La necesidad de reforestar y cuidar el bosque

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21 de mayo de 2024
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12:39 am
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La necesidad de reforestar y cuidar el bosque

Rafael Delgado

Las advertencias sobre el desastre ambiental iniciaron hace mucho tiempo. Desde la ciencia, tanto a los ciudadanos como a los gobiernos, se les presentó un panorama sombrío que había que evitar. Las conferencias mundiales de Río de Janeiro en 1992, Kyoto en 1997 y Paris 2015 señalaron lo que venía y lo que había que hacer. Sin embargo, en este país se hizo poquísimo para ir a las causas de lo que estaba gestándose. Siempre existieron las excusas para no hacer lo necesario o para hacer precisamente lo contrario.

Particularmente recuerdo que hace más de veinte años publiqué un artículo acerca de la tala de más de 100 hermosos árboles en San Pedro Sula para ampliar el boulevard hacia la UNAH-VS. Algunas respuestas que recibí fueron de incomprensión ya que, en el caso de esa obra, se me dijo, se trataba de dar lugar a un moderno boulevard de cuatro carriles para el progreso de la ciudad y el bienestar de sus habitantes. ¡Los árboles o el desarrollo de la ciudad! era el falso dilema con el que se justificaron verdaderas agresiones al medio ambiente.

Ahora en San Pedro Sula como en el resto del país estamos en medio de la crisis ambiental porque, entre otras cosas, las zonas cubiertas por vegetación y árboles se han destruido. La quema sigue ocurriendo; la tala agresiva continúa y las excusas sobran para hacerlo, sin que haya institucionalidad privada ni pública capaz de revertir esos comportamientos y acciones que han acelerado lo que hoy vivimos. Por ello es necesario emprender las acciones que al menos puedan evitar lo peor y que deben ser impulsadas no solamente con decisión, sino con conocimiento.

Siempre se ha escuchado sobre planes de reforestar que al final terminan en actividades esporádicos. ¡Qué bien que se haga y muchas felicitaciones para los que emprenden esas acciones! Pero necesitamos mucho más que eso, implementado en el marco de un programa que señale áreas prioritarias ya sea por su cercanía a una fuente de agua o población, que indique las especies de árboles, la temporada para sembrar y sobre todo los responsables del cuidado posterior a la siembra de las áreas escogidas. Todo ello debe emprenderse tanto en tierras nacionales como en tierras municipales y privadas, con la participación masiva y permanente de importantes sectores del país. Es inconcebible que, teniendo varias instituciones relacionadas con el ambiente en el gobierno central, en las municipalidades, así como en las fuerzas armadas, no se puedan movilizar sobre todo más personas para lanzar algo con sentido e impacto ¿Dónde están los líderes para armar algo coherente?

Como en muchos otros problemas del mundo y del país, la clave está también en la educación. Los contenidos de todas las clases tanto de las escuelas y de las universidades deben de contemplar la educación ambiental. Ya no se trata de formar sobre ello en una clase específica, sino que como objetivo transversal la formación ambiental debe estar presente en las clases tanto de las ciencias naturales como de las ciencias sociales. Lógicamente que si se sigue la cadena de acciones hay que formar adecuadamente también a los futuros formadores. Con ello se logrará que los docentes en sus prácticas diarias actúen de conformidad con estos nuevos paradigmas del desarrollo.

Por los medios sociales circula información muy interesante de países que han emprendido campañas de reforestación exitosas, respecto a sus metas y a su propósito fundamental. Las evidencias señalan que se han logrado desarrollar espacios urbanos y rurales tanto productivos como agradables para sus habitantes. No existe tal conflicto entre los árboles y el desarrollo. Está muy claro que esas sí son las experiencias que deben conocerse y adaptarse a las condiciones de Honduras.

Estoy seguro que le corresponde también mucho de esto a las instituciones y empresas privadas que deben zambullirse en los principios del desarrollo sostenible y aportar localmente para que el bosque en todas sus formas se mantenga vivo y vibrante como parte de ese hábitat que está encadenado a todos los demás espacios del planeta. Las prácticas empresariales y sus metas no deben estar en conflicto con los objetivos de preservar la naturaleza.

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