Contracorriente: Marlon Ochoa, ¿confiable juez electoral?

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19 de abril de 2024
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12:03 am
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Contracorriente: Marlon Ochoa, ¿confiable juez electoral?

Por: Juan Ramón Martínez

Creemos que no. Es, un activista político. Todo lo contrario de un profesional equidistante de los conflictos inevitables de los procesos electorales que, nos ofrezca la seguridad que será un juez impecable, democrático y confiable, para manejar el próximo proceso electoral en el que, Honduras, se juega sus destinos. Sus últimas declaraciones, en las cuales airea sus diferencias con su correligionario y aparente “amigo” Jorge Cálix, no son ejemplo de la templanza de los jueces probos, de la moderación de los árbitros; y, menos, de las cualidades mínimas de un demócrata esperanzador. Después de oírle y leerle sus conceptos sobre la lealtad a los caudillos,– con faldas o no–, sus opiniones sobre lo que debe ser un candidato presidencial; y lo más grave, su descalificación, simple y ramplona de un aspirante presidencial, solo porque no quema incienso en el altar de Lepaguare, nos confirma que estamos ante una figura peligrosa para la convivencia; un político pendenciero que puede poner en peligro la pureza del próximo proceso electoral, comprometiendo la vida democrática nacional. Porque su militancia partidarista, su preferencia por el activismo; y, su compromiso con el logro de resultados favorables a su partido, se constituye en un peligro para la independencia, profesionalismo y credibilidad de las instituciones electorales.

Y, los más grave de todo, es que su nombramiento por el Congreso Nacional se ha hecho bajo el concepto que él –y las demás personas escogidas — son profesionales, técnicos dedicados que nos garantizarán pureza electoral en el próximo proceso por medio de la operación de sistemas que garanticen el respeto absoluto de la voluntad popular.

Las declaraciones de Marlon Ochoa, están descuadradas con estos objetivos. No son las de un profesional respetuoso de la ley; y, menos de las de un demócrata tolerante con las opiniones ajenas. O, de un especialista en el manejo de los desacuerdos, inevitables en la actividad política. Más bien, son típicas del activista desbocado, del pendenciero que, desde la calle, cree que la superioridad de la fuerza es, justificación para la vida civilizada. Olvidando que la obligación de convivir con las ideas contrarias a las propias, es exigencia básica para la vida ordenada, la paz y la democracia.

Aparentemente, quienes lo nombraron han juzgado que su actividad delictiva en la quema de la Embajada de los Estados Unidos en Tegucigalpa, — muy bien documentada–, ha sido superada por los altos cargos que le han confiado; y, por las relaciones que los mismos le han obligado en el plano nacional e internacional. Pero esta percepción de Ochoa “refundado”, mejorado, es equivocada, porque sus declaraciones indican que no es profesional confiable para dirigir elecciones. Que tampoco es un demócrata al que se le puede confiar la seguridad de un proceso en el que, nos jugamos la vida; y, el futuro, de las actuales y venideras generaciones de hondureños.

El expresidente Flores se ha disgustado con algunos de nosotros, por lo que él cree “falta de fe y confianza en la capacidad de los profesionales y técnicos que hicieron posible el último proceso electoral”. Hemos tenido que recurrir a lo más profundo de nuestra conciencia para entender la confianza que le provocan Ana Paola Hall y Rixi Moncada, al extremo de defender que, fue el mejor proceso electoral, gracias al cual, el pueblo no salió a las calles a protestar. Nosotros no compartimos esas afirmaciones y más bien, de la mano de Nelson Ávila, aceptamos que inflaron los resultados, para favorecer una imagen que ellos sabían, desde el principio que, evitaría proyectar debilidad al Ejecutivo. Pero bueno, elegidos los consejeros, era inevitable, bajar la guardia; y, esperar lo mejor.

Ahora que escuchamos a Marlon Ochoa, atacando a Jorge Cálix, descalificándolo con argumentos totalitarios; y, aceptando que el tono arrabalero suyo, tiene que ver con la universidad de la calle donde forjó sus méritos para gozar de la confianza del caudillo mayor Mel Zelaya, aumentan nuestras preocupaciones. Y alzamos la voz de alerta. Personas como Ochoa, pueden estar en altos cargos políticos, dirigir la economía nacional; e incluso la Policía. También algunos batallones militares, pero nos parecen muy peligrosas en el Consejo Nacional Electoral. Su presencia crea dudas. Hace aumentar las preocupaciones de todos. De los demócratas por supuesto. Y, pone en entredicho la confianza necesaria y urgente, reclamada por Carlos Flores.

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