De la confrontación a la concertación y las lecciones que nos deja la historia

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24 de abril de 2020
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12:24 am
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De la confrontación a la concertación y las  lecciones que nos deja la historia

Por Jubal Valerio Hernández

Ya se había convertido en un caso patológico, agudo y crónico al mismo tiempo, el de la confrontación entre el gobierno de la República y el Colegio Médico de Honduras, respecto a las políticas públicas que deberían manejarse en el campo de la salud. El divorcio entre las autoridades y el gremio de la salud, había llegado a tal punto que amenazaba con convertirse en una virtual paralización del sistema de salud. Con la llegada de la peste del coronavirus o COVID-19 y ante los insistentes reclamos de la población se ha logrado, finalmente, que los dos sectores confrontados se sentaran a dialogar, para buscar consensos que permitan encontrar mecanismos de cooperación que conduzcan a la implementación de una estrategia correcta, oportuna y efectiva para enfrentar el arrollador avance de la pandemia. Son tantos los aspectos involucrados en este álgido tema, que requiere del concurso de las demás instancias que conforman nuestra institucionalidad, pública y privada, como también de todos los sectores de la sociedad. La hondureñidad toda, coincide en calificar como unos héroes y heroínas a los hombres y mujeres que luchan, a brazo partido, en la primera línea del campo de batalla, por la preservación de nuestra salud. A raíz de la lectura de un sesudo y muy bien documentado trabajo intitulado “La muerte, el duelo y los entierros en tiempos de epidemia”, elaborado por la historiadora hondureña Yesenia Martínez García, que me hiciera llegar el también historiador y buen amigo, Mario Argueta, he podido comprobar el lamentable desconocimiento que tenemos, de la forma cómo fueron enfrentadas diversas epidemias ocurridas en épocas anteriores, por los médicos y las autoridades hondureñas. Ya desde 1888 “el Estado reglamentó las normativas para velar y enterrar los muertos por epidemias y enfermedades contagiosas contenidas en el Reglamento de Policía”. (Martínez García obra citada). Luego se emitirían otras disposiciones por la epidemia de viruela de 1891. Después vendrían el Código Sanitario de 1910 y el Reglamento de Cementerios de 1920. En esas normativas quedaron plasmadas disposiciones que prohibían velar a los muertos, así como las medidas relacionadas con su traslado a los cementerios y cómo debían las autoridades sanitarias y los familiares proceder en cuanto al entierro de los cadáveres. Poco se conoce lo que ocurrió en 1905, cuando atacó nuestro país la epidemia de la fiebre amarilla. El alcalde municipal de San Pedro Sula, era el señor Antonio Guillén, quien recibió una comunicación del gobernador político del departamento de Cortés, en la cual se le instruía a designar un lugar separado y contiguo al cementerio de la ciudad, para el enterramiento de las personas que murieran de enfermedad epidémica, incluso procediendo a expropiar a los vecinos que poseyeran terrenos inmediatos”, (Martínez García. Op.Cit). En ese entonces hubo, como ahora, fallecidos por causa de epidemia en Puerto Cortés, San Pedro Sula, Pimienta y Chamelecón. También hubo, como hoy en día dificultad para conseguir sepulteros que dieran terraje a los fallecidos. Para la epidemia de fiebre amarilla de 1905 en el departamento de Cortés, los familiares no pudieron velar a sus muertos y mucho menos participar en las diversas formas de sus entierros. Y ahora les ofrezco una información de un valor histórico extraordinario: el doctor Leonardo Martínez Valenzuela, recién graduado de la Facultad de Medicina en la Universidad de San Carlos de Guatemala, fue uno de los pocos profesionales nacionales de la medicina que ejercían en San Pedro Sula al momento de ocurrir la epidemia. Se dedicó a atender los afectados, incluyendo a su madre, quien falleció. Y él, el doctor Leonardo Martínez, falleció también, víctima de la epidemia, dos meses después de iniciada la misma. Surgen ahora dos preguntas obligadas: no debería estar el hospital Leonardo Martínez, en honor a este ilustre galeno, que ofrendó su vida defendiendo la de los hondureños, como ahora hacen los actuales colegas, con suficientes camas, ventiladores mecánicos y todos los implementos de bioseguridad en esta emergencia nacional en la que se están registrando gran cantidad de víctimas en el departamento de Cortés y no deberían estar ya, las autoridades nacionales y municipales en todo el país habilitando espacios para el enterramiento apropiado y digno de las víctimas del coronavirus? Es que no podemos aprender las lecciones que nos deja la historia?

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