Interdisciplinariedad: un concepto poco usual

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11 de abril de 2024
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12:52 am
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Interdisciplinariedad: un concepto poco usual

Por: Segisfredo Infante

En este texto emplearé, en forma implícita, postulados doctrinarios de los procesos reformistas vigentes en diversas partes de la nave terráquea, con un fuerte sabor regional, tal vez nostálgico. Entrelazaré las reflexiones teóricas del profesor universitario nicaragüense Carlos Tünnermann Berheim, y las anticipaciones verbales de un grupo de profesores españoles que allá por el año 1981 discutieron a fondo el tema de la “interdisciplinariedad” universitaria desde la perspectiva de los conocimientos modernos, por lo que consecuentemente incluyeron las “jergas” posmodernas. Se entiende que la exigencia de “interdisciplinariedad” trasciende los predios universitarios y se puede aplicar en diversos campos de la vida y, quizás, de la existencia toda.

Distintos autores formularon, en 1981, una pregunta incisiva: “¿No corremos el peligro, los hombres y mujeres “de dentro” de cada institución, de contemplar todo el universo que nos rodea secuestrado en la cárcel de cristal de nuestro pequeño mundo universitario?” En palabras más populares un estadista ya fallecido, del Lejano Oriente, señalaba que hay personas que creen que el Universo es del tamaño del agujero geográfico en donde habitan, o de la playa en donde pernoctan, y que a partir de ese minúsculo espacio (exceptuando a Immanuel Kant) están en condición de juzgar todo lo demás.

Es comprensible que cada uno de nosotros prefiera moverse con relativa solvencia en la ruta que la vocación ha marcado para cada cual, y que seamos más eficientes, o más cerebrales, en las profesiones, oficios y aficiones que hemos desempeñado durante largos periodos productivos. Pero ocurre que, en circunstancias necesarias, o accidentales, devenimos obligados a pensar y trabajar con grupos de personas oriundas de diversas experiencias y profesiones, ya sean técnicas, rutinarias o intelectuales. Y es aquí cuando entran en el escenario verbal conceptos poco comunes como “multidisciplinariedad” e “interdisciplinariedad”, análogos pero distintos. Digamos, en forma provisional, que el primero es la materia bruta con que se configuran los grupos heterogéneos. Y que el segundo concepto exige pensamientos y conexiones refinadas en los funcionamientos internos. Para tal efecto es indispensable una buena y eficiente dirección y sobre todo el principio de tolerancia, es decir, la capacidad de escuchar y de asimilar lentamente los predicamentos positivos, confusos y diferenciados de los contertulios que han aceptado trabajar en un equipo de grandes potencialidades. Además del principio de tolerancia deben añadirse la paciencia, la fraternidad y la voluntariedad porque, como bien decía Francisco Morazán, “jamás se emprende una obra semejante con hombres forzados”, y todo ello en función de la eficiencia individual y societaria.

Después de los dos términos arriba señalados, salta en el camino el tercer concepto de “transdisciplinariedad”, que a mi juicio consiste en la capacidad de relacionarse entre diversos grupos de trabajo que han adoptado esquemas a veces contrapuestos. En este punto es preciso la socialización de los equipos interdisciplinarios en función de abordar y encontrar consensos factibles (nunca ilusorios) de dilemas estructurales más o menos permanentes, reiterativos y comunes, de una cuenca hidrográfica, de una institución vital o de coyunturas que inesperadamente se vienen encima de nosotros como avalanchas invernales que arrastran todo aquello que encuentran en el paisaje. Un problema estructural y correlacionado de Honduras, a guisa de ejemplo, y lo he repetido desde hace alrededor de veinte años, es que coexistimos en un país “despotenciado” (que ha mermado sus potencialidades) en medio del desempleo, la violencia, la pobreza extrema y la bajísima productividad, hechos que colocan en gran desventaja a nuestra sociedad, incluso frente a países pequeños y emergentes como Curazao y Vietnam.

Retornando al tema educativo (que en el curso de los decenios me ha producido hasta desgano), en octubre del año 1998 se realizó en París la “Conferencia Mundial sobre la Educación Superior para el Siglo Veintiuno”, en dirección a que las universidades modernas y posmodernas aspiraran a insertarse dentro de un modelo flexible que factibilice los estudios superiores para toda la vida y todas las edades, siguiendo un poco el estilo distendido de la “Universidad Única” que existió en Alemania en algún momento, o que tal vez sigue existiendo. No lo sé.

Como dije al principio, el capítulo de la “interdisciplinariedad” bien concebida, va mucho más allá de los círculos universitarios. Tiene apertura en el vivir cotidiano dentro de la familia, los amigos, los empresarios, los políticos, en coloquios de obreros y campesinos e incluso en el momento fugaz de ofrecer una conferencia frente a un público discordante. Son temas que disfrutábamos en nuestras conversaciones espontáneas con el pedagogo y escritor Mario Membreño González, que en paz descanse.

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