El éxodo está convirtiendo a Honduras en una nueva Cuba

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7 de abril de 2024
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12:04 am
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El éxodo está convirtiendo a Honduras en una nueva Cuba

Por: Fergus Hodgson

Si no se abraza la libertad empresarial, no quedará hogar alguno

Los exiliados cubanos sienten nostalgia de sus hogares y de los buenos tiempos que una vez conocieron en su país natal. Esos días pasaron y nunca más volverán.

Honduras se acerca peligrosamente al mismo destino: una nación vacía y desprovista de su gente, que existe más en la memoria que en la realidad. Para agravar el problema, el éxodo hondureño crecerá exponencialmente si las políticas socialistas y las prácticas autocráticas se mantienen.

No se puede culpar a los hondureños por marcharse. Como escribió una vez un expatriado estadounidense en Honduras: “Venir a Honduras en busca de trabajo es como ir al Sahara a buscar agua”.

Sin embargo, es ahora el momento de cambiar el rumbo—mientras todavía existe libertad de expresión y un mínimo de estabilidad democrática—y unirse al capitalismo del laissez-faire. El sistema de libre empresarialidad, que se basa en el Estado de Derecho y la protección de los derechos de propiedad, contrarrestaría el deterioro actual, explotaría los inmensos recursos naturales de Honduras y abriría la puerta a las inversiones y una futura repatriación.

Aquellos con los medios pueden optar por hacerse de la vista gorda y no hacer nada, quizás lavándose las manos por completo de Honduras. En ese caso, los empresarios (y sus aliados) perderán la mano de obra y el capital para hacer crecer sus negocios y la economía. El espectro del neofeudalismo al estilo cubano y de un país en abandono se convertirá en realidad.

Ese es el objetivo de los socialistas del siglo XXI que ostentan el poder en Honduras, y la huida de los jóvenes más fuertes y enérgicos del país está acelerando la espiral de decadencia.

La receta cubana para socialistas ambiciosos

La mayoría de los cubanos viven hoy como esclavos o prisioneros. Eso incluye a los que se venden en el extranjero como supuestos trabajadores humanitarios o médicos. Cualquiera que promueva la democracia y se enfrente a la dictadura puede ser encarcelado o eliminado, como Oswaldo Payá hace 12 años.

La llamada clase media cubana suele vivir de las remesas. Sueñan con escapar hacia el capitalismo gringo o tal vez engrosar las filas de la camarilla en el poder.

Esto puede sonar familiar en Honduras, pues las remesas representaron el 26,8% del PIB hondureño en 2022, proporción que ha ido aumentando considerablemente. Los exiliados trabajan arduamente, asumen riesgos y soportan el aislamiento; todo, para mantener a sus familias.

Por desgracia, el modelo cubano ha permitido a la perniciosa clase dirigente de la isla mantenerse en el poder durante generaciones y vivir como reyes. Aunque ocultó su lujoso estilo de vida hasta su muerte en 2016, Fidel Castro amasó una fortuna de casi $1.000 millones.

La dictadura que él instaló ha perdurado más allá de su vida y la de casi todos los gestores de la revolución, algunos de los cuales tenían buenas intenciones. Castro quería extender su semilla ideológica por toda América, y hasta cierto punto lo consiguió. Sus sucesores han transmitido su habilidad para perpetuar el régimen a países como Nicaragua y Venezuela.

Aunque no mediante un derrocamiento al estilo guerrillero, la actual administración hondureña le sigue los pasos al régimen cubano. El Partido Libre no oculta su reverencia hacia los autócratas y su afán por emular la dictadura fidelista. El socialismo cubano se basa en mentiras y engendra miseria, pero augura un reinado sin fin a los políticos sedientos de poder y ofrece sueños idealistas a los tontos útiles.

¿La auténtica Honduras está en el extranjero?

El autor José Azel señala que “Cuba ha experimentado una pérdida gradual de su identidad a medida que sus partes eran reemplazadas…. Lo que hacía de ‘Cuba’ a Cuba ha cambiado y no para mejor…. La Cuba que conocíamos, de hecho, ha dejado de existir…. La auténtica Cuba es la que los cubanos han construido en el sur de Florida”.

Los cubanoamericanos han forjado un orgulloso legado en Estados Unidos, pero el dolor por la pérdida de su patria permanece. El actor Andy García salió de La Habana en 1960, y explica que su éxito se debe a “la oportunidad de perseguir [sus] sueños y expresar [su] voz”.

Los abusos de poder de los socialistas hondureños —como el nombramiento ilegal del presidente del Congreso y la restricción del acceso a dólares estadounidenses— están socavando el Estado de Derecho, asfixiando las oportunidades y ahuyentando a la población. Las políticas contrarias a la inversión incluyen el retiro de Honduras del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, el fin de la lealtad a Taiwán para favorecer al Partido Comunista Chino y el ocaso de las zonas especiales de desarrollo–ZEDE.

El éxodo incluye a los mejores y más brillantes, que buscan seguridad personal y mayores oportunidades para sus familias. A menos que esto cambie pronto, la diáspora hondureña será paralela a la experiencia cubanoamericana. Hondureños destacados —como la periodista Dunia Elvir, la chocolatera Maribel Lieberman y la investigadora médica María Elena Bottazzi— están llevando lo mejor de Honduras a las naciones del Primer Mundo. Nueva Orleans, en particular, se ha convertido en un centro neurálgico de la cultura catracha, desde el baile punta hasta las baleadas. Los hondureños lideran la Cámara de Comercio Hispana de Luisiana, lo que refleja su prolongada permanencia.

Unificar a la oposición con un objetivo

La oposición hondureña aún puede ganar democráticamente. No se ha cerrado la puerta a un camino pacífico para salir de la vía hacia una Cuba 2.0.

Sin embargo, para prevalecer frente a una fuerza política sólida y con experiencia, la oposición necesita (1) una coalición unificada y (2) un programa convincente. La alternativa al socialismo del siglo XXI debe ser la libre empresarialidad. Esto puede sentar las bases para la inversión extranjera, el desarrollo económico y el renacimiento del orgullo hondureño.

Fergus Hodgson es economista financiero y editor del Impunity Observer.

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