¿LA PLUMA?

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26 de febrero de 2024
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12:49 am
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¿LA PLUMA?

TUS editoriales –mensaje del abogado amigo– son una abstracción del mundanal ruido; que transformas en una cátedra que ilustra a diario a tus lectores”. “Citas y más citas de grandes escritores”. “Son “decires y acumulos” de mucha ciencia”. “Son mi mejor desayuno, de madrugada”. “¡Qué privilegio estar dentro de los escogidos!”. “Es un colectivo que se forma para pensar diferente y con un acendrado amor por hacer las cosas bien; creando y construyendo sueños y valores, cada día, que fortalecen un renacer, que es al que aspira la patria”. A propósito del Día del Idioma, que nadie celebró; ni hablar de los adictos a esos chunches tecnológicos que lejos de escribirlo correctamente lo masacran. A mediados de abril de 1616, desahuciado –“puesto ya, con un pie en el estribo, con las ansias de la muerte”; lo dice en la dedicatoria– Miguel de Cervantes nos ofrece su obra póstuma. “Los trabajos de Persiles y Sigismunda” –escoge como protagonistas dos príncipes de origen nórdico–su testamento narrativo, convencido que entregaba lo mejor de sus historias.

El prólogo: “Sucedió, pues, lector amantísimo, que, viniendo otros dos amigos y yo del famoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso, una por sus ilustres linajes y otra por sus ilustrísimos vinos, sentí que a mis espaldas venía picando con gran priesa uno que, al parecer, traía deseo de alcanzarnos, y aun lo mostró dándonos voces que no picásemos tanto. Esperámosle, y llegó sobre una borrica un estudiante pardal, porque todo venía vestido de pardo, antiparas, zapato redondo y espada con contera, valona bruñida y con trenzas iguales; verdad es, no traía más de dos, porque se le venía a un lado la valona por momentos, y él traía sumo trabajo y cuenta de enderezarla”. “Llegando a nosotros dijo: -¿Vuesas mercedes van a alcanzar algún oficio o prebenda a la corte, pues allá está su Ilustrísima de Toledo y su Majestad, ni más ni menos, según la priesa con que caminan?; que en verdad que a mi burra se le ha cantado el víctor de caminante más de una vez”. “A lo cual respondió uno de mis compañeros: -El rocín del señor Miguel de Cervantes tiene la culpa desto, porque es algo qué pasilargo”. “Apenas hubo oído el estudiante el nombre de Cervantes, cuando, apeándose de su cabalgadura, cayéndosele aquí el cojín y allí el portamanteo, que con toda esta autoridad caminaba, arremetió a mí, y, acudiendo asirme de la mano izquierda, dijo: -¡Sí, sí; este es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!”. “Yo, que en tan poco espacio vi el grande encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía no corresponder a ellas. Y así, abrazándole por el cuello, donde le eché a perder de todo punto la valona, le dije: -Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta del camino”.

“Hízolo así el comedido estudiante, tuvimos algún tanto más las riendas, y con paso asentado seguimos nuestro camino, en el cual se trató de mi enfermedad, y el buen estudiante me desahució al momento, diciendo: -Esta enfermedad es de hidropesía, que no la sanará toda el agua del mar Océano que dulcemente se bebiese. Vuesa merced, señor Cervantes, ponga tasa al beber, no olvidándose de comer, que con esto sanará sin otra medicina alguna”. “Eso me han dicho muchos -respondí yo-, pero así puedo dejar de beber a todo mi beneplácito, como si para solo eso hubiera nacido. Mi vida se va acabando, y, al paso de las efeméridas de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. En fuerte punto ha llegado vuesa merced a conocerme, pues no me queda espacio para mostrarme agradecido a la voluntad que vuesa merced me ha mostrado”. “En esto llegamos a la puente de Toledo, y yo entré por ella, y él se apartó a entrar por la de Segovia”. “Lo que se dirá de mi suceso, tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decilla, y yo mayor gana de escuchalla. Tornéle a abrazar, volvióseme a ofrecer, picó a su burra, y dejóme tan mal dispuesto como él iba caballero en su burra, a quien había dado gran ocasión a mi pluma para escribir donaires; pero no son todos los tiempos unos: tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía”. “¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!”. (Ni se te ocurra –entra el Sisimite– agregarle algo al autor de Don Quijote. -Pues sería –suspira Winston– con tu permiso, una frase suya: “La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos”).

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