¿LA FALACIA AD VERECUNDIAM?

MA
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9 de abril de 2024
/
12:25 am
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¿LA FALACIA AD VERECUNDIAM?

“SERÍA el colmo –mensaje de un buen amigo– que los del colectivo no leyesen, ya que estoy seguro no fueron escogidos al azar”. “Así como esos chats grupales en que a uno lo meten y por pena no nos salimos”. “Creo que la mayoría son amantes de la poesía y de la literatura”. “Lástima no haya mucho interés a temas de la actualidad –ni internacionales– que están definiendo la historia actual”. “Interés en el pensamiento analítico, del cual usted es experto, y del que ansío saber más”. (Pues bien –comenta el Sisimite– complaciendo peticiones, el editorial de ayer, sobre el escándalo diplomático –repleto de antecedentes– del asalto a la embajada de México por el gobierno ecuatoriano, para dar captura a un político prófugo, condenado por delitos de corrupción).

Ahora ya que solo reacciones escuetas mandaron sobre el terrible incidente –que ha provocado la ruptura de relaciones entre ambos países– regresamos al cuento de la verdad que se metió al lago a bañarse, inducida por la mentira; que apresurada salió del agua a robarse la ropa de la verdad, y desde entonces, mucha gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad, que la verdad al desnudo. “Me ha dejado reflexionando –mensaje de una buena amiga– ¿La mentira disfrazada de verdad será lo mismo que las mentiras piadosas?”. “También están las verdades a medias, que pueden ser mentiras a medias, pero mentiras al fin”. “La cosa es como vamos justificando la mentira de muchas maneras; y luego la verdad; ¿qué es la verdad? ¿Es un punto de vista, es un hecho irrefutable?”. “Cuántas reflexiones se me vienen a la mente luego de leerlo esta mañana, con un tema sobre el que poco reflexionamos y que ocurre a diario en la vida de todos”. “¿Qué tal si contamos las veces que a diario mentimos?”. “Ya te llamo”; “dile que no estoy”; “qué bueno verte”; y esas cosas, que tremendo”. (Esas son –le responde Winston– mentira; vestida con ropa de la verdad; en minifalda, y a veces hasta en bikini.) Pero la amiga manda otro mensaje: ¿Y los que dicen, mentir no es lo mismo que no decir toda la verdad?”. “Por ejemplo si el marido dice: “Vengo de hacer ejercicio”; la señora piensa, “viene del gimnasio”. “Pero, en realidad, el sujeto no mintió, solo que no especificó en qué forma se estaba ejercitando. ¡Jajajajaja!”. (¿Eso no sería más bien una figura retórica? — pregunta Winston– digamos, la hipérbole (exageración). Si se tratase de un tipo haragán ¿cuál, de ambos, haría todo el ejercicio?) El viejo amigo abogado: “¿Los elefantes vuelan? -No, pero el jefe dice que sí, entonces vuelan, pero bajito”. La leída amiga manda esta contribución: “La falacia ad verecundiam, también llamada argumento de autoridad, es aquella que consiste en aceptar como válida una proposición solo basándose en el prestigio de quien la sostiene, es decir, sin argumentos lógicos”. “El argumento ad verecundiam es una falacia que apela al respeto por la autoridad de una persona dentro de un campo específico”. “Sin embargo, si bien la autoridad puede respaldar un argumento, esta no es suficiente para validar una afirmación”. “Por eso, los argumentos de autoridad constituyen falacias”.

(Eso me recuerda el ejemplo de silogismos –entra el Sisimite– que veíamos en clases de español; de una deducción equivocada si alguna de las premisas no es verdadera. Ejemplo: Los pájaros cantan por la mañana. Mi amiga canta por la mañana. Por lo tanto, mi amiga ha de ser un pájaro. -Yo tengo otro silogismo –interrumpe Winston– Todos los políticos mienten. Fulano de tal miente. Por lo tanto, el fulano es político. -Eso no es así –increpa el Sisimite– en todo caso sería: Todos los políticos mienten. Fulano de tal es político. Por lo tanto, fulano de tal miente. -En cualquier caso –ironiza Winston– ese tu fulano de tal sería un tal por cual).

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