Carta de un viajero francés desde La Ceiba, 1887

ZV
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31 de octubre de 2020
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12:33 am
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Carta de un viajero francés desde La Ceiba, 1887

(Traducción del francés de José Antonio Funes*)

La Sociedad puede contar conmigo para recopilar todos los documentos necesarios que sirvan para el conocimiento exacto de Honduras.

Instalado apenas después de quince días en los bordes del río Danto, cerca de La Ceiba, no he podido todavía ocuparme seriamente de asuntos interesantes para la Sociedad. Sin embargo, me atrevo a decir que creo haber hecho por ella un trabajo suficiente.

Al principio, antes de desembarcar, he tenido la buena suerte de pasar, durante el día, a un centenar de metros de las islas del golfo de Honduras; se encuentran bien según el orden indicado en el mapa de Byrne, pero no he podido hacer nada para determinar su posición exacta. A propósito de este mapa, he podido constatar que el río Cangrejal que figura al este de Trujillo debería figurar al oeste, porque el río que corre al este de Trujillo se llama río Negro. Estos dos ríos pasan muy cerca de dos pueblos Caribes que fueron construidos sobre los muros de Trujillo, uno al este y el otro al oeste. Estas dos corrientes de agua, así como otras también, desembocan en la bahía de Trujillo, muy inferiores a las lagunas que figuran en el mapa formando parte de ella; lo que significa que la situación de Trujillo indicada en el mapa es inexacta. Además, desde Tela, no lejos del Ulúa (Valle de Sula), he seguido la costa en barco, siempre a menos de una milla, desde Trujillo. He visto perfectamente que hay en todo el recorrido de montañas y de aquellas poco alejadas del mar, o, desde el punto de demarcación de los departamentos de Colón y Yoro, la indicación de las montañas cesa, aparentemente, porque la cadena es continua sobre la costa o a poca distancia de ella.

Este país es maravillosamente hermoso, quizás el más rico del mundo, pero le falta mano de obra, y sobre todo carreteras. Sobre esta última apreciación, creo que Francia estaba mejor dotada antes de la invasión romana, que lo que está Honduras a finales del siglo XIX. Todo está por hacerse aquí: canales, carreteras, caminos, vías férreas, etc. Una senda que en nuestros Pirineos sería solamente frecuentada por las cabras, se llama pomposamente “Camino Real”, un camino en el cual la persona debe abrirse paso con un machete o un sable para talar.

En otros tiempos Honduras fue más próspera. No voy a investigar las causas de su decadencia, incluso permitidas y todavía funcionales. Me limitaré a decir que el apogeo del país pudo haberse detenido por la inestabilidad de los gobiernos y sobre todo el descrédito que lanzaron sobre el país los generadores de préstamos de la llamada Honduras…

Toda la naturaleza aquí es espléndida, como la vegetación, las montañas son densamente boscosas y plenas de árboles preciosos que no es posible explotar. El interior del país es muy sano, no existen las fiebres. La tierra es de una fecundidad prodigiosa. El agua es muy abundante y en los ríos abundan los peces. Los indígenas están contentos mientras tengan frutas, un poco de agua y a veces un pescado. Ellos no reclaman nada más. Al lado del mar viven los Caribes, marinos intrépidos, trabajan con ahínco en el mar y se hacen pagar muy caros sus servicios, sobre todo cuando ven que necesitamos absolutamente de ellos. Sus cabañas son aseadas, las mujeres hacen todas las labores y los trabajos más duros que los de los hombres, como en el valle de Ossau, para no decir como lo hacen los árabes. Cualquiera que sea la raza más trabajadora y más fuerte que la raza indígena, no corresponde a esta regenerar el país. Son los blancos que rigen las diversas repúblicas de América Central. Entre ellos, muchos son muy instruidos, amigos del progreso…

Corresponde a la raza blanca, sobre todo a los franceses del sur y a los españoles regenerar un país cuyo clima difiere poco del de ellos y cuya riqueza es incomparablemente más grande. Los blancos no son muy numerosos en Honduras y los que aquí residen no tienen, como los de Europa, la necesidad de pasar a la aplicación inmediata de las inmensas ventajas que la ciencia pone a su disposición.

En el sur de Francia se emigra mucho a la Plata (excelente país, lo sé); es la moda. 5 de cada 6 emigrantes no han oído nunca hablar de Honduras. Sin embargo, si supieran que existen posibilidades de triunfar en otros lugares, quizás cambiarían de dirección, y por su bienestar y el del país que les recibiera. Una buena corriente de emigración podría cambiar totalmente Centroamérica.

