Hondureño, sentimientos y formas de ser

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2 de abril de 2024
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12:34 am
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Hondureño, sentimientos y formas de ser

Juan Ramón Martínez

No se ha planteado el problema de donde viene. Está orgulloso de haber nacido en el “fondo azul de las montañas” (Molina). Y prefiere, ubicarse en el centro; o, en el interior, porque no le gusta la costa, que durante años ignoró; y evita las fronteras engañosas, para no encontrarse con los extraños. Una mayoría, bajo los efectos del alcohol, siente orgullo de ser indio; y, del interior. Para ofender, usa la negritud. Resiente y desconfía de los extraños. Anticipa la traición siempre, por eso prefiere las veredas; y, en su imaginario, pesan mucho las muertes de Lempira y Morazán. Y la infame traición de los “hermanos”, que el 14 de julio de 1969, le infirieran la puñalada de la invasión de sus tierras. Por ello, su repetida conducta defensiva. Siempre mantiene viva la sospecha del extraño que ve, desde lejos, en los caminos solitarios; y, lo evita. Tiene el resentimiento a flor de piel, para no perdonar nunca a los que le hacen daño. De Subirana, el santo predicador más recordado; que entendió su condición de hombre de montaña y con vocación de solitario impenitente en el interior de las azules hondonadas, aprendió que vendrían “hombres de ojos azules, a quitarle sus tierras”; y que, debía defenderlas. Además, Froylan Turcios, le susurró que era bendita la tierra donde había nacido, pero no le animó a protegerla de los madereros y de los incendios. Tampoco Guillen Zelaya, que le recitó que la tierra hermosa y bella, debía conquistarla con trabajo; y, menos que lo esencial, era competir con otros, para legitimar su posesión y desalentar a los que, por imaginarse más competentes, creían que debía ser suya.

Nunca propone nada. Más bien, Rafael Heliodoro Valle, le dijo que su vida, la de sus antepasados, era una de dolor que se podía “escribir en una lagrima”; y Pompeyo del Valle, le recomendó que debía tener listo el fusil y la disposición a la caza, porque era en el bosque; y, no en la ciudad, donde podía encontrar la libertad. Pero no ha entendido la importancia de esta, aunque Morazán dijera que era fundamental; y que, por encima de los poderosos, estaba el ejercicio de su libertad. Porque en su casa, era el rey.  El alcalde, el gobernador y el caudillo, solo entrarían con su permiso.  Y que, por el ejercicio de esa libertad, graduado como ciudadano, debía hacerse adulto, con todos, en la sociedad y en la Patria. Oscar Acosta, le confió que debía estar orgulloso de ella; y que el nombre era sonoro. Mestizo, le susurró Oscar Castañeda Batres. Que prefería, la ciudad pequeña, de conocidos y confiables. Y al final, le gustó ser hondureño. Poco entendió por qué, cuando los nicaragüenses inventaron el apodo, lo cargaron de violencia y miedo en los caminos solitarios, al ver a sus antepasados con el fusil, en alto, gritando obscenidades. Cuando supo que Florencio Xatruch era el responsable del gentilicio, catracho orgulloso, sintió poca emocion; y, el catalán hijo de mineros, le resultó antipático. No ha puesto su rostro en los billetes, siquiera.

No está orgulloso de su color. Cultiva un racismo soterrado que, va desde el orgullo del indio, bajo los efectos del alcohol iracundo, hasta al invento de las abuelas españolas que gozaron desnudas con los negros cimarrones, escondidos en las alcobas de atrás de las viviendas. Y, no dejó sentirse un poco mal, por la escasa altura de su cuerpo. Incluso inferior a los salvadoreños a los que, siempre ha creído que son los competidores que se permite vigilar, para evitar que se le monten sobre las espaldas. Con el resto, evita competir. Apenas se lo permite en futbol, donde algunas veces gana, porque siempre entra agachado, haciendo que los españoles y brasileños, se confíen.

Pero ahora, las montañas azules han desaparecido. Las ciudades han sido dominadas por los vendedores, invasores de calles, parques y veredas. Y los políticos que evitó porque lo llevaban a competir en las guerras, ahora dominan con sus ruidos las tranquilas aldeas donde se ha sentido bien. Y como los profesores, cambiaron el discurso, cree que hay que regatear con los caudillos; o irse, a “temporar”, a los Estados Unidos, a hacer sus “reales”, para volver a vivir solo, en las montañas azules de sus sueños. Dejando que, los gringos, hagan lo demás.

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