JUAN RAMÓN ARGUIJO Y MANUEL ANTONIO CASTILLO: VIDAS UNIDAS POR LA HISTORIA

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26 de noviembre de 2023
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JUAN RAMÓN ARGUIJO Y MANUEL ANTONIO CASTILLO: VIDAS UNIDAS POR LA HISTORIA

Manuel Antonio Castillo(QDDG) – Juan Ramón Arguijo.

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
Email:[email protected]

DANLÍ, El Paraíso. Juan Ramón Arguijo Bonilla, es quizá el hombre más conocido en Danlí por su trabajo y trayectoria de hombre honrado, honesto y trabajador. Es un autodidacta reconocido, trabaja la electrónica como el mejor, “si el artefacto no tiene remedio, le dice al cliente, llévelo, es más caro el repuesto y por otra parte, es un producto descontinuado”.

La vida de “Juancito”, como lo llaman de cariño sus amigos se desenvolvió ligado a la vida de don Manuel Antonio Castillo (QDDG), un gran señor, con quien trabajó por espacio de muchos años como su empleado de confianza. Ligar la vida de Juan Ramón Arguijo y Manuel Antonio Castillo es hablar de vidas ejemplares, el primero como un empleado honesto y el segundo, un ciudadano virtuoso emprendedor, además, de los pocos que se abrieron paso en la vida con esfuerzo y trabajo.

La historia de “Juancito”, comienza el día que nació el 23 de octubre de 1947. “La vida de antes era muy difícil, provengo de una familia pobre. Pasé la primaria en la escuela “Pedro Nufio” 1º, 2º y 3º grado y 4º al 6º en la escuela “Gabriela Mistral”. “Desde entonces comencé a trabajar. Recuerdo que mi primer trabajo fue en “Tienda la Reina” de don Manuel Antonio Castillo en 1963. Posteriormente con don Luis Alonso Espinal durante seis años, luego en una gasolinera y un programa de erradicación de la malaria conocido con el nombre SNEEN. Durante todo este tiempo acumulé experiencias”, señala tratando de no dejar nada en el olvido.

Manuel Antonio Castillo, fue amante de los jardines.

El reencuentro con don Manuel Antonio Castillo marcó mi vida hasta hoy. A partir de aquel momento yo sería, no el empleado común, sino su asistente en los negocios, razón demás para mostrarle mi lealtad. Su primer negocio de servicio a la comunidad fue la Agencia Philips, distribuidor de productos electrónicos de excelente calidad. Quien compraba un radio receptor Philips se sentía orgulloso porque no cualquiera en aquellos días tenía la capacidad de comprar calidad.

En 1976 se hace cargo de la agencia “Moda de Paris”, en su propio, edificio, años después esta agencia se declaró en quiebra cerrando agencias a nivel nacional, sin embargo durante los años que funcionó se constituyó en la referente de productos de calidad. Mi trabajo consistía en hacer entregas a domicilio de refrigeradoras, televisores y estufas. “La Moda de Paris”, hizo historia, todavía quedan en algunos hogares productos con larga vida, no eran desechables como ahora.

Yo podría hablar más de mi vida, pero en honor a la verdad, mi vida estuvo ligada a un hombre excepcional y, eso no se olvida, puedo decir que como empleado hice lo mejor que pude. Es imposible desligarse de las personas buenas. Desaparecida “La Moda de Paris”, mi trabajo terminó, pero no mi relación de servicio y lealtad. Siempre me dijo, valoro tu trabajo y trabajo que hagas a mi servicio te lo voy a pagar como corresponde.

Otro aspecto de los jardines, cuyo riego es agua de pozo.

Durante el mundial en Alemania en 1974, aprovechó un tours para viajar, muy entusiasmado me dijo: hijo, usted queda a cargo de los negocios de lácteos de una pequeña hacienda ubicada en Los Almendros, Valle de Jamastrán; yo me voy; se fue por 30 días, durante todo ese tiempo me hice cargo del pago de los empleados y los depósitos bancarios. Al regreso del mundial, se realizó una exposición de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Oriente (ADAGO), en América del Sur, nuevamente me dice, aquí se queda yo me voy. Yo creo que estaba tratando de vivir los últimos años con satisfacción y los vivió plenamente.

Evocando lo que considera eran los últimos días de su jefe, recuerda que una tarde lo llamó a su oficina, con la tranquilidad que lo caracterizaba me dijo, quiero pedirle un favor, manténgase pendiente de mí, venga cada día a mi casa, si una mañana me encuentra muerto, avise a mis hermanas. Ordene la casa, ubiquen un pequeño altar, una vez que todo esté en orden, avise a mis hijos. No quiero rezos, solamente la misa de cuerpo presente en la Iglesia. Mi traslado al cementerio, que no sea por la calle común; quiero que den la vuelta frente al Bazar la Esperanza y pasar frente a mi casa. Creo que don Manuel Antonio vivió como él quiso vivir, sin rencores para nadie, una conducta intachable, dejo todo ordenado, pidió no descuidar el jardín de su casa, regar siempre con agua de pozo. Metódico hasta el final.

Juan Ramón Arguijo, ahora dedicado al arreglo de aparatos eléctricos.

Como lo describimos al inicio, “Juancito”, es un hombre especial, en cierta forma aprendió de su maestro a vivir con decoro. Su vida la pasa haciendo arreglos de aparatos electrónicos, máquinas de escribir, aunque ya no se usan, siempre aparece alguien con una Olivetti y Olimpia, las marcas más conocidas. Máquinas de coser eléctricas, el único que las hace funcionar y acto seguido tirar las puntadas. Es un mil usos en potencia y como tal nunca dice no puedo y al final puede reparar electrónicos, radios, televisores antiguos y variedad de enseres domésticos.

Juan Ramón Arguijo, una vida, una experiencia y un ejemplo de sobrevivencia. Ayer un empleado honesto, hoy un excelente empleado jefe; autodidacta calificado. Hombres como él es parte de una generación que va de salida como tantos otros sobrevivientes del siglo pasado.

Máquina Olivetti, puesta en servicio por Juancito.
Lista la máquina de costurar.
Los recuerdos de Juan Ramón, el equipo de fútbol Colón fundado en 1946.
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