Días fastos y nefastos en la vida de un exgobernante

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23 de febrero de 2024
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12:04 am
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Días fastos y nefastos en la vida de un exgobernante

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Oscar Armando Valladares

Al iniciarse el juicio que enfrenta el expresidente Juan Orlando Hernández Alvarado, y del que los medios de comunicación, en especial las cadenas televisuales, hacen despliegues “de película”, vale recordar y contrastar los días fastuosos del Partido Nacional y de su líder máximo, empeñados en seguir libando los néctares del poder. Una publicación partidaria del año 2016 consignaba los logros de su gobierno, en que el propio mandatario decía: “Han pasado tres años desde que asumí el reto de dirigir los destinos de la nación, con la firme voluntad de construir una Honduras más digna, más próspera, más segura. Hoy tenemos una Honduras con justicia social. Hoy tenemos una Honduras con más paz y tranquilidad. Hoy tenemos una Honduras con más empleos y oportunidades. Hoy tenemos a Honduras en los ojos del mundo, porque estamos avanzando para convertirnos en el Centro Logístico de América”.

La publicación -de claro tinte propagandístico-indicaba que, como resultado de la política de seguridad liderada por el presidente para blindar el país del tráfico de drogas, entre el 2014 y 2015 habían sido extraditados ocho capos de la droga y 1046 personas detenidas por estar vinculadas a ese delito. Con inocultable alborozo se proclamaba que, a la altura de 2016, “Honduras es un territorio hostil para el narcotráfico, las pandillas y los criminales”, y que el general John Kelly, exjefe del Comando Sur y nominado secretario de Seguridad Interior de los Estados Unidos, había reconocido en el Senado los logros del mandatario en materia de seguridad. Insístase en que este se hallaba empeñado en combatir sin tregua el narcotráfico con la instalación de escudos terrestres, aéreos y marítimos, con la cual se “ha logrado una disminución significativa en el trasiego de drogas”.

Con la mira puesta en la reelección, se implementó el eslogan “Vamos por más cambios” y por “una vida mejor”, lo que según parece recibió parabienes del embajador James Nealon. A pocos días de los comicios, Hernández fue entrevistado por La Tribuna, exactamente el 20 de noviembre de 2017. En respuesta a palabras anteriores, conforme a las cuales dijo que no se iba a reelegir, argumentó: “Yo dije que iba a participar por cuatro años, porque así empezó el gobierno. Después la Corte decidió que sí podía participar y mi partido me lo pidió sin descuidar mis funciones. Pero hay algo importante: mucha gente piensa que la reelección es un cheque en blanco, que automáticamente el presidente sigue, y no es así. De lo que se trata es que el pueblo decida a quién quiere como presidente, no porque usted diga este no puede participar, que ese es un derecho del ciudadano, y es lo que la Corte ha dicho; entonces, de lo que se trata es de que la gente diga si quiere o no que el presidente, el diputado y el alcalde sigan”.

Expresó en otra parte de la entrevista: En estos próximos cuatro años terminaremos de dejar el país avanzado y el pueblo hondureño le va a sentir sabor a eso, y no va a volver a permitir que cualquiera llegue a la presidencia; por eso quiero ser presidente de nuevo”.

Preguntado si seguirían las extradiciones, la depuración policial y el ordenamiento carcelario, sostuvo vagamente: “Con mayor razón tiene que seguir lo que ya iniciamos; lo hicimos cuando nadie quería tocar este tema, ni los medios…Tenemos, además, que seguir fortaleciendo las relaciones con nuestros aliados, con responsabilidad compartida, como sucedió con los Estados Unidos y que dio como resultado la Alianza para la Prosperidad”.

Al concluir sus 8 años de gobierno, recibiendo sonrisas, palmaditas y hasta reconocimientos laudatorios del aliado mayor, terminó extraditado bajo sospecha de infringir la ley y la salud de USA. Aunque en su carta del 27 de marzo de 2022, reiteró su inocencia, confiando en la justicia y misericordia de Dios, consideró la posibilidad de no ver nunca más a su familia y ser víctima de tres cadenas perpetuas en los estrados de Nueva York. Ser o no ser culpable: he aquí el dilema que habrá de dilucidarse en las próximas semanas.

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