LOS DESTELLOS Y LOS VENADOS

MA
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30 de septiembre de 2020
/
12:25 am
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LOS DESTELLOS Y LOS VENADOS

SIEMPRE hay un antes, un durante y un después; en tanto no se extinga la fe en la capacidad del país y de su pueblo de superar reveses, por gigantescos que estos parezcan. El bíblico huracán no dejó sitio ileso a lo largo y ancho de la geografía nacional. Sin embargo, aquella catástrofe –provocada por un siniestro natural– y la crisis presente –consecuencia de una peste sanitaria y el efecto negativo al aparato económico a causa del confinamiento recomendado para evitar el contagio– son dos tragedias de origen, tipo y naturaleza diferentes. Como recordábamos ayer a los partidarios de hacer contrastes. No hay medida de comparación. Son períodos históricos diferenciados. Las calamidades son distintas y requieren de soluciones diferentes. A continuación –como muestra que aún tratándose de un grosero infortunio no todo está perdido– se ofrecen algunos destellos. Luces para que no se extravíen los agoreros apocalípticos:

Mientras el diluvio lo deshizo todo, esta peste no es universal. Los inmigrantes en Estados Unidos, están enviando cifras récord en remesas a pesar de la dificultad. Una inmensa mayoría gasta únicamente lo indispensable. Lo otro lo manda para sostén de sus parientes o lo aparta –con precaución, por si las moscas– como ahorro. En lo que va del año y hasta inicios del mes pasado, pese a la contracción económica en su lugar de residencia, el ingreso de remesas familiares ascendió a 3,700.3 millones de dólares. El sector rural ha sufrido menos que las zonas urbanas. El sector agrícola genera el 72% de las exportaciones y el 36% del empleo de la población económicamente activa. El país sigue vendiendo al exterior. Las exportaciones de unas 1,400 toneladas de productos tradicionales y no tradicionales han generado divisas de 1,585 millones de dólares (L39,054 millones) en lo que va del presente año. En el mercado doméstico no hay escasez de alimento. No hay apremio por falta de comida. Los mercados y los supermercados están abastecidos de lo esencial. Hay agua para tomar. El generoso invierno ha llenado las represas en la capital, reduciendo los racionamientos. Los precios de granos básicos asequibles al consumidor. No se perdió la siembra y en pleno apogeo de la cosecha de primera, los principales mercados están sobre abastecidos de frijol rojo. (La medida de cinco libras se niveló en los 60 lempiras). Esta semana hubo la tercera rebaja de combustibles en las gasolineras. La adquisición de combustibles, lubricantes y energía eléctrica fue inferior en 377.9 millones. Ello gracias a la reducción de 40.3 por ciento del valor importado de combustibles. Favoreció la baja de 33.1 por ciento en el precio internacional promedio de los derivados del petróleo (equivalente a $267.8 millones) al situarse en 49.0 dólares el barril, cuando a julio del 2019 fue de 73.21 dólares.

Calculan alrededor de 8.2 millones de quintales de café de la cosecha 2020-2021 que inicia el próximo 1 de octubre. 1 millón más que el año pasado. La exportación de 7.2 millones de quintales de café generará al país unos 984 millones de dólares (L24,245 millones) en divisas en la presente cosecha. El precio promedio de exportación por quintal a la fecha es de 125.05 dólares, comparado con el costo promedio del 2018/19 de 106.99. Los ahorros crecerían L33,741 millones durante el 2020. El sistema financiero mantiene recursos del sector privado por 351,919.1 millones de lempiras mayor en un 10.6% respecto a lo captado al cierre de 2019. Sí, la emergencia sanitaria y el confinamiento han golpeado duro la economía. Sufren empresas y trabajadores. Y no es solo una desgracia local. Es mundial. Allí está la tuerce. Cuando más se requería de la cooperación, mayor ha sido la tendencia del sálvese quien pueda. Cuando más necesaria era la colaboración entre países y la solidaridad entre personas, mayor ha sido la tendencia al encierro y al aislamiento. La respuesta del sistema multilateral a la crisis, tanto de los entes sanitarios como financieros, –con sus contadas excepciones– ha sido una vergüenza. Paralizado, como venado alumbrado por los focos de un carro que, cegado por las luces, se queda inmóvil a medio camino sin saber para dónde agarrar. Cuando por fin reacciona lo hace de manera tardía, parsimoniosa e insuficiente. Sin sentido de urgencia o eficacia frente al colosal desafío. Dicho lo anterior, no esperen que las cosas regresarán a lo que fueron AC, antes del coronavirus. Es claro que el DC, después del coronavirus, va a depender del esfuerzo nacional, del ingenio propio y de la capacidad de adaptación de la sociedad frente a los grandes estragos y sus factores cambiantes.

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