período 2011-2016
• Sr. D. Juan Ramón Martínez. Período 2016-2022
• Sr. D. Víctor Manuel Ramos. Período 2022-2024

Ya se hizo la reseña biográfica de los tres primeros directores: Esteban Guardiola, Luis Andrés Zúñiga y Carlos M. Gálvez. Del Dr. Ramón Ernesto Cruz, y en orden descendente no hicimos ese esfuerzo. Son cercanos generacionalmente. Para saber, con precisión la labor de algunos de ellos, es difícil verificarlo, en tanto el “Mitch” destruyó con sus fuerzas “desatentadas y ciegas”, los antiguos locales de la Academia de la Lengua y de Geografía e Historia. En agua turbulentas viajaron archivos y documentos valiosísimos. Gracias al patriotismo del ingeniero Carlos Roberto Flores Facussé (1950). Presidente de la República, cuando asoló nuestro territorio el “Mitch”, la Academia Hondureña de la Lengua, obtuvo, en “Comodato”, el elegante edificio que hoy ocupa. Suscita la admiración de cuantos lo visitan. El ingeniero Flores, es heredero de una vocación por la cultura; su padre, fue una primera espada de nuestros literatos.

Bibliografía

-Diccionario Enciclopédico U.T.E.H.A. (Tomo I), México, recuperación de 1953.
– Océano Uno Color, Diccionario Enciclopédico, Edición 2002, Barcelona, España.
– Mejía Medardo, “Historia de Honduras”, Tomo VI, Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Editorial Universitaria, s/f.
– González, José. “Diccionario biográfico de Historiadores Hondureños”. Editorial Guaymuras, 1ª. Edición: noviembre de 2005, Tegucigalpa, Honduras.
– ____________ “Diccionario de Literatos Hondureños”, Editorial Guardabarranco.
– Revista de la Academia Hondureña de la Lengua, Segunda Etapa, No. 1, enero, febrero, marzo y abril de 1998.
– Honduras Agraria, publicación del Instituto Hondureño de Desarrollo Rural, No. 21, Tegucigalpa, septiembre de 1997.

Tegucigalpa, febrero 2024

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