MULTITUDINARIAS manifestaciones de protesta –unas 400,000 personas salieron a las calles en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Ibagué y otros rincones del país– contra Petro. Uno de los médicos de gabacha blanca explicaba así su participación: “Estoy aquí para oponerme a la nefasta reforma a la salud”. “La salud en Colombia es de las mejores de Latinoamérica”. “También me opongo a la impunidad que propone Petro a los grupos armados ilegales”. Otro de los marchantes explica: “Está en riesgo la democracia porque se está hablando de tocar la Constitución y eso es lo último que queremos”. “Está buscando la reelección con una constituyente y eso no se puede permitir”. ¿Es que no aprenden del relajo que se armó en Chile con la convocatoria a una convención constituyente? En dos ocasiones, los chilenos rechazaron en sendas consultas, primero el mamotreto impuesto por grupos de izquierda, y después –cuando en la segunda tanda ganaron los contrarios las elecciones convocadas para tales fines– el otro adefesio redactado por la derecha.
Aunque el argumento de Petro es que solo sería “para abordar la implementación de los acuerdos de paz de 2016, una reforma judicial, un reordenamiento territorial y el cambio climático”. Sin embargo, ya montados en el macho, nada de lo que pueda antojárseles, es descartable. En las últimas mediciones de opinión pública la aprobación del mandatario cae entre 5 y 10 puntos, a un piso de 35% de popularidad. El descontento que ha calentado las calles arranca de la intervención gubernamental de varias empresas prestadoras de salud, tras el fracaso de su proyecto de reforma en el Congreso. Pero, el enojo político obedece a su intención de convocar una constituyente para reformar la Carta Magna y hacer los cambios que no ha logrado pasar por la cámara legislativa. Y, de paso, si hubiese coyuntura –es la sospecha que abrigan sectores de oposición– para hacer diablos de zacate con las prohibiciones constitucionales a la reelección. En la campaña, el entonces candidato de la izquierda amenazó con la movilización social en las calles, si no conseguía que el Congreso aprobase sus reformas. Durante los primeros años de administración, contó con el respaldo callejero. Sin embargo, a la luz de las últimas demostraciones –paralelo a su caída en popularidad–pareciera trastabillar con ese recurso de defensa. Petro –quien espera hacer frente al desafío yendo a la movilización de sindicatos el Día de los Trabajadores– contó menos participantes en las marchas de protesta. Calculó unos 250 mil, atribuyendo la movilización a “una estrategia de golpe blando contra el gobierno”. O sea, a un plan para derrocarlo del poder.
(Supiste –entra el Sisimite– que Noboa arrasó en el referéndum del domingo. Obtuvo el respaldo en 9 de las 11 preguntas planteadas en la consulta. Ganó todas las preguntas que le darían mayores facultades en materia de seguridad, el incremento de penas por delitos graves, la lucha contra el crimen organizado, la extradición; por lo que sale airoso de la “prueba de fuego” a su gestión presidencial. -Pues tal y como apuntamos –interviene Winston– que el precio diplomático que pagó –en el ámbito internacional– por meterse a sacar un prófugo a la embajada mexicana, fue calculado en base al beneficio interno obtenido de apretar las tuercas en el tema de la seguridad, en un país azotado por una crisis de violencia. -Pues AMLO –interrumpe el Sisimite– explotó ese conflicto con Ecuador en sus mañaneras. -Y el ecuatoriano –agrega Winston– no tuvo que trasnochar para sacarle el jugo a la disputa).
