Clave de SOL: Definiciones comparativas de “cultura”

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7 de abril de 2024
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12:03 am
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Clave de SOL: Definiciones comparativas de “cultura”

Por: Segisfredo Infante

Tengo la impresión que “cultura” es uno de esos términos más usados (y abusados) en los tiempos modernos y posmodernos, amén de las aproximaciones rigurosas como la del “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana” de Joan Corominas, en la edición revisada y mejorada de la Editorial Gredos de 1976, en cuyas páginas aparece la definición de “culto”. Veamos: “Tomado del latín “cultus”, acción de cultivar o practicar algo”. Igualmente asociado a “cultivar, cuidar, practicar, honrar”. Según Corominas la palabra “cultura” es del año 1515.

Más acá en el tiempo registramos en el haber las definiciones asociativas del poeta y ensayista británico contemporáneo T.S. Eliot, en su libro “Notas para la definición de la cultura” (Bruguera, 1984), con un florilegio de múltiples matices: A) “la cultura es algo que no podemos alcanzar deliberadamente. Es el producto de un conjunto de actividades más o menos armónicas, cada una de las cuales se ejerce por ella misma.” B) “la cultura no es simplemente la suma de diversas actividades, sino un modo de vida.” (Pág. 23). C) “una cultura nacional es el resultado de un número indefinido de culturas locales” (Pág. 86). D) “un pueblo para que florezca su cultura, no tiene que estar ni demasiado unido ni demasiado dividido” (Pág. 73). E) “Así pues, entiendo por “cultura”, en primer lugar, lo mismo que los antropólogos: el modo de vida de un determinado pueblo en un mismo sitio. Esa cultura se manifiesta en sus artes, su sistema social, sus hábitos y costumbres, su religión.” (Pág. 183). F) “Lo que se busca no es restaurar una cultura desaparecida o revivir una cultura en vías de desaparición bajo condiciones modernas que la harían impracticable, sino hacer que surja una cultura contemporánea de las viejas raíces.” (Pág. 78).

Marcos Kaplan, desde la literatura de un materialismo histórico y dialéctico nada ortodoxo, que más parece estructuralismo, ofrece un concepto hipertécnico acerca del traído y llevado concepto de “cultura-culturalista”: A) “Dado que toda sociedad es contradictoria y móvil, y se define por su producción y reproducción continuas, es perceptible la importancia que adquieren las instancias donde se sitúa y opera la capacidad de generación y de definición de significados. Las sociedades, sobre todo las más complejas, necesitan para mantenerse y desarrollarse un subsistema construido por el conjunto de informaciones organizativas (conocimientos, saber cómo y saber qué sociales) y de reglas generativas (organización de modelos de conducta) que en conjunto constituyen y definen la cultura. La ubicación y evaluación de la cultura en general, y de las ideologías en particular, requiere hacer una somera referencia al cerebro y la psiquis.” (Kaplan, “Estado y sociedad”, Universidad Nacional Autónoma de México, julio de 1978. B) Cultura: “Conjunto de informaciones organizativas y de reglas generativas, producida a partir de complejidades (ecosistémicas, biológicas, económicas, sociales, políticas), la cultura emerge y se desarrolla, no sólo como producto de alta complejidad social, a la que contribuye a crear y sostener, y sin el cual aquélla se derrumbaría para dar lugar a un nivel organizativo más bajo del respectivo sistema. Se presenta a la vez como autoproductor y autoreproductor, y como centro epigenético con autonomía relativa; como una matriz informática que abarca a la vez un capital técnico cognitivo y un capital organizativo.” (Kaplan, Ibidem).

Como corolario no estaría de más considerar el tipo de situación latinoamericana conceptualizada por Paulo Freire como “cultura del silencio” (Freire, “Concientización”,
Colección Educación Hoy, Asociación de Publicaciones Educativas, Bogotá, Colombia, marzo de 1974), en tanto que, en términos generales, pero sin absolutizar ninguna expresión, toda “sociedad dependiente es, por definición, una sociedad silenciosa. Su voz no es una voz auténtica, sino un simple eco de la voz de la metrópoli.” (Freire, Ibidem). Quisiéramos asumir que Paulo Freire se refería a toda sociedad dependiente, sin importar la localización histórica y geográfica de la metrópoli aludida. Sea como fuere, estemos en acuerdo o en desacuerdo con Freire, Honduras es una realidad tercermundista (de “desarrollo medio” se dice ahora), y este concepto del “silencio” viene a apoyar nuestra noción acerca de la NO articulación histórica del pueblo catracho, pues, aun cuando existan elementos propios (como la simbiosis criollo-mestiza) que caracterizan y definen cuando menos vagamente la identidad hondureña, de hecho ésta adolece de una cierta amnesia histórica o, cuando menos, de un adormecimiento ancestral.

Debo dejar claro que con estos pocos ingredientes culturalistas no pretendo, bajo ninguna circunstancia, polemizar con nadie. El deseo íntimo, real, es refrescar mi propia mollera con viejas lecturas de juventud, ya casi olvidadas en las páginas amarillentas del recuerdo, y que tal vez podrían ser de comparativa utilidad a los amables lectores.

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