¿LA MANIVELA?

MA
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21 de mayo de 2024
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12:25 am
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¿LA MANIVELA?

DOS historias vienen a la mente alusivas al proverbio “tanto va el cántaro al agua hasta que se quiebra”. Sobre la virtud de ser prudentes y no excederse para evitar consecuencias negativas, la fábula de Esopo: “El niño y los dulces”. “Un niño metió su mano en un jarro lleno de nueces y dulces”. “Queriendo sacar una gran cantidad de una sola vez, no podía sacar la mano ya que el cuello del jarro era demasiado estrecho”. “Sin embargo, no estaba dispuesto a soltar ninguna de las nueces o dulces, por lo que comenzó a llorar”. “Un hombre que pasaba por allí le vio y le dijo: – Sé más razonable, hijo mío. Saca solo la mitad y podrás sacar la mano con todo lo que quieras. (La falta de moderación puede llevarnos a perderlo todo).

Y estas estrofas, “La Lechera”, de Félix María de Samaniego: “Llevaba en la cabeza/ una lechera el cántaro al mercado,/ con aquella leche pensaba lograr/ un buen dinero para poder comprar/ un canasto de huevos y criar cien pollos/ que saltaran, alborozados, por el corral./ Después, vendería los pollos/ y con el dinero, un cochino compraría,/ que muy gordo crecería y con bellotas engordaría./ Con tanto, mi madre estaría feliz,/ me compraría un vestido nuevo para el día de San Juan./ Danzaría y brincaría con las mozas del lugar,/ y hasta el cielo llegaría mi felicidad./ Con este pensamiento en el aire,/ sacudió la cabeza,/  se cayó el cántaro,/ y con él, toda la leche derramada,/ y se fue la dicha, la danza y el vestido de San Juan”. Ese dicho –“tanto va el cántaro al agua hasta que se quiebra”– es viejo, quizás, originado en observaciones de la vida cotidiana. Aparece en textos antiguos y ha sido transmitido, de boca en boca, vía la tradición oral, como parte de la sabiduría popular, para significar que acciones imprudentes repetidas podrían tener consecuencias negativas. Metafóricamente, algo frágil, como un cántaro, tras uso imprudente y repetidos viajes al río o a los pozos de agua, inevitablemente se quiebra. En la literatura española don Miguel de Cervantes, en el Quijote de la Mancha, usa una variante:  “Tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe”.

(A propósito de cuentos –entra el Sisimite–varios del colectivo han preguntado ¿qué es eso de “monitos cilindreros”? -¿No serían –interviene Winston– esos monitos acompañantes de músicos ambulantes, que portaban un organillo, una especie de cilindro –para entretener espectadores con su tonadita– mientras los monitos, vestidos con ropita atractiva, hacían trucos, recogían el dinero del público y le daban vuelta a la manivela del organillo? -Esos meros –interrumpe el Sisimite– daban función en Europa, como una atracción popular en las calles de Londres, de París y Roma en el siglo XIX. La tradición llegó a países de América Latina –México y Argentina–“convirtiéndose en una imagen icónica del entretenimiento callejero”. –En México –apunta Winston– forman parte del folclore urbano, y hacen lucir sus habilidades en festividades y celebraciones tradicionales).

(Hay un cuento –prosigue el Sisimite– de “un inversionista que le hizo una oferta al músico por el mono, que no pudo rehusar”. –Ya recuerdo –interviene Winston– “El tipo, ya con el monito en su haber, fue a comprar un gran órgano de tubos de bronce y madera fina e hizo confeccionar un lustroso traje sastre a la medida, para el mono. -¡Andá toca que vamos a hacernos ricos, le dijo al mono!”. “Este, feliz y emocionado hizo lo que sabía hacer: darle la vuelta a la manivela. Pero no salía ningún sonido del órgano, por más que la giraba, despacio, ligero, al derecho al revés, no se escuchaba sonido alguno”. “-¡Pero ¡qué pasa!, –le dijo el inversionista enfadado– ¿no fue que nos dijeron que vos eras el que hacía la música?”. “El mono, avergonzado, se dio cuenta que él solo sabía darle vuelta a una manivela, pero que la música era puesta por su antiguo amo para que se escucharan esas melodías”. -Pues bueno –concluye el Sisimite– cada cuál en el colectivo saque sus propias interpretaciones).

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