¿EL CIRCO?

MA
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22 de mayo de 2024
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12:25 am
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¿EL CIRCO?

EL colectivo se ha interesado por el origen como por los cuentos de los monitos cilindreros. Así que, para que no crean que todos los monitos cilindreros –de la campaña satánica– que mueven la manivela del organillo maledicente y calumniador, son torcidos, pedimos a la IA alguna historia feliz de alguno de ellos no tan nocivo: “El monito cilindrero y el circo”: “Había una vez un pequeño monito cilindrero que vivía con su dueño, un hombre amable pero pobre que tocaba su cilindro en las calles para ganarse la vida. El monito, llamado Tito, llevaba una pequeña gorra roja y una chaqueta azul, y cada vez que su dueño tocaba el cilindro, Tito hacía graciosas acrobacias para divertir a la gente”. “Un día, mientras trabajaban en la plaza del pueblo, un gran circo llegó a la ciudad. Tito observó maravillado cómo los artistas del circo montaban sus carpas y preparaban sus espectáculos. Esa noche, Tito decidió ir a ver el espectáculo. Se escabulló fuera de su pequeña jaula y corrió hacia la gran carpa del circo”.“Dentro, Tito vio cosas asombrosas: trapecistas volando por el aire, payasos haciendo reír a la multitud, y animales realizando increíbles trucos. Pero lo que más le impresionó fue ver a otros monitos realizando acrobacias sobre elefantes y caballos. Tito soñó con unirse a ellos y vivir una vida de aventuras y emociones”. “A la mañana siguiente, Tito le habló a su dueño sobre su sueño de unirse al circo. Su dueño, aunque triste de pensar en perder a su pequeño amigo, entendió su deseo y decidió ayudarlo. Juntos fueron a hablar con el director del circo, quien, impresionado por las habilidades de Tito, aceptó darle una oportunidad”. “Tito se unió al circo y pronto se convirtió en una de las estrellas del espectáculo. Hizo nuevos amigos y vivió muchas aventuras emocionantes. Sin embargo, aunque disfrutaba de su nueva vida, nunca olvidó a su antiguo dueño. Cada vez que el circo visitaba un nuevo pueblo, Tito buscaba en la multitud a su amigo y lo saludaba con una reverencia especial”. “Finalmente, Tito se dio cuenta de que, aunque amaba el circo, su verdadero hogar estaba con su antiguo dueño. Así que un día, decidió regresar. El reencuentro fue emotivo, y Tito comprendió que no importaba dónde estuviera o qué hiciera, siempre estaría feliz mientras estuviera con aquellos a quienes amaba”. “Y así, Tito y su dueño continuaron viajando juntos, haciendo felices a las personas con su música y acrobacias. Tito nunca dejó de soñar con el circo, pero ahora sabía que su lugar estaba al lado de su querido amigo”.

(No tardan los mal pensados –entra el Sisimite– en buscarle el entrelineado, que no lo hay o el sentido figurado a ese cuento. -¿Cómo así –pregunta Winston– sobre eso que el monito cilindrero, apegado a su antiguo amo, dejó su vida de espectáculo, de aventuras y de piruetas en el circo, y prefirió la mano generosa que lo había amaestrado? -Pues quizás –tercia el Sisimite– no deja de ser una virtud ese afecto. -De acuerdo –asiente Winston– solo que el monito cilindrero del otro cuento, como el de las alianzas satánicas –los que sirven a sus amos– suponen que cuando alguien le sirve al país es aliado de tal o cual gobierno, hasta el fin de sus días no paró ni un instante, de darle vueltas a la manivela del organillo, tocando la música que el amo ponía. -¿Y no es –corrige el Sisimite– que cuando el amo se lo vendió al inversionista, y este compró un órgano lujoso que no era de cilindros, por más que le daba vuelta a la palanca, no salía música? -Sí –admite Winston– pero el final del cuento es que el cilindrero se escapó y, con el ánimo de seguir divirtiendo público, fue a buscar a su antiguo amo. -No estarás ironizando, pregunta, incrédulo el Sisimite. -Pues no –responde Winston– solo que, si te acordás, dijiste que cada cuál en el colectivo sacara sus propias conjeturas. -O sea –concluye el Sisimite– no hay forma de civilizar a ciertos monitos cilindreros que –ahora en campaña apátrida, guiados por la partitura del cortejo mortuorio, compuesta por ilustres plumas– le tocan la marcha fúnebre al país. Qué raro que aquel que dijimos se moleste por este diálogo –eso pone en su rabieta– “con animales”, viniendo de alguien que trata a gente decente, honorable y digna no con el respeto que merecen sino como animales).

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