175 aniversario de la llegada de los restos del general Morazán a El Salvador

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13 de abril de 2024
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175 aniversario de la llegada de los restos del general Morazán a El Salvador

Carlos Cañas Dinarte

Hace 175 años, una urna con las cenizas del general Francisco Morazán arribó a Acajutla. Demoraría nueve años en llegar a San Salvador para ser sepultada.

El 15 de septiembre de 1842, el liberal Francisco Morazán -general hondureño, expresidente federal y exgobernante de El Salvador- fue fusilado en la capital de Costa Rica, donde en la actualidad se alza el parque Central.

En cumplimiento de su deseo verbal, más no plasmado en su decisión testamentaria, siete años después el general y presidente costarricense José María Castro decidió decretar, el 6 de noviembre de 1848, la exhumación de los restos mortales de Morazán y su envío dentro de una urna hacia El Salvador, cuya Asamblea Legislativa los había pedido en marzo de ese año.

Aunque el gobernante tico expresaba que aquel acto era porque él guardaba “muy fuertes simpatías” hacia el pueblo y gobierno de El Salvador, lo cierto es que deseaba poner distancia política y territorial con respecto a los restos mortales del caudillo y su significado para la historia regional y costarricense en particular.

Tras su exhumación, en la que estuvo presente el propio mandatario costarricense, los huesos de Morazán fueron cremados y depositados en una urna cineraria, llevada al puerto de Puntarenas por una comitiva especial, compuesta por el general José María Cañas (Suchitoto, 1809-Puntarenas, 1860) y el presbítero Ramón María González. Desde allí, el domingo 14 de enero de 1849 dicha carga fúnebre fue transportada hacia la costa salvadoreña mediante el bergantín-goleta Chambón, de bandera ecuatoriana.

Aquella embarcación era un híbrido entre bergantín y goleta, fabricada de madera, con dos mástiles, velas cuadradas en el trinquete y otras en forma de cuchillo. Su tripulación era de 12 marineros, más el capitán Roger al mando. La nave fondeó en la rada de Acajutla el 26 de enero. Al día siguiente, el general Cañas Escamilla escribió al Supremo Gobierno una carta, para expresar que estaba dispuesto a entregar la urna “a bordo del referido buque, en tierra o en esa capital”.

Litografías del francés A. C. Ferrant que presentan, de manera idealizada y hasta con falsos históricos (como la bandera de Costa Rica que ondea seis años antes de su adopción), el fusilamiento de Francisco Morazán (izq.) en la plaza Principal de San José, Costa Rica, el 15 de septiembre de 1842 y la conducción de las urnas cinerarias con los restos del general y de su esposa hacia el cementerio de San Salvador (der.) el 17 de septiembre de 1858.

Tres días después, el general Cañas Escamilla recibió la respuesta oficial salvadoreña, firmada por el Lic. Juan José Bonilla, ministro de Relaciones Interiores dentro del gabinete del presidente Doroteo Vasconcelos (Sensuntepeque, 1803-San Vicente, 1883). En esa misiva, el funcionario explicaba que no habían previsto ninguna ceremonia de rigor para el traslado honroso de la urna hacia San Salvador, además de que el gobernador de Sonsonate Rafael Padilla Durán se encontraba en la ciudad de Santa Ana, que por entonces formaba parte de esa jurisdicción departamental. Por todo eso, el gobierno comisionó al concejo de la ciudad de Sonsonate para que acudiera al puerto y recibiera el depósito fúnebre, en medio de una salva de 21 cañonazos. Mediante decreto, el presidente Vasconcelos también solicitó que la comisión costarricense informara el precio del transporte marítimo y cualquier otro gasto en el que hubieran incurrido, para que todo lo pagara la Tesorería General de la República.

Avisado por los alcaldes de la ciudad sonsonateca, el gobernador Padilla Durán salió a galope desde la localidad santaneca el 30 de enero. Aunque la comitiva local ya había recibido el depósito cinerario de manos del general Cañas Escamilla, el gobernador ordenó que fuera custodiado por una escolta armada de 25 hombres, que lo trasladó a la Capilla del Ángel. A partir de las 17:00 horas de ese día, más de 300 personas alumbradas con velas, faroles y antorchas trasladaron la urna a bordo de un carro fúnebre hacia la Iglesia Parroquial de Sonsonate, mientras la guarnición realizaba las salvas de ordenanza. Al llegar, el sacerdote procedió con las exequias y, al día siguiente, encabezó una misa solemne en latín. Después, la urna quedó en custodia dentro de aquel recinto católico.

