¿CIRCUNSTANCIAS TRÁGICAS?

ZV
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25 de abril de 2024
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12:12 am
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¿CIRCUNSTANCIAS TRÁGICAS?

EL viejo amigo abogado –es de suponer que igual envió a todos sus contactos– (el mensaje, las apariencias engañan), manda este relato al colectivo: “Una mujer con un vestido de algodón barato y su esposo vestido con un humilde traje, se bajaron del tren en Boston y caminaron tímidamente (sin tener una cita), a la oficina de la secretaria del presidente de la Universidad de Harvard”. “La secretaria adivinó en un momento que esos campesinos venidos de los bosques, no tenían nada que hacer en Harvard”. -“Desearíamos ver al presidente”, dijeron. -“Él está ocupado”, contestó la secretaria. -“Esperaremos”, replicó la mujer. “Por horas la secretaria los ignoró esperando que la pareja se desanimara y se fuera, pero no lo hicieron y la secretaria, frustrada por la insistencia, renuentemente decidió interrumpir al presidente.” -“Tal vez si usted conversa con ellos por unos minutos se irán”, le insinuó. “Hizo una mueca de desagrado –alguien de su importancia obviamente no tenía el tiempo para ocuparse de gente con vestidos y trajes baratos– pero aceptó”.

“Con el ceño áspero se dirigió a paso arrogante hacia la pareja”. La mujer le dijo: – “Tuvimos un hijo que asistió a Harvard por solo un año; él amaba a Harvard y era feliz aquí, pero hace un año murió en un accidente”. “Mi esposo y yo deseamos levantar algo en alguna parte del campus que sea en memoria de nuestro hijo”. “El presidente no se interesó: -Señora, no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard y fallezca, si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio”. -“Oh no –explicó la mujer rápidamente– no deseamos levantar una estatua, pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard”. “El presidente entornó sus ojos, echó una mirada al vestido y al traje barato de la pareja y entonces exclamó: -¡Un edificio!, ¿tienen alguna remota idea de cuánto cuesta un edificio?, hemos gastado más de 7.5 millones de dólares en los edificios aquí en Harvard”. “Por un momento la mujer quedó en silencio y el presidente pensó que tal vez podría deshacerse de ellos ahora”. “La mujer se volvió a su esposo y con un suave semblante, le dijo: -¿Tan poco cuesta iniciar una universidad? ¿Por qué no iniciamos la nuestra?”. “El rostro del presidente se oscureció en confusión y desconcierto”. “La pareja, humildemente vestida, se paró y se fue, viajando a Palo Alto California, donde establecieron la universidad que lleva su nombre, en memoria de un hijo del que Harvard no se interesó”. “La Universidad “Leland Stanford Junior” fue inaugurada en 1891, en Palo Alto. “Junior” porque era en honor al fallecido hijo del rico terrateniente”. “Ese fue su “memorial” y hoy en día Stanford es número uno del mundo, por arriba de Harvard”. (Fin del relato).

(Solo que la leyenda –entra el Sisimite– viralizada en las redes y reenviada masivamente a los “chats”, así como la cuentan, no es cierta. -Tenés razón –asiente Winston– lo cierto es que, Leland Stanford siendo gobernador de California, (también fue senador) compró 650 hectáreas de terreno con el fin de construir una enorme granja de caballos, a la que llamaría “Palo Alto Stock Farm”. “Con el tiempo adquirió las propiedades colindantes, hasta juntar 8,000 hectáreas en total”. “Leland se crio y estudió derecho en Nueva York para mudarse al oeste del país atraído por la fiebre de oro”. “Hizo su fortuna en el mundo de los ferrocarriles”. “Con su esposa Jane, tuvieron un hijo, Leland Stanford Junior, quien murió de fiebre tifoidea a sus tempranos quince años de edad”. El matrimonio, que ya no podía hacer nada por su propio hijo, iluminado por la luz divina dispuso que “los hijos de California serán nuestros hijos”. -Para recordar la memoria –interrumpe el Sisimite– de su difunto hijo “barajaron varias posibilidades”. “Un museo, una escuela técnica, y al final –con todo y que también montaron el museo– decidieron construir una universidad en California”. -Fue cierto –agrega Winston– que “fueron a Harvard, como a otras universidades, pero solamente a recibir recomendaciones sobre el proyecto en mente”. “El nombre original de la alta casa de estudios fue Universidad de Lelant Stanford Junior”. -O sea –concluye el Sisimite– la moraleja es que no hay que creer todo lo que transmiten en las redes, y menos el “copy paste” de los chats. -Así es –suspira Winston– pero no dudar del todo de la predestinación; que circunstancias trágicas de la vida pueden ser inspiradoras de perdurables emprendimientos).

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