BATALLAL NAVAL EN TRUJILLO CONTRA LOS SUDAMERICANOS (2/2)

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11 de mayo de 2024
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12:19 am
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BATALLAL NAVAL EN TRUJILLO CONTRA LOS SUDAMERICANOS (2/2)

Cañones del Fuerte de Santa Bárbara, Trujillo.

Rafael Ángel Elvir (*)

“El 22 de abril, a las 5 y media de la mañana, mandé arbolar el pabellón español afirmándolo con un cañonazo con bala. Enseguida lo hace igualmente el enemigo con la bandera blanca. A los pocos momentos reitera segundo cañonazo y observando que no le contestaba, tira el tercero arbolando el pabellón insurgente y empieza a maniobrar desfilando los buques sobre su izquierda con dirección a la ría de Guaymoreto; reunido aquí con las lanchas al agua, reconocen la trinchera que guarda este puesto, rompen contra ella el fuego de bala y metralla, hasta lograr allanarla y hacer que la tropa que guarnecía se retirase al camino abierto, en donde se sostuvo despreciando el horroroso fuego que a quemarropa le hacia el falucho y los dos bergantines que había destacado el enemigo para proteger el desembarco que intentaba verificar por este punto, lo que advertido por el comandante de esta avanzada el teniente Caribe Nicolás Montero, se adelante, y parapetado con su gente en los escombros de la misma trinchera, tira una descarga cerrada de fusilería a la tropa que del falucho se empezaba a embarcar en las lanchas (para aproximarse a la playa), y enseguida con un fuego graneado contiene por dos ocasiones la tentativa del enemigo, pero cargando este con mayor empeño con los dichos buques y otras dos goletas que vinieron en su auxilio, lograron con su fuego vivo de metralla hacer retirar nuestras tropas de la primera y segunda avanzada, replegándose hasta la tercera trinchera; y quedando para ellos esta parte de la costa, hacen el desembarco por el punto indicado, echando en tierra a cuatrocientos hombres y quince caballos”.

Hasta a aquí hemos visto que el teniente Caribe Nicolás Montero ha venido en retirada con sus caribes, de la primera trinchera en la barra de la Laguna de Guaymoreto hasta la tercera trinchera en las afueras de Trujillo, empujado por el fuego de los buques del capitán don Luis Aury. Allanada esta trinchera pueden entonces desembarcar 400 sudamericanos y marchar sobre la cuarta trinchera o penúltima trinchera.

“Empiezan estos a avanzar formados en columna (seguros ya de la victoria) y con el fuego de los buques protegiendo su marcha, les permite continuar sin mayor obstáculo hasta la cuarta trinchera en la que son recibidos por las avanzadas que habían venido retirándose y la tropa que de la plaza había mandado para su refuerzo. Y no pudiendo resistir el enemigo a estas fuerzas se retira. Después de tener algunos muertos y heridos, cuyo daño observado por los buques, se aproximan para abatir esta trinchera, y con su vivo fuego de metralla obligan a nuestra tropa a desampararla con la pérdida del teniente de Caribes Pedro María, que murió y la de dos soldados heridos, retirándose, se pone a cubierta en la quinta trinchera”.

Hasta aquí la victoria sonreía a los sudamericanos que venían a liberar a los centroamericanos del dominio español, llegando a la quinta trinchera en la fajina del puerto de Trujillo y ahora comienza el contraataque de las fuerzas realistas compuestas de españoles, yoreños y caribes; pero, “a este punto solo avanzó la vanguardia del enemigo en número de diez o doce la caballería, y como 30 de infantería; pero inmediatamente es rechazada por los nuestros, y se retira a todo escape a reunirse con el total de las fuerzas que se habían situado en el tercer puesto, desde donde ya no se atrevió a adelantarse, al mismo tiempo la mayor parte de los buques empiezan a desfilar sobre las baterías de la plaza, haciéndoles fuego en toda la línea, el que es recibido con toda serenidad, rompiéndoles estas el de su artillería desde las nueve y media de la mañana y sosteniéndolo incesantemente hasta las dos de la tarde, a cuyo tiempo, alejándose los buques del cañón de las baterías, cesó el fugo de una y otra parte”.

“Habiendo observado, desde el fuerte en donde estaba observando las operaciones del enemigo, que un destacamento de su tropa intentaba introducirse ´por el monte, ordene que saliera una avanzada para reconocer la falda del cerro Capiro y avenidas al caríbal, por si acaso intentaban introducirse por retaguardia de la población; en efecto, salió como había pensado, pues se encuentra con el enemigo que venía franqueándose camino, ya fuese con aquel objeto, ya con el de excitar alguna de nuestras posiciones en la costa, y a pocos tiros salen disparos y se retiran al punto de donde se habían destacado. Viendo el enemigo frustrado su intento, renueva el fuego como a la media hora, con mayor empeño, y el de nuestras baterías le corresponde con el mismo denuedo que lo había hecho antes; conoce por fin el enemigo, que sus esfuerzos eran vanos para desanimarnos, y como a las 4 de la tarde se retira del todo, incorporándose con los demás buques que sostenían la tropa desembarcada, sin hacer otro movimiento el resto de la tarde”.

Continua el relato del comandante Palomar que esa noche no hubo ninguna actividad bélica de la escuadra más que el ruido del martilleo en la reparación de los daños sufridos por los buques.

“A la mañana siguiente, abril 23, se reembarcaron sigilosamente, dejando en la plaza sus caballos, algunos morrales de galleta y frascos de aguardiente, 40 muertos y heridos, dándose los buques a la vela al amanecer” (Antonio R Vallejo, “Historia Política y Social de Honduras”).

El gobernador y capitán del Reino don Carlos Urrutia premió a los militares
“ascendiéndolos al grado inmediato superior. Las más expresivas gracias a todos los de la misma plaza. Abonar a la viuda del teniente de morenos José María Zapialla y a la de Justo Fariñas una pensión de la cuarta parte de los sueldos de aquellos, según su clase, debían disfrutar, y al herido capitán de la misma clase Francisco Demani, le concedo desde luego la medalla de oro con el Real Busto que he dispuesto remitir por correo… y en el caso de quedar inútil se le abonará el mismo día de la acción el sueldo integro asignado a su empleo”.

No vemos aquí ninguna mención del heroico teniente caribe Nicolás Montero que luchó como un león en la primera trinchera en la barra de Guaymoreto hasta la tercera, ni a Pedro María que defendió la cuarta, antes de llegar el refuerzo de la plaza seguramente compuesto por los Dragones de Yoro y que murió en la refriega. Debe ser una omisión involuntaria.

(*) Rafael Ángel Elvir, La Villa de Triunfo de la Cruz en la historia, San Pedro Sula, 2000, páginas 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43. Rafael Ángel Elvir, fue hijo de Antonio R. Elvir, alcalde de Tela, por nueve períodos de un año. Antonio Elvir que gestionó los ejidos de Tela, fue destacado hombre público, activo dirigente político y un empresario agrícola que en algún momento, formó sociedad con Samuel Zemurray. Su última finca agrícola, se llamó Puerto Arturo. Había nacido en Olanchito, Yoro, el 17 de enero de 1869.

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