BARLOVENTO: Poner de pie el idioma “castellano”

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18 de abril de 2024
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12:03 am
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BARLOVENTO: Poner de pie el idioma “castellano”

Por: Segisfredo Infante

En el intenso discurrir del mes del libro y de la lengua, y especialmente en los días enmarcados dentro de cada “semana del idioma”, los escritores de diversas tendencias suelen preocuparse por los atropellos constantes a nuestra lengua cervantina. Es obvio que estamos hablando del idioma español generalizante, el cual prefiero denominarlo “castellano”, por diversas razones, en tanto en cuanto que comencé a forjarme bajo tal concepto, con los textos del pedagogo hondureño Víctor F. Ardón, y con la primera lectura del “Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha” a la edad aproximada de catorce años.

Con el siempre recordado amigo, poeta y ensayista español Miguel Albero Suárez, coincidíamos en una conversación casual respecto de que no nos gustaban para nada aquellas ediciones del “Quijote” que pretendían actualizar el lenguaje utilizado por Miguel de Cervantes Saavedra. Sin mencionar el nombre de ningún editor, creo que ambos disentíamos del volumen publicado por Andrés Trapiello en la casa editorial “Destino” (2015), con un prólogo lamentable del prestigioso y respetado novelista Mario Vargas Llosa.

“Don Quijote”, del mencionado editor Andrés Trapiello, vuelve irreconocible los usos del lenguaje, las costumbres, los vestuarios, los nombres de los alimentos y las armas, y los giros personalísimos y hermosos, de la magna obra de Cervantes, en los ambientes peculiares del “Siglo de Oro de la Literatura Castellana”, cuando también destacaron grandes poetas y dramaturgos como Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Luis de Góngora y Argote, Francisco de Quevedo Villegas y otros. Al solo leer la primera página el lector avispado percibirá que ha encontrado una nueva novela del “Quijote”, que poco o nada tiene que ver con la obra de Cervantes, a tal grado que es mucho más saludable releer el cuento de Jorge Luis Borges titulado “Pierre Menard, autor del Quijote”, por aquello de las ingeniosidades del escritor argentino.

Si Rubén Darío resucitara, se sentiría ofendido con tal actualización, al recordar su bellísimo poema “Letanía de nuestro señor don Quijote”. También se ofendería el poeta peruano César Vallejo que gustaba de los arcaísmos del idioma “castellano”, en una mixtura de lo hispánico y lo incaico. Frente a tal embestida contra lo clásico, barroco y moderno, de repente han llevado razón los escritores Martin Burckhardt y Dirk Höfer (2015, 2017), cuando han advertido del peligro que desaparezcan todos los idiomas humanos de la nave terráquea, y sean sustituidos por el lenguaje técnico binario del “01”, y por las jergas y las iconografías, añadiríamos nosotros, que se utilizan todos los días en las redes sociales, con el agravante de colocar palabras en las bocas de personas que nunca las han escrito ni pronunciado, sustituyendo alevosamente al ser humano real.

Como miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua, correspondiente de la RAE y de la Academia Dominicana, me autopercibo en la obligación de señalar el deterioro que experimenta el idioma español todos los días de la semana, en Honduras y en otras partes del mundo, inclusive por individuos egresados de buenas universidades, tanto nacionales como extranjeras. Pienso que una de las posibles causas del deterioro generalizado es que las personas maduras y jóvenes dejaron de leer en serio. Rechazan los libros plurales y los sustituyen con mensajerías superficiales y manualitos rígidos de una sola tendencia de pensamiento. A eso se suma, de cierta manera indirecta, la proliferación de sucesos violentos en diversos puntos del planeta, que crean nerviosismo verbal.

No deseo entrometerme, por ahora, en la vieja polémica entre el español “normativo” y el “descriptivo”. O entre el lenguaje “culto” y el lenguaje “llano”. Dejo el escabroso tema a mis amigos especialistas. Lo que ocurre es que comparto la preocupación actual de los académicos hondureños don Víctor Manuel Ramos y don Livio Ramírez Lozano, dirigida a señalar las tremendas irregularidades (o barbaridades) en el habla cotidiana en los medios de comunicación masiva, y en la confección de varios anuncios publicitarios, con la anuencia de distintos estratos sociales, económicos y políticos. Yendo más lejos, la verdad es que todos incurrimos en errores, y de lo que aquí se trata es de corregirlos.

Mi deseo profundo es que el idioma “castellano” con sus modernidades y licencias literarias se sostenga, se defienda y se ponga de pie, y que al final pueda hablar y producir el lenguaje de la gran Filosofía y de las ciencias puras a la altura de los tiempos, según se desprende de las obras de Miguel de Cervantes, Francisco Suárez, Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Leopoldo Zea, Octavio Paz, Francisco Romero y María Zambrano. Este postulado lo hago válido para Honduras y los hondureños, con mirada regional y universalizante, porque así como los británicos, según Harold Bloom, exhiben su “canon occidental” encabezado por William Shakespeare, nosotros, de seguro, estamos con Miguel de Cervantes Saavedra.

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