Miqueas: Un hogar que libera a los niños de la calle

OM
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20 de febrero de 2020
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12:31 am
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Miqueas: Un hogar que libera a los niños de la calle

Estelas del saqueo en las Ruinas de Copán

Por Óscar Armando Valladares

Figura en los hechos del Antiguo Testamento un profeta menor, Miqueas, hombre humilde del campo, quien predicó en tiempos del rey Ezequías y de Isaías, el gran profeta de importante familia israelita. En el libro que se le atribuye, Miqueas encaró a Jacob por su rebelión, denunció a los gobernantes que “oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad”, así como a aquellos que hablan de paz “cuando tienen algo que comer, y al que no les da de comer proclaman guerra contra él”.

A sí mismo se afirmó: Yo, en cambio, estoy lleno de poder, lleno del espíritu del Señor “para reprocharle a Israel su pecado”. Los “jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero”. Por todo ello, “Sión será arada como campo y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas”, aunque en los postreros días “el monte de la casa de Sión será establecido por cabecera de montes” y Jehová allí “reinará”.

Siglos y siglos después – cabalmente en 2020-, mujeres y hombres de fe, pertenecientes a la iglesia presbiteriana de Estados Unidos, en alianza con católicos de ese país, fundaron en Tegucigalpa el Proyecto Miqueas, con el propósito de “sacar a niños de la calle”, identificando, además, -para proveerles ayuda- a “hombres jóvenes que languidecían en programas que daban comida y un lugar en qué dormir, pero que no trataban de alimentarlos espiritual, emocional y académicamente”. Los proyectistas querían crear un lugar donde estas necesidades fueran a ser satisfechas, y los niños “pudieran convertirse en líderes cristianos”. En esa dirección, se piensa que los “niños pueden abordar la corrupción y la impiedad de su sociedad, guiados con el mismo espíritu de audacia con el cual Miqueas predicó”.

El proyecto asumió realidad concreta en tres hogares de grupo. La Casa Miqueas, -donde niños de 12 a 20 años de edad pueden dejar las calles o situaciones de desintegración familiar atrás”, a fin de iniciar el proceso de sanación y restauración; la Casa Timoteo, sitio en que los beneficiarios mayores “pueden aprender responsabilidad adulta, mientras siguen teniendo una red de apoyo cuando concluyen la secundaria e inician su educación superior-; y la Casa Isaías, inaugurada en 2015, promovida por el misionero Stephen Kusmer, mediante la reutilización y ampliación de las viejas instalaciones de la anterior Casa Miqueas, dedicada a ministrar “a hombres jóvenes de la calle”, normalmente de 17 a 25. En esta casa se ofrece “un programa residencial completo” que incluye rehabilitación por problemas de drogadicción, “capacitación laboral y discipulado intensivo”.

En días recién pasados, con Salomé Castellanos y mi hijo Cristian Leonardo recorrimos las secciones de la Casa Miqueas -dormitorios, pabellones, aulas, talleres, salas de cocina y recreativas, etc.-, en la afable compañía de Michael Miller, espíritu, aliento y fuerza del plantel, localizado a diez kilómetros de la ciudad capital, carretera hacia Olancho. Advertimos, de inmediato, la calidez hogareña y solidaria que emana en sus interiores y el afecto comprensivo de empleados y maestros en el trato con esos niños y jóvenes que han buscado lo que el Estado escasamente les brinda: seguridad, educación, salud, recreación.

Dramáticos testimonios de sufrimientos vividos -que escuchamos contritos-, nos permiten valorar a conciencia el trabajo en equipo que hace casi 20 años emprenden estos hombres y mujeres, y, al mismo tiempo, constatar que a la luz del auxilio necesario afloran el talento y la aptitud del hondureño, como en los casos ejemplares de Brayan, un niño de once años -quien aún juega con “carritos”- dedicado al dibujo y la pintura; de Josué, diestro en tocar el teclado; de John, un despierto joven garífuna que tamborilea con sus hábiles falanges, y de Pedro Luis, próximo a coronar estudios profesionales.

Todos y todas: misioneros y aportantes, médicos y profesores, voluntarios y personal misceláneo, jóvenes que han logrado o van logrando -en un difícil proceso- levantarse y vencer traumas y vicios, sustentan y dan sentido al Proyecto Miqueas, el cual a la luz de la fe cristiana de Michael y Salomé representa la “obra arquitectónica del Padre Celestial”.

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