De las cenizas de la bomba atómica a modelo turístico y de descarbonización

MA
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21 de febrero de 2024
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05:22 am
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De las cenizas de la bomba atómica a modelo turístico y de descarbonización

Entrada al Museo del Parque de la Paz de Nagasaki, en recuerdo del horror de la bomba atómica del 9 de agosto de 1945.

Por: Eris Gallegos

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NAGASAKI, Japón. Los participantes del SICA-CUBA llegan a esta ciudad del sur del país en un vuelo directo desde Tokio para conocer la exitosa gestión de los japoneses sobre los desastres naturales y su capacidad para adaptarse a ellos.

Dada su posición geográfica, conviven, desde siempre, con tsunamis, huracanes y mortíferos terremotos, como el del 1 de enero del 2024 que mató a más de 60 personas.

En el plano internacional, Nagasaki es conocida por ser víctima de la bomba atómica que la redujo a cenizas en la II Guerra Mundial, en 1945. Después del conflicto bélico, el país entero, se sabe, fue prácticamente despojado de todo, pero se recuperó en un período récord de crecimiento económico que los especialistas denominan el “milagro económico japonés”.

Ese milagro, comenzó aquí, en esta ciudad de más de un millón de habitantes, donde llegan los participantes bajo una ligera llovizna. Los visitantes se trasladan en autobús al museo conmemorativo a ese evento y el único lugar donde quedan vestigios del desastre.

En el trayecto pueden ver muchas labranzas campesinas de hortalizas y arroz, donde cada espacio es aprovechado para estos fines. Matzu, la traductora que acompaña a este grupo, es originaria de esta ciudad, ahora convertido en modelo cultural, turístico y de descarbonización. “Chichos, no se preocupen, no tengo radiación”, dice en tono jocoso.

Antes de llegar al museo, los participantes visitan otro museo, en otro sector de la ciudad, donde la erupción del volcán local mató a unas 40 personas recientemente. El enorme cono rocoso sigue vigilando la ciudad, propenso a explotar nuevamente, pero los pobladores siguen su vida cotidiana sin preocupaciones. Entre los japoneses hay un dicho: “no huyen de los desastres naturales, aprenden a convivir con ellos”. Llevan la recuperación y la reconstrucción en su ADN.

Cultivos de arroz y hortalizas son muy comunes en la zona rural de Nagasaki.

CONVIVIR CON EL DESASTRE

Sigue lloviendo, cuando el grupo llega al Parque Nacional de la Paz, con su imponente edificio a unos 800 metros donde estalló “Fat Man”, el nombre de la segunda bomba que los Estados Unidos lanzó para que Japón se rindiera. La primera había sido lanzada tres días atrás sobre Hiroshima.

Recorriendo el museo, los participantes del Programa “Juntos”, que le sirve a Japón para mantener los lazos de amistad con América Latina, no hacen más que entender la capacidad de resiliencia de los pobladores de esta ciudad.

Las grotescas imágenes de gente carbonizada y sobrevivientes con su piel arrugada por las quemaduras del mortífero ataque, provocan entre los visitantes un repudio inmediato a los creadores de la bomba y sus perpetradores.

En las vitrinas se exhiben ropa quemada, metales retorcidos por las altas temperaturas, un reloj que se paró a la hora exacta y documentales con los relatos de los sobrevivientes sobre las horas fatales de la tragedia, el 9 de agosto de 1945.

Dicen que toda la ciudad hedía a cosa frita, miles deambulaban por las calles en estado de choque, algunos se arrastraban sobre sus muñones mutilados, sin ojos y en vez de gritos soltaban murmullos. En las siguientes horas morirían, irremediablemente, víctimas de la radiación.

Además, hay una réplica de la bomba y fotografías de sus inventores, el célebre Albert Einstein y Robert Oppenheimer.

En uno de los documentales del bombardeo, se escucha decir al oficial a cargo del bombardeo, “go ahead”, (“adelante”) al lanzar la primera bomba en Hiroshima. En la segunda no participó, pero escuchó la explosión desde su cama, aturdido de lo que había hecho. Se llamaba Claude Robert Eatherly y años después moriría en un manicomio. Nunca pudo con su conciencia. En la primera bomba murieron 260 mil pobladores y en la segunda, que era más potente, unos 40 mil en el acto. Las montañas salvaron al resto de la población de Nagasaki.

Los participantes de SICA-Cuba se fotografían de espaldas a este volcán activo en un sector de Nagasaki, donde la gente vive con normalidad.

APRENDER DEL HORROR

Un grupo de escolares están de visita ese día para aprender de los horrores de la guerra y la abolición de las armas nucleares, objetivo del museo. Después de ver las imágenes apocalípticas, muchos de los visitantes salen del museo preguntándose cómo pueden los japoneses vivir sin traumas ni guardarle rencor a los perpetradores del ataque. “Desde la escuela, nos enseñaron a perdonar”, dice Matzu. Explica que la ciudad se mantuvo en llamas por un día con temperaturas superiores al millón de grados. Un infierno.

Como la bomba estalló antes de tocar tierra, las nubes se cargaron de gas mortífero dejando caer lluvias negras que terminaron con lo que quedaba vivo.

Se había previsto que en la zona cero no volvería a crecer nada en 30 años. Milagrosamente, un año después, todo comenzó a florecer incluyendo la vida de los pobladores, que se pusieron a trabajar para sacar a flote la ciudad.

Una réplica del tamaño original de la bomba “Fat Men” que los Estados Unidos lazó en Nagasaki, durante la II Guerra Mundial.
El museo conserva imágenes apocalípticas de la bomba atómica y las secuelas entre los sobrevivientes.
El mortífero hongo blanco de plutonio mató a unas 40 mil personas en el acto.
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