La situación interna de El Salvador y Honduras, antes de la guerra de 1969

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18 de julio de 2020
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12:41 am
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La situación interna de El Salvador y Honduras, antes de la guerra de 1969

Por: Carlos Pérez Pineda (*)

La tradicional resistencia de las élites dirigentes a realizar las reformas necesarias para asegurar la estabilidad política a largo plazo contribuía a la conflictividad del proceso político salvadoreño. Desde el inicio de su periodo presidencial en 1967, el general Fidel Sánchez Hernández proyectaba decretar un nuevo código de trabajo más apropiado para normar los derechos de los trabajadores y sustituir el viejo código que había evidenciado sus deficiencias al finalizar el periodo presidencial del coronel Julio Adalberto Rivera, sacudido por una serie de huelgas. Sin embargo, el proyecto de aprobación del nuevo código progresó muy lentamente, ya que estaba sometido a las presiones de las poderosas organizaciones de la empresa privada (32). Sánchez Hernández enfrentó, en 1966, 1967 y 1968 exitosos movimientos huelguísticos protagonizados por conductores de autobuses de la capital, médicos y estudiantes de medicina, maestros organizados en la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES 21 de junio) y por sindicatos y federaciones sindicales de trabajadores que demandaban básicamente mejores salarios y mejores condiciones laborales.
A pesar de serios momentos de confrontación y algunos incidentes represivos graves, incluidos secuestros y asesinatos atribuidos a los cuerpos de seguridad, el movimiento huelguístico fue tolerado por los gobiernos del coronel Julio Rivera y del general Fidel Sánchez Hernández pudiendo desplegarse y alcanzar éxitos significativos. (33) En realidad, la ola de protesta del periodo 1967-1972 fue impulsada por la liberalización paulatina del régimen y se caracterizó por su naturaleza reformista y no violenta. (34) En la escena de la política partidaria, las elecciones tendieron a convertirse en eventos cada vez más competitivos, tal como lo evidenció una serie de resultados electorales favorables al principal partido de oposición, el Partido Demócrata Cristiano (PDC), que amenazaba en convertirse en un rival demasiado poderoso en las próximas elecciones de diputados en la Asamblea Nacional Legislativa programadas para el mes de marzo de 1970. A pesar de la conflictividad social crónica favorecida por las profundas inequidades de la sociedad salvadoreña, el gobierno del general Fidel Sánchez Hernández no enfrentaba en junio de 1969 graves amenazas a su estabilidad política.
El gobierno hondureño presidido por Oswaldo López Arellano, después de reñidas elecciones municipales en marzo de 1968, se vio afectado por un aumento de la oposición interna manifestado en una huelga general muy bien organizada en la costa norte en septiembre de ese mismo año, y en las protestas en la capital por la creación de nuevos impuestos asociados a la aprobación del llamado Protocolo de San José. (35) La demanda creciente de tierras por parte del campesinado, las ocupaciones de tierras nacionales y privadas por campesinos precariístas y los intentos de los grandes terratenientes de expulsarlos violentamente, agravaron las dificultades del gobierno hasta alcanzar niveles críticos. Los conflictos agrarios adquirieron alarmantes manifestaciones en febrero y marzo de 1969 cuando los ganaderos, especialmente los del departamento de Olancho, reafirmaron su predisposición a usar la violencia en contra del movimiento campesino y ejercieron a través de la FENAGH una creciente presión sobre el Instituto Nacional Agrario (INA), agencia gubernamental encargada de dirimir las disputas de tierras. (36) La FENAGH apoyaba la extensión de los grandes latifundios de sus miembros a costa de las tierras del Estado, y como los campesinos inmigrantes salvadoreños generalmente estaban asentados en tierras estatales, el poderoso gremio ganadero lanzó una gran campaña propagandística contra todo lo salvadoreño en Honduras. El gobierno hondureño decidió resolver la crisis agraria mediante una maniobra diversionista que, en aquel momento, parecía ser una solución de bajo costo político: la expulsión de los campesinos precariístas salvadoreños de las tierras nacionales que ocupaban de hecho, desde muchos años atrás y la aplicación sin contemplaciones del artículo 68 de la vieja ley agraria de Villeda Morales que establecía la ciudadanía hondureña por nacimiento, como condición para ser beneficiario de los programas de distribución de tierras del Instituto Nacional Agrario (INA). (37) La