¿Holmes, versión centroamericana?

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27 de abril de 2024
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¿Holmes, versión centroamericana?

Por: Jorge Raffo*

“El género policial, como todos los géneros, vive de la continua y delicada infracción de sus leyes” (Borges, 1951).

Para el escritor argentino Giardinelli (2009) “el género policial en Latinoamérica se ha ido vinculando con lo social, o sea con la vida de nuestros pueblos. Y eso es en sí una evolución formidable. La vertiente clásica, anglosajona, ha estado siempre más vinculada a lo individual” mientras que, en América Latina, sin perder la fascinación por el enigma, se convirtió en un mecanismo de denuncia y reflexión sobre las convulsas realidades del continente (Taibo II, 2003). Se trata entonces de un abordaje complejo del “crimen novelado” que rebasa la tradicional dialéctica “delito versus orden y ley” para introducirse con dramatismo en el paisaje político y social al que el autor de la novela quiera conducir al lector.

Para Forero (2009) “la novela de crímenes (en Iberoamérica) supone un reconocimiento a situaciones particulares del s. XXI, tales como la violencia política, el narcotráfico, las dictaduras, las fuerzas armadas al margen de las oficiales, etc., situaciones que han marcado una historia, una tendencia”. Valderrama (2016) por su parte, afirma, que la novela negra latinoamericana prolifera considerablemente en las tres últimas décadas del s. XX y los tres primeros quinquenios del s. XXI destacando “Rubén Fonseca (Brasil), Santiago Roncagliolo (Perú), Ricardo Piglia (Argentina), Mempo Giardinelli (Argentina), Paco Ignacio Taibo II (México-España), Ramírez Heredia (México), Ramón Díaz Eterovic y Roberto Ampuero (Chile), Dante Liano y Francisco Méndez (Guatemala), Leonardo Padura Fuentes y Lorenzo Lunar (Cuba), Mario Mendoza y Nahum Montt (Colombia), entre otros”.

La novela negra con protagonistas y autoras femeninas tuvo como precursora a Armonia Somers – Armonía Liropeya Etchepare Locino-, uruguaya que destacó en este género en la década de los cincuenta del s. XX. En el actual siglo adquieren notoriedad escritoras como Dolores Reyes (Argentina) o la ecuatoriana Mónica Ojeda (Sánchez del Pozo, 2020).

“La narrativa criminal centroamericana, aparte de contar con una tradición de denuncia y de diálogo ficcional con episodios de las narrativas históricas, presenta en ciertas obras características de lo dramático que resulta el caos para el nacimiento de transgresiones que devienen en quebrantamientos muy serios de la ley” (López, 2023).

La novela policíaca guatemalteca tiene, en el siglo XXI, al comisario Wenceslao Pérez Chanán, personaje creado por Francisco Alejandro Méndez (2024), que resuelve sus casos en una Guatemala actual que se desenvuelve inmersa en múltiples desafíos político-democráticos. Historias que se suman a las novelas ‘El cojo bueno’ y ‘Noche de piedras’ de Rodrigo Rey Rosa (1958) y al “Crimen de la Magistrada” de Francisco Pérez de Antón (2023) con su personaje el abogado investigador Rodrigo Laynez. Por su parte, la novela negra nicaragüense tiene al inspector Dolores Morales y al subinspector Bert Dixon, que son creación de Sergio Ramírez (2010), combatiendo el delito desde una fuerza antinarcóticos. Costa Rica cuenta con el detective Henry de Quincey, creación de Jorge Méndez Limbrick (2005), en el contexto de un país amenazado por la desigualdad (Solano, 2021). Osvaldo Reyes, con su protagonista la inspectora Marialexis Graco, y Ramón Francisco Jurado, creador de la detective privada Sabrina Saavedra, son los dos escritores de novela negra en Panamá que más aproximan sus tramas a los “thiller” cinematográficos (Coello, 2023). El Salvador cuenta con Rafael Menjívar Ochoa, cuyo protagonista central se mantiene sin nombre, y Yulina Melara que centra la ejecución de la acción investigativa en un expandillero. “Al igual que en Puerto Rico, en República Dominicana no hay una larga tradición del relato-novela policíaco o del detective, diestro o amateur, que se especialice en aclarar crímenes” hasta la aparición de Roberto Marcallé Abreu que crea al personaje Buenaventura Terrero, periodista y detective, que resolverá los casos más macabros (García, 2014).

“Debido a la eclosión de una producción literaria ligada a lo policiaco en las últimas décadas, es fundamental continuar una crítica que evalúe las tendencias y particularidades que se están definiendo en el contexto literario centroamericano que seguirá usando este género como una herramienta de reclamo social” (Solano & Camacho, 2021).

La evolución de la novela negra en América Latina la está llevando a nuevos cauces hasta convertirse en un género nuevo, el ‘neopoliciaco’ (Trelles, 2006), donde “la matriz semántica de estas novelas no es deductiva y racional, ni moral, ni social, ni psicológica, ni estética, ¿en qué consiste? Podría decirse que en la mera emoción” (Coello, 2023). La acción dominante no es ética ni pretende ser regenerativa del tejido social, el héroe investigador resuelve el caso solo para encontrar que nuevos retos lo esperan sin ninguna palabra de aliento que dé sentido a su lucha contra el crimen.

*Embajador del Perú en Guatemala.

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