El 14 de marzo de 1849, el gobierno de Vasconcelos emitió un acuerdo supremo, que autorizó el traslado de las cenizas morazánicas hacia el templo parroquial de la ciudad de Santa Ana. El 3 de abril, a las 14: 00 horas, ingresaron a la urbe sonsonateca casi 300 personas -entre ellas, 200 hombres a caballo-, encabezadas por el gobernador Padilla Durán, el alcalde primero y secretario municipal santaneco, Manuel Villacís y Teodoro Moreno, los munícipes de Chalchuapa, Texistepeque, Atiquizaya e Izalco. El cortejo inició tres horas después, encabezado por el sacerdote, la banda musical, un piquete de veteranos y los 200 jinetes, acompañados por el alcalde segundo de Sonsonate, el comandante de plaza y el general francés Isidore Saget Lantour (Lorient, 1799-Izalco, 1854), antiguo combatiente a las órdenes de Morazán.

Tarjeta postal iluminada, de inicios del siglo XX, que muestra la estatua de Morazán en la plaza que lleva su nombre en el centro de San Salvador, inauguradas ambas en 1882.

Aquella primera noche, la comitiva depositó la urna en el templo local de Sonzacate. Al día siguiente, se reanudó la marcha, con la presencia agregada del alcalde primero de Ahuachapán, 60 ciudadanos de esa localidad y más de 250 jinetes extra, que se agregaron a lo largo del camino. A las 16:00 horas del 4 de abril, el cortejo hizo su ingreso a la localidad santaneca, tras pasar por la aldea de San Antonio. En todo el trayecto, 60 infantes uniformados hicieron descargas de ordenanza con sus fusiles, mientras que la artillería hacía sus propias salvas desde el cuartel santaneco. La urna fue depositada en el templo de Santa Lucía, custodiada por infantes y elementos de la caballería nacional.

El 6 de abril, el depósito cinerario fue llevado al templo parroquial santaneco, en medio de un desfile encabezado por los curas, párrocos y coadjutores de Santa Ana, Coatepeque y Chalchuapa, las municipalidades y vecinos de esas y más localidades del departamento sonsonateco. La urna fue colocada sobre un catafalco pagado con fondos locales santanecos, el cual fue custodiado por dos oficiales uniformados, mientras se desarrollaban las exequias y misa solemne, en medio de salvas de artillería y fusilería. Después, la municipalidad ofreció un almuerzo a los invitados, quienes también suscribieron actas conmemorativas dirigidas al gobierno central. Hasta muy entrada la noche, diversos músicos amenizaron el ambiente, para regocijo de cientos de personas llegadas desde diversos puntos del departamento.

Como gesto recíproco por la entrega de las cenizas de Morazán, el gobierno de Vasconcelos decretaría, el 1 de febrero de 1849, la exhumación y entrega de los restos óseos de los exmandatarios costarricenses Braulio Carrillo y Manuel Aguilar, sepultados en territorios locales comprendidos en los actuales departamentos de Morazán y Sonsonate. Además, el 21 de ese mismo mes, la Cámara de Diputados -entonces, el sistema legislativo nacional era bicameral, al contar también con un Senado- emitió un decreto de agradecimiento para el mandatario costarricense, a la vez que ordenó la colocación de su retrato, “de dos varas de alto”, en su salón de sesiones. Para entonces, tanto Costa Rica como El Salvador habían emitido cuarentenas para los barcos procedentes de Estados Unidos y Panamá, debido a la amenaza epidémica del cólera morbo, extendida por la región mediante los miles de 49ers o gambusinos que atravesaban el istmo centroamericano en busca de la “fiebre del oro” desatada en California, una actividad extractiva
considerada ilegal para cualquier extranjero llegado por tierra o mar al territorio estadounidense.

1. Morazán vestido de civil y como jinete de su caballo Cachureco. Este dibujo fue trazado y litografiado en París, en 1851, por el artista plástico salvadoreño Juan Francisco Estanislao Cisneros Guerrero (1823-1878), quien los conoció en San Salvador durante sus años de niñez. Imagen proporcionada al autor en 2005 por el poeta y diplomático hondureño Óscar Acosta (1933-2014). 2. A lo largo de las décadas, El Salvador ha rendido diversos homenajes a Morazán, al bautizar con su nombre un departamento oriental, escuelas e institutos, calles y avenidas, un centro cultural, bibliotecas y otras instituciones, a la vez que le ha dedicado estatuas y plazas y ha emitido monedas, billetes y sellos postales, etc.

