EL GENERAL, SÍ TENÍA QUIÉN LE ESCRIBIERA

ZV
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6 de junio de 2020
/
12:54 am
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EL GENERAL, SÍ TENÍA QUIÉN LE ESCRIBIERA

Por: Mario Ali Vallecillo

El general Oswaldo López Arellano (Q.D.D.G.) llegaba puntual todos los días a las seis de la mañana. Entraba por el portón de acero de Casa Presidencial. Ya la Guardia de Honor estaba debidamente formada, esperando su llegada. Se formaba la Compañía de Seguridad en el pequeño patio y se formaba una valla que iba desde la parte inferior a la superior en la caracoleada escalinata. Su siempre reluciente Cadillac negro precedía a la única patrulla una camioneta JEEP Wagoneer donde iba su Patrulla-Seguridad formada por siete elementos. Gente a toda prueba, dispuesta a dar la vida por defender a su general.

Bajaba en forma rápida de la parte trasera de su auto donde invariablemente venía en todo el trayecto leyendo su New York Time. Al no más tocar tierra, se le cuadraba el oficial de turno solicitándole permiso para hablarle y rendirle las novedades del servicio. Si hubiera alguna que necesitara alguna orden, allí mismo la daba.

Saludaba y se retiraba a su oficina de la que jamás volvería a salir sino hasta las cuatro de la tarde que salía con rumbo a su Batallón Guardia de Honor Presidencial.

Nunca supe qué hacía el general encerrado en su oficina durante esas diez horas consecutivas, porque incluso, ni desayunaba ni almorzaba y mucho menos cenaba en horas de trabajo. Quizá por ello siempre se manejaba esbelto. Lo que sí no le faltaba era una cafetera grande, sus cigarrillos Camel. Casi nunca recibía visitas. Todas eran derivadas donde su secretario particular el licenciado Ricardo Zúñiga Augustinus (Q.D.D.G.), quien era el que, en realidad manejaba la parte civil.

Como todas las mañanas a esa hora ya se encontraba su jefe de Redacción. Así se llamaba antes al Relacionador Público el Lic. Alejandro Castro H. (Q.D.D.G.), esperándolo a las seis de la mañana, papeles en mano.

Lo invitaba a entrar, cerraba la puerta y empezaba a rendirle las “Novedades” del día. Las noticias más relevantes del momento y sus comentarios. Además de los discursos solicitados por el general, los cuales los leía íntegros y que él le hacia las correcciones del caso sobre la marcha.

De esa maravillosa “pluma” de tan reconocido hombre de letras Alejandro Castro H. salieron verdaderas piezas oratorias, dignas de ser coleccionadas para las generaciones futuras. Con la particularidad que el general tenía muy buena voz y dicción que había adquirido después de largas horas de práctica privadas que recibía de su maestro en oratoria y jefe de Protocolo: Jorge Coello Herdocia.

El capitán Edmundo Galo (Q.D.D.G.), encargado de la seguridad interna de Casa Presidencial también todas las mañanas le rendía novedades al general y ya por último llegaba el coronel Andrés Ramírez Ortega (Q.D.D.G.), jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras a rendirle también las novedades de la institución.

El entonces, subteniente Pompeyo Bonilla Reyes, Edecán del general y jefe de Patrullas de Seguridad, casi no tenía ninguna participación en Casa Presidencial, pero sí en su casa particular en Las Tapias, donde se desenvolvía como si fuera la suya.

El general Oswaldo López Arellano, posiblemente ha sido el hombre mejor informado de todos los tiempos. El conocía la vida y milagros de toda la población de Honduras. Y, cuando no la conocía lo mandaba a investigar a través del Cuerpo de Investigación llamado el DIN (Departamento de Investigaciones Nacionales), que contaba con el apoyo directo del propio general.

La otra “fuerza” que empleara astutamente el general, era la fuerza de la pluma del Lic. Alejandro Castro h. quien en “Espacios Solicitados” en los dos periódicos más influyentes de la época; “El Cronista” y “El Día” hacía “Aclaraciones” y “Opiniones” que convencían a los lectores.

Traté al general, y como todo humano tuvo sus debilidades. Pudo haber sido todo lo negativo que usted quiera, pero eso sí, no fue ningún tonto. Fue todo un oficial y caballero, autodidacta, que organizó y le dio lustre a las Fuerzas Armadas profesionalizándolas y expandiéndolas, proporcionándolas el lugar de prestigio que actualmente ocupan. En lo personal, fue todo un personaje digno que haya pasado a la historia con todos los honores de un patriota. ¡Todo aquel Militar que haya querido reconocer este merito…! ¡Allá él!

Así es que, el “EL GENERAL SÍ TENÍA QUIÉN LE ESCRIBIERA”.

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