Sacarrín

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24 de abril de 2024
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12:44 am
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Sacarrín

Lorenza Durón

Despojado de los cien impedimentos que la honestidad, la decencia e incluso la buena educación imponen a las acciones de muchos otros hombres, comportábase en el bosque de la vida con la seguridad de un elefante que, arrancando árboles y aplastando madrigueras, avanza en línea recta sin advertir siquiera los arañazos de las espinas y los lamentos de las víctimas.

El Gatopardo de G.T. de Lampedusa ha sido un exquisito regalo que encaja en el pensamiento del sociólogo y economista Vilfredo Pareto, ambos escritores italianos. El drama va de una élite aristocrática que ha dominado la sociedad siciliana durante generaciones. A medida que la Italia unificada emerge y se moderniza, esta élite comienza a perder su influencia y poder. Pareto, conocido por su principio 80/20, entre otros grandes aportes al pensamiento económico, sostiene que en todas las sociedades existe un ciclo de ascenso y descenso de las élites que pierden vitalidad con el tiempo. El desplazamiento generacional, ideológico, de influencia, recursos o habilidades ocurre desde la complacencia del “constante refinamiento de una clase que en el curso de tres generaciones transforma inocentes palurdos en caballeros indefensos”.

“…llevamos sobre los hombros el peso de magníficas civilizaciones heterogéneas, todas venidas de fuera, ninguna germinada entre nosotros, ninguna con la que nosotros hayamos entonado. […] No lo digo lamentándome: la culpa es nuestra. Pero estamos cansados y también vacíos”.

El príncipe Fabrizio comprende la necesidad de adaptarse a los cambios sociales y políticos, así como la irrelevancia de algunas costumbres. La gracia del leopardo, que es el símbolo de su familia, está siendo reemplazada por los “hombres nuevos” de Italia, a quienes compara con chacales carroñeros y oportunistas que buscan explotar cualquier situación para ganar dinero rápido, mataron a “la buena fe: justamente esa criatura que debieron haber cuidado más, cuyo fortalecimiento habría justificado otros estúpidos vandalismos”.

En la circulación de las élites se pueden colar estos personajes – nunca se sabe decía Chelato – y aunque la caída de la aristocracia parecía una idea básicamente buena, Lampedusa nos muestra el sórdido esfuerzo que se requiere para salir adelante en política, que no existe ningún sistema que garantice jamás que buenas personas estén a cargo y que la aristocracia no era tan mala en comparación con los mañosos que “fueron electos” en reemplazo. (Pero al fin y al cabo eran de la misma camada” “eran sangre de su sangre, eran él mismo; sólo con ellos se comprendía, sólo con ellos se sentía a gusto”.) En esta deliciosa obra de literatura nos adentramos en las dinámicas de poder y evolución de las elites de la Italia decimonónica, algunas de las que describe Pareto en su extensa obra y, en lo que corresponde al drama del Gatopardo, su estudio del cambiante equilibrio social entre las fuerzas compensatorias.

– Mañana nos veremos y entonces me contarás cómo el príncipe de Salina ha soportado la revolución.

—Se lo diré ahora con cuatro palabras: dice que no ha sido ninguna revolución y que todo seguirá como antes.

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