Complejos que ocasiona la inconformidad racial

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1 de marzo de 2024
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12:05 am
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Complejos que ocasiona la inconformidad racial

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Oscar Armando Valladares

Cursó en las aulas secundarias del “Central” un vivaracho condiscípulo, dotado de un mixto origen racial. Vástago de madre inglesa y progenitor de color, el simpático camarada tenía piel clara, pelo brevemente ensortijado y cafesoso, nariz un tanto achatada, ojos grandes y gateados y, como nota ostensible, labios de grueso calibre. Gozaba, pues, como dicen los argentinos, de una apariencia compadrita, vistosa. Sin embargo, influido posiblemente por las marcadas e hirientes diferencias habidas en blancos, negros, mestizos y mulatos, el compañero confiaba a ratos -entre serio y zumbón- que al no más granjearse los primeros ingresos se mandaría quitar cinco libras de bemba.

Quiso la fortuna que se hiciera a la mar, con proa al Viejo Continente y beca gestionada, con la cual emprendió y coronó formación profesional. En dichosa adición, contrajo matrimonio con una europea de buen palmito, procreó tres hijos y dejó en el olvido la cirugía “deslabiadora”. Dado desde mozalbete a mover el esqueleto, sigue danzando con sandunga y es completamente feliz, según cartea.

De igual manera, departimos por un tiempo, en un centro laboral, con una fémina de curvilíneas formas, incómoda de vez en cuando con quien la trajo al mundo por haber dado sus amores a un varón de piel oscura, unión de la que advino su inaceptada mulatez, a más del consiguiente complejo que, dicho en su favor, disimulaba con buena dosis de simpatía. Esquivaba, eso sí, involucrarse con hombres de su etnia y a menudo tenía choques con ellos; sus amistades preferidas eran de índole blanquecina y vestía telas de tonos claros. Lo último que se supo fue que pasó mojada a los “Estados” y, al sol de hoy, no hay noticias suyas.

Para afianzar su fama –su ansiada celebridad- en el canto, en el baile, en la pantalla, hay quienes, en el mundillo del espectáculo, suelen acudir al cirujano remodelador, como Michael Jackson y Whitney Houston, vanidad contentadiza por lo demás bien vista entre los múltiples círculos de admiradores y aprovechada bonitamente por el negocio farandúlico.

Asimismo, en el ambiente literario y político se han producido y dan inconformidades de tal naturaleza en hombres y mujeres de exterior azabachado y de facciones sin gracia ni atractivo, según su íntimo parecer; aunque, en ocasiones se autodibujan retratos lisonjeros, como este de Daniel Laínez: “¿Rasgos físicos sobresalientes? Boca de labios lúbricos, ardientes;/ el superior un tanto levantado,/ como huyendo nervioso y asustado/ de la albura agresiva de los dientes”.

Lo que un dilecto coterráneo -a quien conocimos en la Secretaría de Cultura- refería sabrosamente ejemplifica el tema. Aseguraba que un vecino suyo -de cierta plaza rural- siendo joven y mulato le confesó que bajaría de algún árbol de su pueblo para no volver jamás. Vino a la capital, estudió y “como era bien metido” -recordaba- se introdujo en distintos menesteres: “Se metió en política, como Manuel Bonilla; intentó ser poeta, como Martín Paz; se las dio de camandulero, como Francisco Ferrera”. Obtuvo desahogos económicos, en parte -añadía nuestra confidente- de obscuros “negrocios”.

-Pero vieras, aquel caballero, a causa de su negritud fue siempre un “resentido social”. Odiaba irracionalmente y, concluía el amigo, ya viejo le oí pedirle a Dios que por medio de un milagro le hiciera “un cambio de piel”.

Afortunadamente, casos y cosas de tal carácter cuéntanse con los dedos; y, por lo general, de estos nuestros paisanos hay mucho qué admirar y emular. Además de que llevamos todos -en menor o mayor proporción- características fisonómicas suyas, luchan a brazo partido, sin dejar de consignar que en sus comunidades sufren a menudo del asedio de intereses domésticos y foráneos.

Por otro lado, gente originaria de mezclas interraciales actúa con agraciada naturalidad, sin el lastre de arrepentimientos tempraneros o tardíos, como los que unos pocos arrastran cual las sombras que proyectan sus inconformes estampas.

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