reforma agraria tenía un objetivo eminentemente político: disminuir la conflictividad social en el medio rural apelando a un nacionalismo reaccionario dirigido exclusivamente contra la minoría salvadoreña, ya que no se pretendía afectar a las compañías bananeras extranjeras que, junto con los latifundistas nacionales, concentraban las tierras más fértiles del país. (38) La presión ejercida sobre el gobierno por los empresarios ganaderos, a través de la FENAGH y el Partido Nacional, lograron la implementación de medidas para dividir al campesinado a través de una línea de demarcación nacional; la ejecución despótica de la ley agraria discriminatoria derivó en la expulsión masiva de inmigrantes salvadoreños del territorio nacional y convirtió de un conflicto interno por los recursos, en un conflicto internacional. (39)
Los incidentes violentos en ambos capitales relacionados con los partidos de fútbol han sido considerados como el detonante que desencadenó la crisis interestatal salvadoreña-hondureña de 1969. Sin embargo, en un primer momento, los medios de prensa y las autoridades de ambos países, no solamente repudiaron los actos violentos, sino que los atribuyeron a grupos que actuaban al margen de la ley, pero mientras las autoridades hondureñas culparon a “bandas de rateros y delincuentes comunes” por los saqueos y la violencia, las autoridades salvadoreñas atribuyeron los desórdenes en su país, a una conspiración comunista. (40) El diario hondureño El Día, repudió los actos violentos e intimidatorios de “hordas de vándalos y pícaros” que saquearon establecimientos comerciales que vendían productos salvadoreños y denunció en una nota periodística de primera plana que, “anoche en diversas colonias capitalinas como Palmira, la Alameda, San Rafael, Miraflores, Jardines de Loarque, Marichal y otras, pandillas de vagos y maleantes se dieron a la vil tarea de tocar timbres y puertas de residencias preguntando a gritos si en las mismas vivían salvadoreños o extranjeros”. (41) El Día reportó también que agentes del Cuerpo Especial de Seguridad presentes en los lugares donde ocurrieron los incidentes, no impidieron la ejecución de actos delictivos por los grupos violentos. El matutino capitalino hizo suya la pregunta formulada por otro importante diario nacional acerca de la existencia de un vacío de poder que impedía a las autoridades “controlar a pandillas de rateros y seres antisociales”. (42) Las autoridades de seguridad hondureñas reportaron, sin embargo, la captura de “más de doscientas personas entre obreros, estudiantes, vagos y maleantes” que fueron detenidos en el Cuartel General de Casamata como presuntos implicados en la destrucción y saqueo de varios establecimientos comerciales propiedad de hondureños y salvadoreños. (43)
La Comandancia General del Cuerpo Especial de Seguridad (CES) llamó a “todos los hondureños bien nacidos”, mediante un boletín emitido por su Departamento de Relaciones Públicas el 16 de junio de 1969, a mostrar “nuestro respeto, nuestra cordura y nuestra hospitalidad; no destruyendo la propiedad privada, ni formando tumultos que degeneren en escándalos públicos”. La Comandancia General del CES manifestó, en una clara alusión a los incidentes ocurridos en territorio salvadoreño, que “como buenos hondureños debemos soportar con hidalguía los daños, males y abusos recibidos, pero nunca pagar con la misma moneda”. El comunicado finalizaba excitando a los hondureños a cooperar con las autoridades, a no destruir la propiedad privada y a no poner “en peligro vidas humanas, que equivocadamente puedes dañar a tus propios ciudadanos”. (44)
Ciertamente, algunos ciudadanos hondureños fueron víctimas de la turba enfurecida al ser confundidos con salvadoreños; tal fue el caso del propietario del Circo Darwin, originario de Concordia, departamento de Olancho, quien perdió mantas, vehículos automotores, plantas eléctricas y otra propiedad, valorado todo en 43,000 lempiras, en un incendio causado por una enardecida turba anti salvadoreña en el barrio Concepción de San Pedro Sula. (45) Por lo menos una de las manifestaciones anti salvadoreñas que estaban ocurriendo en importantes ciudades del país causó víctimas fatales hondureñas. Un menor de 13 años de edad y una joven de 22 años fueron muertos a balazos por efectivos del Servicio Especial de Guardacostas de Puerto Cortés, mientras observaban la disolución de una espontánea manifestación anti salvadoreña que, había partido del parque Central de esta ciudad portuaria, el 16 de junio de 1969. Las víctimas se encontraban en los altos de un edificio cuando fueron alcanzadas por las balas disparadas al aire por los efectivos militares con el propósito de dispersar a los manifestantes. (46)
