Verdaderas razones para participar en política

MA
/
15 de mayo de 2024
/
12:27 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Verdaderas razones para participar en política

Héctor A. Martínez (Sociólogo)

La política es un compromiso de vigilancia y crítica permanente, que debemos ejercer los ciudadanos que no formamos parte de un gobierno o de un poder.  De hecho, nuestra participación política no debe limitarse a los partidos y a los tiempos electorales, porque no somos piezas de un tablero, sino que somos los jugadores.

Por otra parte, la democracia se alimenta de la constante intervención de los ciudadanos a través de los medios disponibles en que nos toca participar, desde los patronatos comunitarios, iglesias, sindicatos, colegios profesionales y asociaciones intermedias de la sociedad civil. Cuando dejamos de ejercer este deber cívico, otros toman las decisiones por quienes nos ausentamos, por confort y desidia, de los foros de participación pública, asambleas organizacionales, elecciones gremiales e incluso, de las intervenciones particulares en los medios de comunicación.

Cuando un gremio o una organización no gubernamental cae bajo las garras de un gobierno, se debe a esa ausencia irresponsable de sus miembros y a la escasa participación en las decisiones políticas.

La verdadera misión del Estado, entendido como un poder absoluto -que no es tal, desde luego- es garantizar los derechos más fundamentales, incluyendo la crítica misma. Pero, cuando estas garantías se pervierten, se pierde toda legitimidad y toda legalidad política, por lo que, nos corresponde a los ciudadanos ejercer presión para arreglar los entuertos de los funcionarios públicos.

En sociedades con un bajo nivel de escolaridad y cultura cívica -como la nuestra-, la desidia política y el abstencionismo contribuyen a la institucionalización escandalosa de la corrupción. La CICIH, por ejemplo, es una respuesta a la incapacidad jurídica del Estado, desde luego, pero también responde a la negligencia de los ciudadanos que, al deponer las armas de la crítica, contribuimos a legitimar los horrores que ahora nos aquejan.

No siempre las leyes y decretos que se lanzan desde las cámaras legislativas son morales o beneficiosas para el conglomerado social. No está de más recordar que el poder emana del pueblo; lo mínimo que podemos hacer es exigir el respeto a la voluntad popular cuando los grupos de poder invierten el sentido de la soberanía para complacer sus caprichos. Por cierto, los políticos han encontrado en los plebiscitos la manera de suplantar esa voluntad, tratando de imponer los verdaderos designios que se parapetan detrás de las apariencias constitucionales.

Cuando los gobiernos abusan de las leyes, rompen las constituciones -en nombre del pueblo, según ellos- y toman decisiones que se ganan la repulsa popular, ¿de quiénes creen ustedes que es la culpa? Sociedades que han perdido todo ambiente de crítica política son las que, en este momento, se encuentran en verdaderos aprietos; son las mismas donde la libertad y la justicia, los derechos, la diversidad y la inclusión, no son más que simples caricaturas que tienden a la desaparición.

Cuando dejamos de participar activamente, otros deciden por nosotros, además de que se abre el camino hacia la concentración del poder y la imposición de gobiernos autoritarios. Esa no es la razón histórica, ni fue la preocupación de los pensadores clásicos que se desvelaron escribiendo sobre la soberanía, la libertad y la democracia.

Insisto: ¿de quiénes creen ustedes que es la culpa? Cuando nos percatamos de nuestro error; cuando queremos enderezar los yerros, ya es demasiado tarde. Es la misma suerte que corren Venezuela, Nicaragua y El Salvador; y es la misma que pronto veremos en otros lados de Latinoamérica.

Más de Columnistas
Lo Más Visto