¿SOBARLA?

ZV
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22 de febrero de 2024
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01:08 am
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¿SOBARLA?

LOS que riegan desconfianza –escribe la buena amiga– y despliegan cinismo en realidad son perezosos que no tienen las luces para soñar ni la fuerza para construir un mejor país”. Un fundador del colectivo: “El editorial debería llamarse, “Los Catrecos”. ¿Cuántos hay por ahí que, por más que los tratamos bien, siempre regresan a la calle?”. La amiga diputada: “Hay que ver ¿con qué luces camina cada uno?”. Ayer subieron el editorial al chat y así lo comenté: “El editorial es muy interesante porque hace una comparación del bejuquillo que es una serpiente que por su instinto animal abre su lengua porque necesita su doble instinto del olfato”. “Pero el ser humano tiene la potestad de abrir la lengua para cosas positivas o convertirse en bejuquillo”.
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“De su sensibilidad –mensaje de la buena amiga– hablan sus hechos”. “Mire con cuánto amor; con cuánta devoción —aun pudiendo no hacerlo– con cuánta entrega ha dedicado su vida a tratar de cuidar nuestra catreca Honduras, insistiendo en librarla de sarnas como falta de educación, empleo, salud y tantas otras carencias; buscando protegerla, siempre guiándola por el camino de la democracia”. “Pero los catrecos no valoran a la Catreca, y menos quieren quererla”. “Pocos la aprecian y en la calle raro quien quiera sobarla y darle de comer”. “La mayoría anda con las luces bajas, no la ven, y además los pusilánimes arremeten contra quien sí quiere protegerla”. Otro afiliado al colectivo: “De perros que tienen alma y son familia, nos llevó a bejuquillos con lenguas viperinas que buscan dañar el modelo electoral. Hasta llegar a los peores animales cuando hablamos de política”. La vecina que partió: “Siempre hace mención de los perritos de la Lara”. Alusivo al siguiente cierre: (-Te conté –interviene Winston– si mal no recuerdo, que en mi colonia varios de los chuchitos que me encuentro en el paseo matutino y vespertino, fueron animalitos de la calle rescatados por sus amos. Conmovedor el agradecimiento que muestran por todos los cuidados que reciben, perceptibles en sus gestos, su lenguaje corporal, movimiento del cuerpo, de la cola y de la cabeza, ya que –has de saber, si no nacimos con el don de la palabra, solo yo me las ingenio para que podamos platicar– nosotros hablamos con la mirada. -¿Y por qué habrá sido –pregunta el Sisimite–que a los animales no les dieron el don de la palabra? -Me imagino –responde Winston– por el sentido del olfato y los demás sentidos más acuciosos que tenemos, capaz de percibir la banalidad, la deslealtad y la hipocresía en las personas. Más notorio aún si se trata de políticos. ¿Te imaginas –sin ánimo de ser chismosos– qué no diríamos si pudiésemos hablar? -Cambiando de tema –interrumpe el Sisimite– ¿y vos crees que esos que riegan desconfianza a chorros al entorno, es que no ven el daño que hacen, porque andan con las luces bajas? -En todo caso –responde Winston– sería que andan con las luces apagadas).

(Me contaste –entra el Sisimite– que la doctora del vecindario regresó a su trabajo en los USA y se llevó a Firulito José. -Pues sí –amplía Winston– y no se fueron mojados tampoco. Cuenta, “viera qué “cocky” se ha vuelto, me tiene de esclava, y a usted Winston lo tiene de chofer”. Eso de “cocky” será porque Firulito no pasó el TOEFL que mide su nivel de inglés. Pero practicándolo con un amigo alpinista que se encontró, pronto se hace bilingüe. -Aquí –interrumpe el Sisimite– nos pidieron agradecer todos los mensajes elogiosos que miembros del colectivo enviaron al editorialista; manifestar que los valora, pero no los publica, para que no se les ocurra asumir que esta columna solo es de cumbos. -Sí –interviene Winston– y hablando de las luces que generosamente recibimos de lectores del colectivo, hay que aclarar que las luces bajas son útiles para no encandilar al que viene en sentido contrario. Pero las altas sirven para orientarse a la distancia. -Pero agregá además –interrumpe el Sisimite–que eso es en la oscuridad de la noche o cuando hay neblina. -Por supuesto –riposta Winston– está sobrentendido. Lo no dicho es que esos rociadores de neblina y desconfianza, que andan con las luces apagadas, también ven chueco de día, por la embolia sectaria y la catarata mental que los obnubila).

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