Las radioemisoras locales hondureñas, encabezadas por Radio América y Emisoras Unidas, iniciaron “una intensiva y sistemática campaña llamando a la cordura, buen juicio y serenidad del pueblo hondureño a fin que no se adopten represalias contra los ciudadanos salvadoreños que conviven con nosotros, así como para que respeten la propiedad privada en vista de actos vandálicos que elementos antisociales, vagos y resentidos, lo mismo que pandillas de delincuentes juveniles, han iniciado en esta capital” (47). El diario El Día recordó que las relaciones cordiales existentes entre Honduras y El Salvador, “país hermano al que legó sus restos el General Francisco Morazán no pueden ser enturbiadas por hordas de pillos y genízaros (sic) operando en San Salvador y Tegucigalpa”. El matutino capitalino, hizo además un llamado a los periódicos salvadoreños y hondureños a “no atizar las hogueras del rencor entre naciones fraternas” y a prestar su contribución para el restablecimiento de un necesario clima de paz. (48) Después de condenar “el primitivismo salvadoreño” en contra de los visitantes hondureños y constatar, “para preocupación de todos”, que estaban ocurriendo represalias en contra de los residentes salvadoreños en Honduras, El Día observó que “(…), no nos queda otro camino que lamentar los acontecimientos y al mismo tiempo, apelar a la cordura del pueblo hondureño, en el sentido de que no se deje arrastrar por la ira en este momento de indignación nacional”. (49)
Mientras tanto en El Salvador, la Policía Nacional detuvo a 120 personas sospechosas de participar en los disturbios, y su director general coronel Óscar Rank Altamirano, acusó a “dirigentes de reconocida filiación izquierdista, algunos de los cuales usaron insignias rojas en la solapa” de planear los “graves desórdenes” durante la noche del sábado 14 de junio. El jefe policíaco, afirmó que los desórdenes obedecieron a “consignas externas” y subrayó que “no fue el fanatismo deportivo el origen de esos disturbios”. (50) El gobierno salvadoreño emitió el 16 de junio de 1969, un comunicado que subrayaba que los actos del 13 y 14 de junio, pertenecían “al mismo campo de la delincuencia”, manifestando su deseo de “dejar constancia del repudio a los actos violentos que organizaron y dirigieron gentes partidarias del desorden y ubicados por la opinión pública como agitadores comunistas que se convirtieron en una turba suelta, amparándose en el entusiasmo de la verdadera afición”. El comunicado gubernamental destacaba que la violencia de los “partidarios del desorden” había sido dirigida contra la “vida y propiedades de sus propios compatriotas salvadoreños e instituciones del Estado, como el edificio de Correos Nacionales y semáforos que regulan el tránsito local”. (51)
La Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (ADEUS) publicó una declaración en su periódico “Opinión Estudiantil” acusando al general José Alberto Medrano, Director de la Guardia Nacional, de provocar los incidentes del 14 de junio frente al Gran Hotel San Salvador. Según “Opinión Estudiantil”, la AGEUS contaba con “información fidedigna” de que el general Medrano había llevado miembros de la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) desde los departamentos del país, para provocar actos violentos bajo la apariencia de fanáticos del fútbol. (52) No es fácil establecer el rol del famoso militar en los desórdenes del 14-15 de junio en San Salvador, sin embargo, lo que parece claro es que, el general Medrano estuvo presente en el escenario de los acontecimientos; que guardias nacionales bajo su mando, participaron en los hechos violentos de esa noche, y que el general culpó a políticos de oposición, de dirigir a los grupos violentos que destruyeron propiedad pública y privada. (53) La hostilidad de las turbas de aficionados al fútbol, en las que seguramente había un número desconocido de elementos antisociales, había sido dirigida únicamente contra la delegación deportiva y los aficionados hondureños visitantes en El Salvador. Esto fue reconocido en un comunicado de la Asociación Nacional de Industriales de Honduras que señaló como víctimas “del tratamiento violento y agresivo” de los salvadoreños a “los deportistas hondureños y a la fanaticada que los acompañó”. (54). Los hondureños, residentes en el país, no fueron objeto de actos de violencia; ni de campañas sistemáticas de odio en los medios de prensa. Parece ser que el gobierno salvadoreño, (estaba) más interesado en permitir actos hostiles contra los visitantes hondureños, para desprestigiar después a los partidos de oposición política, que en dirigir agresiones sistemáticas contra ciudadanos hondureños radicados en El Salvador.

