El mundo después de la pandemia

ZV
/
15 de abril de 2020
/
12:40 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
El mundo después de la pandemia

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Quienes vivimos en carne propia la metamorfosis del mundo, tras la caída del Muro de Berlín, y esperábamos entusiasmados los cambios anunciados, de una posible cooperación mundial, sentimos hoy en día una profunda decepción después de tres décadas de fracasos del famoso “Nuevo Orden Mundial”. La economía de mercado se fue hacia el lado de la concentración y la especulación, y el Estado, en lugar de achicarse se volvió más desmesurado, pero inefectivo.

Y, aunque en Occidente somos proclives a darle más importancia a la economía y a la geopolítica, lo cual no deja de tener sentido para sobrevivir en este sistema de redes y bloques, no menos cierto es que esta pandemia del coronavirus, traerá como consecuencia, cambios sustanciales en las maneras de hacer las cosas, tanto a nivel de las instituciones como a nivel individual. Es la hora de la verdad.

La economía, tal como se nos ha enseñado, será la primera que deberá transformarse. Aunque los necios ideologizados hablan de una caída apocalíptica del capitalismo, los expertos contraponen un reacomodo de las fuerzas del mercado. La dinámica de la globalización obligará a establecer nuevas formas en los intercambios comerciales, y, por tanto, exigirá un diseño más efectivo en la distribución de bienes, tanto en la logística como en la cadena de abastecimiento o de “Supply Chain” utilizando la jerga de los mercados. Es previsible que surgirá una nueva especie de emprendedores y de redes de servicios fácilmente imaginable ante la demanda que surgirá en el futuro.

El abastecimiento de bienes y servicios, estarán más orientados a la “seguridad” y a la certeza de que un nuevo “shock”, – sanitario, conflictivo o financiero-, no nos volverá a tomar por sorpresa. Con la consciencia plena de su fragilidad, el sistema capitalista se impondrá, ya no de manera triunfalista como en los 90, sino bajo una comprensión lógica de que una verdadera cooperación entre bloques regionales deberá imperar entre los más poderosos y los más débiles; cooperación que nos deberá conducir, indefectiblemente, a una transferencia de tecnología y del conocimiento hacia los países más pobres. De igual manera, estas relaciones de “ganar-ganar” se tendrán que llevar a cabo al interior de los países, entre el Estado, la empresa privada y los sectores productivos. Esos son los verdaderos vínculos intersectoriales de los que tanto hablaba la CEPAL hace algunos años.

Todo ello traerá una profunda “destrucción planificada” de la formación y la educación, si pretendemos ser parte del nuevo conglomerado de cooperación mundial. Después de la pandemia, la educación y los mercados mundiales de bienes y servicios, deberán estar hiperconectados por colosales bases de datos o “Big Data” -que no explicaremos aquí-, que orientarán las necesidades educativas hacia las exigencias globales. Ese será uno de los grandes cambios que veremos a nivel mundial. El discurso de los 90 que se había quedado de adorno en los folletos de las Naciones Unidas, pronto será una realidad ineludible.

Para hacer posible lo anterior, el Estado y la política no escaparán a la hecatombe: la democracia se experimentará por vez primera. Las conexiones ciudadanas, en todos los niveles comunitarios, serán obligatorias, no para fines politiqueros, sino para incluir a los ciudadanos en las decisiones políticas y económicas. La pandemia desnudó las inexistentes relaciones entre el poder, el mercado y los ciudadanos: de ahí el despunte de infectados y muertos. Una nueva forma de elegir a nuestros líderes deberá sustituir a la vieja imposición de nombres en los partidos, lo que implicará el diseño de novedosos procedimientos electorales, y una forma moderna de ejercer el poder, la justicia social y la participación ciudadana.

Más de Columnistas
Lo Más Visto