LE comparto –mensaje de un empresario amigo– mis notas de un libro que recién terminé de leer sobre el “Populismo en Centroamérica”. “Paul Taggart sostiene que rara vez el populismo es solo un movimiento, un líder, un régimen o una idea, sino una combinación, aunque difícilmente una en la que se encuentren todos estos elementos al mismo tiempo”. “Como ideología, la esencia de ese populismo está clara: la hegemonía de las masas respecto de la élite culta y la construcción de una ruta no capitalista de desarrollo económico”. Dicho con las pintorescas palabras de Peter Wiles: “La gente simple, que constituye la aplastante mayoría, y sus tradiciones colectivas son las depositarias de la virtud”.
Umberto Eco explicitó el método de reducción de los rivales: “No conceder nunca nada al adversario, demonizarlo siempre, cualesquiera que sean sus propuestas”. “Los populistas, una vez que llegan al poder, polarizan y politizan los espacios públicos y la dinámica diaria de la burocracia estatal”. “Además de acusarlos de someterse a los empresarios, los acusó de corruptos”. “Siguió así un viejo guion, el que Quinto Tulio Cicerón le sugirió a su famoso hermano: “[procura,] si de alguna manera fuera posible, que se levanten contra tus rivales los rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos, algo que no desentonaría con sus costumbres”. Eco explicó esa estrategia de confrontación permanente: “Por consiguiente, tiene que hacer promesas que, aunque para sus seguidores sean buenas, malas o neutras, aparezcan a los ojos de los críticos como una provocación”. “Y tiene que hacer una provocación todos los días, y mucho mejor si es inconcebible e inaceptable”. “Esto le permite ocupar las primeras páginas de los periódicos, encabezar los informativos y estar siempre en el centro de la atención”. “En segundo lugar, la provocación ha de ser tal, que el contrario no pueda aceptarla y se vea obligado a reaccionar con energía”. “Conseguir provocar todos los días una reacción indignada del contrario le permitió a Berlusconi mostrar a su electorado que es víctima de una persecución (“Veis, diga lo que diga, me atacan”)”. El novelista español Javier Cercas dice que “los buenos mentirosos no solo trafican con mentiras, sino también con verdades, y las grandes mentiras se fabrican con pequeñas verdades”. “Los populistas mienten diciendo pequeñas verdades que seducen a la multitud”. “Enfocan su atención sobre el punto que genera insatisfacción, dicen exactamente lo que la masa convocada quiere escuchar y, una vez en el poder, proceden según la estrategia que les permite afianzarse en el poder”. “Dicen y se desdicen de palabra o con las obras, más frecuentemente con las omisiones”.
(El fenómeno –entra el Sisimite– no es exclusivo acá o en Europa, también ocurre en Norteamérica. Jonah Goldberg, en su libro, “El suicidio de Occidente” desarrolla cómo el renacimiento del tribalismo, el populismo, el nacionalismo y las políticas de identidad está destruyendo la democracia estadounidense”. -Sí –interviene Winston– relata el milagro inglés a finales del siglo XVII. “¿El secreto? Instituciones liberales ilustradas que reprimieron el lado tribal más oscuro de la naturaleza humana”. “El milagro se extendió a Estados Unidos, una república fundada por una élite visionaria que apreciaba el derecho a la vida, la libertad y la propiedad”. “Fue una receta ganadora para Occidente”. -Sin embargo –interrumpe el Sisimite– “hoy –dice el autor– el legado de Occidente está en peligro”. “El tribalismo está una vez más en aumento”. “Las políticas identitarias de izquierda, el nacionalismo trumpiano y el rechazo populista de las instituciones liberales amenazan, por todos lados, el milagro de la modernidad”).