Las autoridades y los medios de comunicación hondureños, exageraron posteriormente la gravedad de los incidentes alrededor del partido de fútbol en San Salvador, hasta el extremo de asegurar que mujeres de esa nacionalidad, fueron violadas en el estadio Flor Blanca. Dos narraciones muy detalladas y convincentes aparecidas en el diario El Día de Tegucigalpa, inmediatamente después de tales acontecimientos, una de las cuales fue hecha por una mujer, describen diversas manifestaciones de hostilidad en contra de los visitantes, el asedio al hotel en donde se alojó la delegación deportiva hondureña, vehículos dañados por piedras arrojadas por las turbas, ataques con bolsas de plástico que contenían orines, insultos terribles, irrespeto al Himno Nacional de Honduras, agresión con arma de fuego contra un médico hondureño y hasta ofensas raciales contra los jugadores costeños afrodescendientes de la selección visitante, pero no mencionan en ningún lugar violaciones de mujeres hondureñas por las turbas fanáticas salvadoreñas. (55) El Directorio de la Federación Nacional Deportiva Extraescolar de Honduras, dirigió un pronunciamiento, firmado por su secretario Ramón Pérez Zúniga, al presidente del Comité Cívico Pro Defensa Nacional, doctor Miguel Andonie Fernández, que contenía un relato de lo ocurrido en San Salvador. El pronunciamiento de la Federación Nacional Deportiva de Honduras, hiso alusión a las ofensas contra los símbolos patrios en el estadio salvadoreño, pero no hizo ninguna alusión a violaciones de mujeres hondureñas por la turba salvadoreña. (56) El diario La Prensa de San Pedro Sula destacó los pormenores del asedio al Gran Hotel San Salvador, en donde se alojó la delegación deportiva hondureña, por turbas de fanáticos salvadoreños, dedicándole más tinta y espacio que a lo acontecido en el estadio Flor Blanca. El comentario de los resultados del juego por el periodista Norman Serrano, hizo referencia a la “serenata de bombas, bulla, agresiones y otras cosas”, con el fin de crear nerviosismo entre los jugadores hondureños, lo que “dio sus frutos” posteriormente en el marcador final del partido de fútbol del día 15, pero no menciona absolutamente nada acerca de mujeres hondureñas agredidas y violadas en las graderías del estadio de la capital salvadoreña. El pie de la fotografía de la barra hondureña en el estadio salvadoreño subrayó únicamente que la alegría de los aficionados hondureños se desvaneció a medida que cayeron los tres goles salvadoreños, y que, muchos de ellos, abandonaron el estadio antes de terminar el partido. (57) También la nota aparecida en primera plana de la edición del 17 de junio, llamando al pueblo hondureño a la cordura, no hace ninguna referencia a violaciones de mujeres por turbas salvadoreñas, sino que comenta únicamente que “hemos visto a los hondureños regresar lesionados, ofendidos, con sus carros dañados y amargados con la mayor de las desilusiones de un pueblo que creíamos HERMANO”. Fuente: Una Guerra Breve y Amarga, Dirección Nacional de Cultura y Arte de la Presidencia, Universidad Evangélica de El Salvador, San Salvador 2016, páginas 43 a 50.

