Salutación al cantor de los poetas brasileros

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19 de abril de 2024
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Salutación al cantor de los poetas brasileros

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Oscar Armando Valladares

En el Centro de Arte y Cultura de la UNAH, se ha recordado a Juan Ramón Molina, la gran figura de las letras patrias, en ocasión de su fecha natalicia cifrada el 17 de abril de 1875. El homenaje corrió a cargo del Consejo Hondureño de la Cultura que lleva su nombre, y el cual sirvió de encuentro fraterno con la República Federativa de Brasil, a través su embajada representada por el ministro consejero José Eduardo Giraudo.

Con un cierto reparo, la cuna del hijo de Juana y Federico Molina se ubica en la Calle Real de Comayagüela. Él mismo dice en el poema al Río Grande: “Sacude, amado río, tu clara cabellera, / eternamente arrulla mi nativa ribera/ … Eres mi amigo. Bajo tus surrantes frondas, / pasé mi alegre infancia”. En otros temas en verso -Autobiografía y Nostalgia- indica imprecisamente: “Nací en el fondo azul de las montañas hondureñas. Detesto las ciudades, / y más me gusta un grupo de cabañas/ perdido en las remotas soledades”. “¡Hogar, pequeño hogar de mis abuelos/ donde en modesta y reducida alcoba, /abrí los ojos a la luz del día/ y el pulmón a las auras bienhechoras!”

Cumplidos 31 años elevó anclas hacia Brasil con Froylán Turcios y el político Fausto Dávila, a fin de participar en la Tercera Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, del 23 de julio al 26 de agosto de 1906. En su salutación a los poetas brasileros -poema de intensas sonoridades- expuso en tono exclamatorio: “Con una gran fanfarria de roncos olifantes/ con versos que imitasen un trote de elefantes/ en una vasta selva de la India ecuatorial,/ quisiera saludarlos -hermanos en el duelo- en las exploraciones por la tierra y el cielo,/en el martirologio de los circos del mal”…/¡Salve al coro de Anfiones de estas tierras fragantes!/ ¡A todos los Orfeos del país de los diamante!/¡A todos los que pulsan su lira en el Brasil!”

Compuso un soneto a la Bahía de Río de Janeiro, en el que “la ciudad ondula, como ciudad de cuento” y “el Pan de Azúcar alza su gigante cono”, / y otro en homenaje a Pernambuco, “puerto de perspectivas presentes y lejanas, / que atisba las históricas naves lusitanas, / los buques de los moros o el barco de Simbad”.

Alcanzó a vivir 33 años. Vida compleja, de elementos diversos. Melancólico y meditabundo. “Soberbio y apacible”, con “mucho de cuerdo (y) algo de loco”, víctima de las “miserias del medio” y del “abuso de nepentes”; lector -en aras de sapiencia- de ciencia, letras y filosofía; denunciador de un mundo “de esclavos y de reyes, de la “sed de oro”, del “egoísmo torpe”, de “los crímenes y vicios”, de “las dolientes quejas de millones de siervos desgraciados”…En “Adiós a Honduras” es portador de anticipadas anunciaciones: “A los malvados que a su pueblo oprimen con el crimen, el crimen ha de poner a sus infamias coto, o volarán, odiados y vencidos, del solio conmovidos por un social y breve terremoto”. Morazanista de veras, ve en el héroe a la figura “más alta, más pura, más hermosa del istmo centroamericano”. En carta del 6 de abril de 1906 declara “no ser cristiano, sino pagano hasta lo más recóndito de mi ser, a causa del fondo móvil y contradictorio de mí espíritu”. En el periódico La Nueva Época, de Comayagua, puntualiza: “Para los que hemos perdido la fe, por nuestros devaneos con la filosofía y la ciencia, nos queda -como don precioso- la poesía del recuerdo, el grato espejismo de la infancia”. Tocante al comercio bananero en la costa norte, alude al Mar Caribe, y plantea la duda acerca de si el mismo “está destinado a ser un gran golfo internacional, o simplemente un lago norteamericano, donde ondee, en el más alto mástil de los grandes acorazados, el pabellón de las barras y las estrellas. Todo parece, hasta hoy, indicar lo segundo”.

En el 149 aniversario de su fecha natal evocamos al notable hondureño en todas sus facetas: al lírico magnífico, al heterodoxo y pesimista -como el “sombrío” Schopenhauer-, al crítico y polemista, al compatriota que, con sus aciertos y contradicciones, precisa leerlo y estudiarlo a fondo para exaltar juiciosamente su legado total.

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