DE LA ESCASEZ A LA ABUNDANCIA

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26 de mayo de 2024
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12:45 am
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DE LA ESCASEZ A LA ABUNDANCIA

EN la ribera mediterránea existieron pequeñas sociedades europeas antiguas que se vieron en la circunstancia, después de varios siglos de nomadismo, de sedentarizarse y habérselas con un ambiente geográfico contrario al esquema de la agricultura neolítica. Así que se dedicaron a la crianza de ovejas, cabras, a la pesca y a un comercio primitivo. Con el paso del tiempo plantaron viñedos y olivos. En realidad se trataba de un nicho ecológico en donde eran frecuentes las sequías y los terremotos, y la pobreza de sus habitantes.

Pocos podrían imaginar que estamos hablando de la Grecia Antigua, en donde al final florecieron las artes, la poesía, la retórica, la dramaturgia, el arte clásico, la democracia, la filosofía y las ciencias particulares. Este hecho “milagroso” del desarrollo humano antiguo, debe poseer diversas explicaciones causales. Pero quizás la más importante sea la capacidad organizativa de los dirigentes con el objeto de mantener compactas, y al mismo tiempo relacionadas, a las pequeñas comunidades primigenias que se asentaron en aquella península de territorio irregular, y una mente muy abierta de los habitantes al aprendizaje positivo en ligamen con otras culturas y civilizaciones milenarias.

No experimentaron, los griegos antiguos, las enormes ventajas comparativas de los primeros civilizadores mesopotámicos, quienes aprovecharon al máximo las posibilidades agrícolas y de navegación de los ríos Éufrates y Tigris. Ni mucho menos contaron con las ventajas de los egipcios que tenían el río Nilo a su disposición, y sus riquezas potenciales a la vista. Los griegos, a la inversa, tuvieron que domesticar un paisaje duro, peñascoso, en donde el porcentaje de fertilidad de sus tierras siempre ha sido escaso, hasta el día de hoy.

Es legítimo comparar a Honduras con países como Grecia, por lo menos en lo que concierne a nuestras limitaciones geológicas y climáticas actuales. Los griegos antiquísimos tuvieron que enfrentar, increíblemente, incendios forestales parecidos a los nuestros, ya que desde entonces las oscilaciones climáticas hacían estragos en ciertas sociedades, tal como se ha demostrado en algunas civilizaciones andinas (de América del Sur) que colapsaron por causas naturales derivadas de la alternancia de los fenómenos conocidos como “El Niño” y “La Niña”. En cuanto al colapso de los mayas del hermoso periodo clásico mesoamericano, las variadas hipótesis continúan flotando sobre las mesas de los arqueólogos, antropólogos y epigrafistas.

La cruel realidad de los periodos de resequedad y de calores exagerados que alternan con tormentas chubascosas, en Honduras están a la orden del día, principalmente en las ciudades de Tegucigalpa, Choluteca, Nacaome, Comayagua, San Pedro Sula y sus alrededores, añadiendo a todo ello las oscilaciones climáticas, la ignorancia y la perversidad extrema de los pirómanos, cuyas acciones tenebrosas se han excedido durante los primeros cincos meses del año que transcurre, sin que nada ni nadie los controle.

Una primera pregunta clave que se filtra al intentar comparar de manera forzada a la Honduras actual con la Grecia Antigua, es si alguna vez nuestro país gozará de la prosperidad soñada como eficazmente la materializaron los griegos, a pesar de todas sus adversidades geográficas y climáticas. Y a pesar de sus guerras heroicas. Decimos que la comparación es en parte forzada, en tanto que hace unas cinco o seis décadas Honduras contaba, todavía, con tierras fértiles y una abundante producción de granos. Pero la pregunta capital es si alguna vez alcanzaremos la apertura y la grandeza mental de los griegos clásicos.

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