32 Hernández Pico y otros., El Salvador: Año Político 1971-72, 11.
33 El periodo 1966-1968 ha sido llamado, desde una perspectiva de izquierda, el periodo de las huelgas combativas. Valle, Siembra de vientos, 100. Según Paul Almeida, “(…), para 1967 se dio una leve reducción de los precios internacionales del café (Colindres, 1977), mientras el MCCA se aproximaba a niveles de saturación, lo que ubicó al nuevo régimen del general Salvador (sic) Sánchez Hernández bajo un grado de presión interna cada vez más intenso (Webre, 1979)”. Almeida, Olas de movilización popular, 1967.
34 Almeida, Olas de movilización popular, 148-149.
35 El Protocolo de San José suscrito el 1 de junio de 1968, impuso una sobrecarga del 30% sobre el arancel común externo sobre bienes importados no esenciales y concedió a los gobiernos la facultad de gravar con impuestos de consumo del 10% a los bienes no esenciales y con impuestos de consumo del 20% a los artículos de lujo producidos dentro de Centroamérica. Este Protocolo reveló los problemas políticos emergente del Mercado Común Centroamericano y provocó, en septiembre de 1968, una huelga en la costa norte hondureña que desafió seriamente al gobierno de Honduras, el cual ratificó, a pesar de las protestas, dicho Protocolo. Rowles, El conflicto Honduras-El Salvador, 40.
36 Las relaciones entre la FENAGH y el INA habían sido tensas antes de la ruptura de relaciones entre Honduras y El Salvador. El 14 de junio, la X Convención Nacional de FENAGH había decidido emplazar judicialmente al director del Instituto Nacional Agrario (INA), licenciado Rigoberto Sandoval Corea, en relación a disputas de tierra entre campesinos, una parte de ellos de origen salvadoreño, y terratenientes. La FENAGH acusaba al INA de alentar a los campesinos a irrespetar el derecho a la propiedad privada de sus miembros. “Director del INA será acusado”, La Prensa, 18 de junio de 1969, (en primera plana); “INA sigue apoyando asalto a propiedad”, La Prensa, 19 de junio de 1969, 5. La Federación Nacional de Ganaderos y Agricultores de Honduras (FENAGH) fue fundada en el año 1966 con el propósito de oponerse a las demandas de reforma agraria por parte de los campesinos y promover de manera organizada el proceso de extensión de las grandes propiedades por medios legales e ilegales. Thomas P. Anderson señala a la FENAGH como la gran culpable de la crisis que condujo a la guerra entre Honduras y El Salvador en 1969. Anderson, La Guerra de los desposeídos, 73.
37 El historiador británico Bulmer Thomas califica de cobarde la decisión del gobierno de López Arellano de implementar el programa de reforma agraria a costa de los salvadoreños. Bulmer Thomas, La Economía Política de Centroamérica, 256. El historiador militar norteamericano Charles H. Briscoe, autor de un breve relato del conflicto escrito con el apoyo de la Asociación de Veteranos de Guerra de Honduras, reconoce, a pesar de sus manifiestas simpatías prohondureñas, el trato injusto de la reforma agraria hondureña a los campesinos salvadoreños que ocupaban y laboraban tierras nacionales. “La decisión del gobierno hondureño de restituir la reforma agraria era una buena idea. Sin embargo, la puesta en práctica de esta reforma no tuvo en cuenta la realidad de la propiedad agraria en las áreas fronterizas y no facilitaba ninguna compensación para los propietarios no ciudadanos. Proponía soluciones que creaban más problemas”. Briscoe, Treinta años después, 33-34.
38 Molina Chocano, Integración Centroamericana, 67. El agresivo lenguaje nacionalista antisalvadoreño utilizado por el director del INA, licenciado Rigoberto Sandoval Corea, en una entrevista concedida al diario El Cronista, publicada el 18 de junio, de 1969 bajo la rúbrica “18 aldeas serán limpiadas de guanacos en Yoro” refleja el espíritu que impulsó la ejecución de la reforma agraria hondureña. Sandoval se refirió a los desalojos de precaristas salvadoreños como “una nueva limpieza de campesinos salvadoreños infiltrados en territorio nacional”. Sandoval consideraba las medidas que serían ejecutadas en el departamento de Yoro como “nuestra segunda embestida, destinada a sanear las tierras nacionales y ejidales del país de la invasión campesina extranjera (…)” y prometió que diez aldeas serían “saneadas en Yoro de usurpadores extraños de nuestras tierras”. Slutsky, Carías y otros. La Guerra inútil, 293.
