FERIAS DE LIBROS

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19 de mayo de 2024
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12:50 am
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FERIAS DE LIBROS

BUENOS AIRES, Bogotá y Guadalajara, son ciudades latinoamericanas famosas, entre otros hechos, por sus ferias internacionales de libros, que se realizan en el curso de cada año, mediante exposiciones pluralistas y multidisciplinarias, con la presencia de conferencistas procedentes de diversas partes del mundo. A pesar de las contrariedades bajo las cuales se encuentran focalizados los países de esas ciudades, es notorio el interés de las casas editoras y del público lector en general, porque sus naciones se destaquen en este renglón importante para el verdadero despegue material y espiritual de cualquier sociedad.

En Honduras hubo un momento de alta producción comparativa de libros de diversas tendencias y disciplinas, durante la década del noventa del siglo pasado y en los primeros cinco años del tercer milenio. Por motivos que sería prolijo enumerar, aquella producción editorial disminuyó ostensiblemente en los últimos veinte años. Con la salvedad que, en la rama de poesía, ha habido una especie de explosión singular, entre los poetas más jóvenes de reciente generación, que han lanzado pequeños poemarios por doquier, tanto en Tegucigalpa como en San Pedro Sula. Ocupando un segundo lugar la narrativa.

Pero es pertinente señalar, en este punto de observación, que en algunas mediciones continentales Honduras aparece clasificado como el país en donde existen menos lectores, es decir, en donde menos se leen libros. Hasta podría resaltarse la paradoja que en la medida que en décadas anteriores crecía la producción editorial, proporcionalmente a la inversa disminuía la cantidad y calidad de lectores, por causa de factores que podrían ser estudiados desapasionadamente y a fondo. Porque una cosa es que alguien lea libros de su especialidad, y otra cosa muy distinta es un verdadero lector voluntarioso y multifacético. Quizás este fenómeno de los escasos lectores hondureños explique la poca capacidad al momento de interpretar los acontecimientos nacionales, regionales y hemisféricos, en tanto que muchos pasan enredados en el lado negativo o perverso de las llamadas redes sociales. Que conste que existe un meritorio lado positivo.

Las pocas ferias de libros locales ayudan a paliar, en parte, el fenómeno de la precariedad espiritual. De hecho en Honduras se han registrado cuatro pequeñas ferias de libros, más o menos importantes, en el curso del último decenio: dos en Tegucigalpa, una en San Pedro Sula y otra en la ciudad de Gracias, departamento de Lempira. Predominan en dichas exposiciones los libros de poesía, cuentos, novelas y textos de “autoayuda”. En todo caso merece un aplauso sincero el esfuerzo de los patrocinadores, de las pocas librerías que existen (cada vez menos) y las iniciativas de los autores independientes.

Por cierto, a los autores y a los pequeños libreros nunca debieron haberlos sometido al pago de impuestos en un país en donde los escasos productores de libros hacen actos de heroísmo a fin de publicar un solo folleto, a veces de sus propios bolsillos. Más bien debieran ser exonerados y premiados por el Estado, en consideración del auxilio espiritual que prestan a una sociedad que jamás se va a desarrollar en ausencia de lectores serios y pluralistas. Mucho menos en ausencia de científicos.

Las ferias de libros en Honduras debieran ser más frecuentes, más grandes y más ambiciosas en materia de cobertura geográfica, académica, demográfica y en diversidad de pensamientos. El Estado tendría que ofrecerles luz verde a los escritores, a los productores de libros y a los organizadores de ferias abiertas, tanto para catrachos como para extranjeros.

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