La oveja negra

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20 de abril de 2024
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12:04 am
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La oveja negra

Por: Elvia Elizabeth Gómez García*

¿Cuántas veces hemos escuchado la expresión: “es la oveja negra de la familia”? Cuando alguien no encaja en los cánones sociales es tildado como “antisocial” o “raro”. Y estos etiquetajes conllevan una carga emocional permanente para aquellos que los padecen.

La falta de empatía y sensibilidad social ha contribuido a un incremento significativo de la indiferencia y el desinterés por el bienestar colectivo. En una sociedad inmersa en un mundo tan materialista, en el cual es cada vez más difícil satisfacer las necesidades básicas, son pocos los que tienen la oportunidad de percibir su entorno.

Estamos tan inmersos en nuestro día a día que luchamos constantemente contra las manecillas del reloj, que nos dan la impresión de avanzar cada vez más rápido, y es tanta la presión que sentimos, que cuando nos encontramos con una persona que va más pausada, que interpreta su entorno de forma diferente a la nuestra, lo condenamos a un etiquetaje social que responde más, a las necesidades de un sistema que a lo que realmente debe importar, que es el del respeto a las diferencias.

Si alzamos la voz para protestar por una injusticia somos revoltosos, si nos quedamos callados somos apáticos, si señalamos algo indebido somos imprudentes, pero si no lo hacemos somos cómplices. Exigir derechos debería ser una constante y no la excepción a la regla. Sin embargo, cuando lo hacemos somos juzgados y son pocos los que se atreven a cuestionar al sistema, o bien nos envuelve el temor de la inoperancia del sistema y de las represalias que conllevaría nuestra acción.

Si lo ponemos en perspectiva, y si el ser la oveja negra de la familia implica realizar cambios positivos como el de romper con esquemas de pensamiento arcaicos y defender nuestras ideas, el término se convierte en un halago. Por el contrario, si quienes nos rodean, no logran pensar “fuera de la caja” como se dice actualmente, estaremos atrapados en un círculo vicioso que nos empujará a “acoplarnos” y a ser uno más.

El escritor Marc Twain decía que “cada vez que te encuentres del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar”. Si por encajar en el grupo pierdes tu esencia, ¿de qué sirve? Cada ser humano es único y posee la capacidad de desarrollar cualidades excepcionales, pero el sistema nos empuja a ser “iguales”, sin darle valor a lo que nos diferencia. Algo que contrasta con los cánones establecidos para diferenciar a los productos que compiten en los mercados por posicionarse en el número uno, donde lo que se exalta es lo que lo diferencia de los demás.

Hay que saber venderse nos dicen, hay que saber mercadearse. ¿Desde cuando el ser humano es un producto? Vivimos en una sociedad tan material, que hasta los términos que se utilizan para referirse a nosotros y nuestras cualidades han perdido la calidez.

Albert Einstein decía que “los grandes espíritus siempre han encontrado la oposición violenta de parte de las mediocridades, las cuales no pueden comprender que alguien no se someta irreflexivamente a los prejuicios hereditarios, sino que haga un uso honesto y valiente de su inteligencia”.

Y es que, lógicamente los cambios acarrean temores, nadar contra la corriente es un desafío al que no todos están dispuestos, reinventarse, replantearse como individuo y encontrar el equilibrio entre lo que se debe y lo que se desea no es una tarea fácil, menos en un entorno en el cual se exigen “resultados”, y que estos sean cuantificables.

Ser la oveja negra del rebaño en la familia, en la escuela, en el trabajo, es un desafío constante, es luchar contra estereotipos, etiquetas, prejuicios. Pero también implica reivindicar la sensibilidad, la empatía, la asertividad y la integración.

El filósofo trascendentalista Ralph Waldo Emerson planteaba que “el mayor logro en la vida es ser uno mismo, en un mundo que está constantemente tratando de hacerte alguien diferente”

Lograr alcanzar el éxito personal no es tarea fácil, en pleno siglo XXI en donde los parámetros de medición son solo materiales, tomar el camino contrario a ello y luchar por mantener la autenticidad es la dosis de rebeldía que necesitamos para cambiar el rumbo y hacer de este un mejor lugar para vivir.

*Profesora universitaria.

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