39 Williams, Export Agriculture and the Crisis, 127.
40 “Vacío de Poder en Gobierno del General López Arellano”, El Día, 17 de junio de 1969, “Gobierno repudia actos vandálicos”, El Mundo, 16 de junio de 1969, 9.
41 “Turbas intranquilizan ciudadanía”, El Día, 17 de junio 1969.
42 “Vacío de Poder en Gobierno del General López Arellano”, El Día, 17 de junio de 1969.
43 El diario El Día publicó una fotografía de supuestos “hampones y maleantes salvadoreños” que habían participado en los saqueos a los establecimientos comerciales arriba de otra fotografía de hondureños “que acompañaban en sus actos delictivos a los salvadoreños”. “Salvadoreños presos por saquear establecimientos”, El Día, 18 de junio de 1969. También La Prensa de San Pedro Sula publicó fotografías de supuestos delincuentes salvadoreños que habrían participado en los desmanes contra comercios propiedad de sus compatriotas en esa ciudad, destacando que “muchos guanacos” habían sido víctimas de “la insólita maldad de sus coterráneos”. “Salvadoreños escenificaron desórdenes en esta ciudad”, La Prensa, 25 de junio de 1969, 18.
44 “Llamado a la cordura hace el CES”, El Día, 17 de junio de 1969.
45 “Compatriota pierde circo valorado en 43 mil lempiras”, El Día, 7 de julio de 1969.
46 “En Puerto Cortés, trágicamente mueren jóvenes”, La Prensa, 18 de junio de 1969, 6.
47 “Llamado a la cordura hace el CES”, El Día, 17 de junio de 1969.
48 “Vacío de Poder en Gobierno del General López Arellano”, El Día, 17 de junio de 1969.
49 “Una situación crítica”, El Día, 18 de junio de 1969.
50 “Planearon desórdenes”, El Mundo, 16 de junio de 1969, (en primera plana).
51 “Gobierno repudia actos vandálicos”, El Mundo, 16 de junio de 1969, 9.
52 AGEUS, “La verdad de los hechos de junio en San Salvador”.
53 El dirigente demócrata cristiano, Julio Adolfo Rey Prendes, escribió en sus memorias que “el presidente Sánchez Hernández me comentó muchos años después que recriminó a Medrano por haber sido uno de los promotores del escándalo. Esa llamada de atención debe de haber provocado que Medrano se inventara la excusa de que intervino para poner orden a la ‘chusma dirigida por políticos deshonestos que nada les importa la vida humana´ lo que trato de comprobar diciendo: “porque vi a Rey Prendes platicando con Fabio Castillo Figueroa”. Estas declaraciones que las leí en el Diario Latino, las respondí al día siguiente diciendo que la noche del escándalo, yo había tenido una importante cena en mi casa y mencioné a todos los invitados como testigos de mis afirmaciones y que por otra parte el mismo Medrano se condenaba a sí mismo cuando en sus declaraciones había mencionado que los manifestantes gritaban “Viva El Salvador”, “Viva la Selección Nacional” y “Viva Medrano”. Por la boca muere el pez, está claro que Medrano dirigió a las masas y que cuando éstas se desbordaron, arremetió contra ellas a ´culatazos y bastonazos´ y que fue por esta actitud de los guardias que la gente indignada lanzó piedras contra la Oficina de Correos”. Rey Prendes, De la Dictadura Militar a la Democracia, 193.
54 “Lamenta resquebrajamiento de relaciones la Asociación Nacional de Industriales”, El Día, 2 de julio de 1969, (en primera plana).
55 Erlinda Landa Blanco, “Cómo nos trataron en El Salvador”; J. Oswaldo Ramos Soto, “Salvaje actitud guanaca contra los hondureños”, El Día, 17 de junio de 1969, 7.
56 “Federación Deportiva de Honduras culpa autoridades de El Salvador”, El Día, 9 de julio de 1969, 11.
57 Norman Serrano, “Mi opinión”, La Prensa, 17 de junio de 1969, (en primera plana).
58 “Hondureños cordura”, La Prensa, 17 de junio de 1969, (en primera plana).

(*) Docente e historiador salvadoreño.

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