Criminalidad y urbanización

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2 de abril de 2024
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12:29 am
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Criminalidad y urbanización

Por: Noé Pineda Portillo

Cada día se observa a nivel mundial y sobre todo en los países en desarrollo, el incremento de la delincuencia y la criminalidad en las ciudades, esto es por la correlación que tiene con la pobreza, la que provoca cada día más hacinamiento. Hace algunos meses salió a luz en la ciudad de México, la urbe más grande de Latinoamérica y una de las más grandes del mundo, un estudio detallado con abundante información estadística, donde se establece una estrecha relación entre la criminalidad y la situación demográfica urbana.

La investigación indica que el 70 por ciento de los crímenes violentos están relacionados con el desempleo, la pobreza y los hogares sin padre. Esto implica, sociológicamente hablando, que un entorno social en crisis provoca conductas sociales inaceptables. Los estudios muestran que la frecuencia de este tipo de crímenes se asocia con las características físicas de los vecindarios. Se infiere una relación estrecha entre las tasas de criminalidad violenta elevadas y la presencia elevadas y la presencia de viviendas deterioradas, carros abandonados, basura, lotes baldíos, proliferación desordenada de actividades nocturnas, etc.
El deterioro y desorganización física de los vecindarios actúa con los rezagados sociales y la desintegración familiar en un círculo vicioso. Esta degradación de las áreas urbanas, unido a la poca o nula vigilancia policial o ligada a la corrupción, opera sobre la conducta colectiva e individual de los habitantes, propiciando la aparición de comportamientos antisociales.

Como vemos, todas estas caracterizaciones son aplicables a nuestra social, aunque nuestras urbes sean más pequeñas, con menores espacios y menor población. En este sentido, las comunidades que toleran la desorganización dan el mensaje de que no les importa lo que pasa y que no existe la voluntad colectiva de mejorar al respecto. Allí en los lugares o vecindarios donde los crímenes violentos son comunes, se caracterizan por una deficiente organización vecinal, así como altos niveles de irrespeto a la ley y al orden.
Otra forma de degradación urbana relacionada con el fenómeno de los crímenes violentos, lo representa la proliferación y presencia sin control de bares, cantinas y estancos. La presencia en las calles de botellas rotas, latas de cerveza y de personas “fondeadas” o intoxicadas por el licor, da un mensaje que los mecanismos del control social han dejado DE FUNCIONAR.

En los vecindarios marginales, la expedición y venta de bebidas alcohólicas y de drogas, es la variable de mayor peso para que se cometan homicidios y asaltos adolescentes y adultos jóvenes, organizados en “maras”, a tal grado que meten miedo en los vecindarios.

La criminalidad violenta se incrementa durante la época de “verano” con los calores más fuertes, especialmente en lugares con alta densidad de cantinas. Una conjunción de falta de vigilancia y la presencia de víctimas presenciales es el mejor caldo de cultivo para tener altas tasas de criminalidad.
Indudablemente, para la solución de problemas tan graves se necesita poner en práctica los mecanismos de reducción de la pobreza, ya que los acuerdos dentro de los partidos políticos están dados, ahora falta voluntad política de parte del gobierno de turno, para que las cosas caminen por donde debe de ser.

Tegucigalpa 25 de marzo 2024

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