El 14 de abril de 1849, el presidente Doroteo Vasconcelos y su gobierno iniciaron una visita oficial al departamento de Sonsonate. Durante las varias semanas de esa gira oficial, uno de sus puntos de destino fue la urbe santaneca, donde no acudieron a rendir homenaje a la urna de Morazán. Bajo una fuerte lluvia, en la tarde del 26 de agosto, el obispo de San Salvador, monseñor Tomás Pineda y Saldaña, realizaría el acto de bendición del nuevo cementerio capitalino, adscrito al hospital local. Uno de sus mausoleos más destacados era el destinado al general Morazán, pero que estaba vacío en aquel momento. Sería la propia municipalidad santaneca la que volvería a rendirle culto cívico al caudillo fusilado, cuando el 16 de septiembre de 1850 lo recordaría en su acto conmemorativo del vigésimo octavo aniversario de la firma de la segunda acta de independencia del Reino de Guatemala.

El 2 de febrero de 1851, la derrota del ejército salvadoreño frente al de Guatemala en la batalla de La Arada (que provocó el traslado urgente de la urna hacia Mejicanos y, después, hacia Cojutepeque) y la consecuente huida de Vasconcelos, unido al terremoto devastador del domingo 16 de abril de 1854, el traslado de la capital hacia Cojutepeque y San Vicente, la invasión filibustera en Nicaragua entre 1856-1857 y una serie de inestabilidades político-militares encabezadas por caudillos locales como el general Gerardo Barrios Espinoza, fueron elementos suficientes para enviar al olvido a la urna mortuoria de Morazán y su traslado hacia la ciudad de San Salvador. Desde 1851, la urna permaneció en la iglesia local de Mexicanos hasta su traslado en 1855 hacia la Catedral provisional en Cojutepeque, movimientos realizados en el más absoluto secretismo y sin ninguna pompa gubernamental, militar o civil.

Parte superior del segundo monumento a Morazán en la Sección de Hombres Ilustres del Cementerio General de San Salvador. La frase esculpida no posee ningún respaldo documental.

Parte superior del segundo monumento a Morazán en la Sección de Hombres Ilustres del Cementerio General de San Salvador. La frase esculpida no posee ningún respaldo documental.

Cuando el general Barrios Espinoza ascendió al solio ejecutivo nacional, dispuso trasladar la capital de Cojutepeque a San Salvador y, a la vez, inhumar las cenizas de Morazán y las de su esposa María Josefa Lastiri. Dentro de un carruaje negro tirado por caballos blancos vestidos de riguroso luto y con la custodia de cuatro veteranos morazanistas, el 14 de septiembre de 1858 llegaron los restos a La Garita de San Sebastián (en la actual calle 5 de noviembre) y al templo de Concepción, donde los recibió el propio Barrios Espinoza, con el acompañamiento de su gobierno y de las rigurosas 21 salvas de artillería.

El 15, los restos fueron conducidos a la primera Catedral de San Salvador, al oriente de la Plaza de Armas, ahora plaza Libertad. Rodeadas las urnas por la antigua bandera federal, azul y blanco, adornada con un listón negro de luto, en el catafalco donde fueron colocadas también se exhibieron el uniforme, espada y bastón de mando de Morazán. El 16 de septiembre, la enseña nacional lució a media asta en todos los edificios de San Salvador y cada media hora sonó un cañonazo. A las 09:00 horas, el obispo capitalino Tomás Pineda y Saldaña condujo la misa solemne. El 17, en medio de una masiva como silenciosa asistencia y los 21 cañonazos de rigor, un batallón de honor condujo las urnas hacia el cementerio, seguido por el presidente Barrios Espinoza, funcionarios civiles y militares, diplomáticos extranjeros, delegaciones municipales, magistrados y jueces y una muchedumbre que recorrió las calles adornadas con arcos y gallardetes negros y blancos en señal de luto.

Aquel primer mausoleo de Morazán, con su nombre escrito en letras de oro, fue profanado por las tropas guatemaltecas en 1863, durante la invasión del presidente y general Rafael Carrera Turcios para derrocar al general Barrios Espinoza. Habría que esperar casi dos décadas para que se construyera un nuevo monumento mortuorio en la Sección de Hombres Ilustres del Cementerio General de San Salvador, que hace algunos años fue declarado patrimonio cultural de la capital y de la nación salvadoreña, lo que ha asegurado la permanencia de las cenizas de Morazán y de su esposa en el territorio nacional.

Fuente: www.elsalvador.com (Colaboración del ex embajador Sebastián Vaquerano)

 

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