BARLOVENTO: En medio de miradas globales

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23 de mayo de 2024
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12:03 am
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BARLOVENTO: En medio de miradas globales

Por: Segisfredo Infante

De la sabiduría milenaria de las culturas del Lejano Oriente, se ha desprendido una especie de proverbio que reza: Hay tres modos diferentes de observarnos unos a otros: según como los demás creen que nosotros somos; luego mediante aquello que nos imaginamos que somos; y finalmente lo que realmente somos. El proverbio es muy bonito, casi de película, porque induce al pensamiento reposado.

No obstante la belleza del lenguaje, el asunto se complica cuando preguntamos, con espontaneidad y perspicacia, qué cosa es la “realidad”. Aquí debo recordar que de Medardo Mejía aprendí, con las limitaciones temporales del caso, que la realidad es “multilátera”, como si se tratara de un poliedro. Y si acaso avanzamos en este horizonte veremos que se han publicado muchos libros y ensayos en los cuales se abordan los temas de la “realidad” y sus configuraciones conexas, y que hay por lo menos un grueso volumen interesantísimo en donde se postulan ocho teorías específicas sobre la realidad en el curso del siglo veinte, que podrían ser valederas en los comienzos del tercer milenio. En todo caso estos renglones me retrotraen a los debates gnoseológicos de Sócrates y Platón, versus los profesores sofistas de la antigüedad, expertos en retóricas fluidas y en superficialidades del “ágora”, con aquellas excepciones del caso que habría que buscarlas con una lupa de alta resolución, sobre todo en las “infinitas” páginas pedagógicas de la “Paidea” de Werner Jaeger (1953, 1992).

Yendo más lejos del proverbio inicial, la realidad equilibrada podría ser el producto analítico y sintético de la conjugación dinámica de las tres trayectorias de observación humana, para alcanzar al final lo que nosotros deseamos ser. (El “deber ser” dicen los filósofos clásicos). Desde otro punto de observación quizás nosotros los occidentales seamos los primeros en rechazar el aprendizaje derivado de las antiguas sabidurías orientales, en tanto que estamos demasiado cómodos con las hipotéticas consistencias que imaginamos poseer, incluyendo aquella actitud interna de que nada nuevo necesitamos aprender de la modernidad del siglo veinte; mucho menos de las posmodernidades transitorias de los comienzos del tercer milenio, ya que “lo sabemos todo”. Aquí conviene recomendar una aproximación (lo hemos sugerido en otros textos) a los sabios intelectuales de la “Escuela de Kioto”, que en Japón han sabido empalmar, serenamente, el pensamiento filosófico oriental con el occidental. En consecuencia, habría que indagar cómo es que ellos, en el Lejano Oriente, han logrado cristalizar tan difícil proyecto académico-intelectual.

Pues bien. Frente a las orillas de una supuesta comodidad “conceptual”, existe otra observación desde los ojos penetrantes de los ciudadanos comunes y corrientes de la calle, en los niveles regionales, continentales y globales, quienes a pesar de sus escasas lecturas, han aprendido a observar las viejas y las nuevas trayectorias, y han recurrido a la añejísima “intuición” de mirar y percibir, con un tercer ojo, los acontecimientos mundiales. Es la sabia mirada del ciudadano humilde que con mucha agilidad puede esconder sus pensamientos verdaderos frente a los desfiles apabullantes y en medio de los gritos ensordecedores.

Un experto en el tema de las miradas con perspectiva fue Ortega y Gasset. Por eso el pensamiento moderado, aparentemente aristocrático y a veces incisivo de aquel filósofo español de las primeras cinco décadas del siglo veinte, resultaba fastidioso a los fanáticos y a los frívolos que manejaban sus dichos absolutos inmisericordemente, es decir, sin ninguna misericordia hacia los demás. La dinámica zigzagueante de la vida hispanoamericana, europea y contemporánea del mundo actual, ha terminado por darle la razón, en un alto porcentaje, al pensamiento perspectivista (y ratio-vitalista) de José Ortega y Gasset, razón agregada que obliga a que nos agachemos a estudiarlo, a fin de culturizarnos y humanizarnos un poco, si no es demasiado tarde.

Aparte del perspectivismo orteguiano, es recomendable aprender a descubrir, atisbar y despejar las diminutas “infraseñales” positivas, negativas y ambiguas que consciente o inconscientemente emiten los demás (incluyendo las nuestras). Esto conecta con la disciplina de la “semiótica” que hemos mencionado en varios artículos, en la parte que concierne a los lenguajes corporales, que desde los poros y las miradas ofrecen avisos aproximados acerca de las certidumbres, las arrogancias, las dudas y las tremendas congojas de aquellos personajes que determinan, o intentan determinar, los destinos del mundo.

Claro está que una probable respuesta ante la percepción acertada o equivocada de la gente, es ignorar los hechos y utilizar un lenguaje despectivo fabricado con el propósito de negarles todas las capacidades de percepción política-económica a los ciudadanos de la calle o a los opinadores públicos. Pero, por mucho que los publicistas le azucaren el rostro a los demás, caminamos en medio de miradas globales que saben “desocultar” y aquilatar los propósitos reales de las agendas que se manejan en cualquier rincón prominente o arisco del planeta, sobre todo en lo que respecta a los grandes y verdaderos socios comerciales.

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