El caminante extraviado

MA
/
6 de abril de 2024
/
12:59 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
El caminante extraviado

Héctor A. Martínez (Sociólogo)

La historia moderna de Honduras es la del caminante que echa a andar el camino hacia los territorios de la prosperidad, y se extravía a pesar de contar con un sistema satelital de posicionamiento geográfico. Así que decide tomar otro rumbo, pero se vuelve a descaminar nuevamente.

La intención del parangón medio lírico es una forma abreviada de desplegar el rosario de nuestros fracasos nacionales, en ese empeño por alcanzar el progreso, sin estar seguros de querer llegar hasta ese punto que todos ansían. No se trata del optimismo o del pesimismo, sino de poner las cosas claras, como dice el economista Jeffrey Sachs, en medio del fragor de las crisis que parecen ser eternas. Porque, después de 203 años de vida independiente, cerca de 150 años de habernos insertado al modelo capitalista, 70 de haber adoptado el modelo de industrialización, y más de 30 de aplicar -a medias- la concepción neoliberal de la economía, el saldo nos encuentra como uno de los cuatro países más pobres y uno de los tres más corruptos de América Latina.

Este relato estocástico resulta horroroso para cualquier gobierno, pero de utilidad máxima para los opositores en busca de los votos duros. Así han funcionado las cosas en nuestro país, entre expiaciones y recriminaciones, mientras nos movemos en contra de la lógica del mundo.

En todos los intentos desarrollistas nos hemos extraviado del camino, buscando atajos que nos impiden llegar al lugar idealizado en los discursos reformistas. No aprendimos nada con los modelos de exportación primaria ni con la industrialización por sustitución de importaciones. Nuestros predecesores los tomaron como fines en sí mismos, cuando era claro que representaban un empujón hacia etapas superiores de la economía. Lo que sí es cierto, es que esos proyectos de vida forjaron grupos de poder y una élite no ilustrada preocupada más por sus negocios que por el desarrollo de la economía nacional.

Una vez entrada la oleada de la globalización de la economía, cuando los organismos de crédito internacional nos pidieron apegarnos a la frugalidad en el gasto e impulsar los mercados no tradicionales para salir del relegamiento, los mismos actores del pasado vieron la oportunidad de consolidar sus posiciones, en una nueva y desgraciada etapa del subdesarrollo nacional. Y así llegamos hasta el 2024, varados nuevamente, a la vera del mismo camino; esta vez, sin GPS.

Los desarrollistas, esos descolocados de la historia, que leen superficialmente a Krugman y Stiglitz, pero ignoran el costo del dinero, proponen que una nueva versión del desarrollismo -el “tercer discurso”-, nos llevará a “fortalecer” el Estado y a restarle importancia al mercado en los asuntos de la distribución de bienes y servicios, sin renunciar a la riqueza generada por el segundo, desde luego. La jugada es cínicamente estatista: consiste en “desprivatizar” para monopolizar la prestancia de esos servicios; una acción más política que económica. Ese lenguaje es inconsistente y peligroso, sujeto a las malas interpretaciones; porque resulta que algunos gobiernos, en nombre del progresismo, que no del progreso, encuentran que el proyecto solo será posible en la medida en que se prolonguen en el poder por un par de décadas, que recurran al autoritarismo, que censuren los puntos de vista críticos y que asfixien las libertades más elementales.

¿Será ese el camino del caminante extraviado?

Desde luego que no: esperemos que los historiadores, dentro de veinte años, no tengan nada que contar sobre un fracaso más.

Más de Columnistas
Lo Más Visto