El comercio es bastante activo en la costa. Cada semana vienen una o dos naves a cargar bananos, cocos, limones y naranjas para transportar a los Estados Unidos.

El cultivo de estas frutas es bastante lucrativo, pero muy difícil para los europeos. Su cosecha desde el punto de vista comercial solamente se hace en el litoral, donde nunca faltan las fiebres.

En el interior, se cultivan las frutas y las legumbres de Europa, que podrían cultivarse de maravilla en la costa. Espero los mejores resultados de una colección de plantas que me ha vendido la casa Vilmorin, Andrieux y Cía., de París.

En Argelia, las plantaciones de Eucalipto han saneado el país; voy a tratar de obtener los mismos resultados aquí, por los mismos medios.

Los puertos de Trujillo y La Ceiba, que son los más frecuentados, no son de fácil acceso. Las naves se mantienen casi siempre a dos kilómetros de la costa; hay carga y descarga como se puede y cuando se puede. Estos puertos podrían mejorarse con poca inversión.

“Una compañía americana se ha propuesto establecer un canal del Aguán a la bahía de Trujillo. La idea es excelente; sin embargo, creo que esta canalización no se hará por mucho tiempo.

“Podrían hacerse otros trabajos de canalización, por ejemplo se podría conectar todos los ríos de la costa por un canal: estos ríos son navegables para barcos y lanchas. Esta vía sería muy concurrida y evitaría hacer uso del mar, considerando que no hay ni puentes ni caminos.

Una línea férrea que comunicara Puerto Cortés con Trujillo, a lo largo de la costa, sería también muy conveniente para el desarrollo del país, con la condición que la compañía no sea gratificada con privilegios contrarios a los de los productores.

Las minas son realmente numerosas, solo que su explotación es sumamente difícil, sino casi imposible y siempre por las mismas causas: no existen vías de comunicación. Se puede encontrar algunos lavadores de oro, en Santa Cruz por ejemplo, pero los resultados están lejos de ser los mejores, según parece. La utilización en grande de poderosas máquinas sería seguramente muy provechosa.

Se puede explorar el país sin grandes riesgos. Las dificultades que se pueden enfrentar son quizás tan numerosas que las que uno puede hallar en África, y los descubrimientos que se hagan serán también al menos útiles. Deseo vivamente que hombres de saber y de experiencia emprendan la exploración de Honduras. Los hondureños les recibirían de la mejor manera, sin importar su nacionalidad.

El sábado anterior, tuve la oportunidad de encontrarme a bordo de un barco con el señor general E. A. Lever, cónsul de Honduras en Nueva Orleans. Hablamos de Francia y de Honduras. El señor Lever ha viajado mucho; es autor de una obra sobre América Central, titulada Centro América o la tierra de los Quichés… (Nueva Orleans, E. A., Brandao, Editor). Él me ha prometido enviarles una de sus obras.

En Trujillo, conocí al señor conde de Brimont que viaja por su propia cuenta; él es muy culto y dibuja de maravilla. Ya ha visitado Honduras muchas veces; está escribiendo una reseña sobre el país. Esta será una obra seria, adornada de dibujos hechos en vivo y de una perspectiva espiritual poco común. Este joven viajero ha recorrido sobre todo la costa desde el cabo de Gracias hasta Trujillo; incluso ha indicado con mucha precisión el mapa de la costa que él ha visitado.

Escribí apresuradamente todo lo anterior; por lo que les ruego excusarme por los errores y la rudeza de lo escrito. Deseo vivamente que mis líneas puedan ser de su interés. Haré lo mejor que pueda por aportar a la sociedad mi escasa parte de trabajo; muy feliz, si para difusión u otros fines, pudiera yo lograr serle útil o agradable.

M. J. Pargade, Carta desde La Ceiba, Honduras, 7 de diciembre de 1887. Tomada de “Correspondencia varia”, Informe de la Sociedad de Geografía y de la Comisión central, edición bimestral, Sociedad de Geografía, París, 1888, pp. 59-64.

*Poeta, entre sus obras destacan: Modo de Ser (1989), A quien corresponda (1995) y Agua del tiempo (1999). El año 2004, publicó un amplio estudio sobre Froylán Turcios y el Modernismo en Honduras. Reside en Paris, Francia.

Los mapas que ilustran esta carta se tomaron de Atlas de Mapgoogggas Históricos de Honduras de William V. Davidson. Trujillo del holandés Arnoldus Montanus de 1671, por cierto una ilustración un tanto fantasiosa. La segunda ilustración es uno de los primeros mapas que se hicieron de Centroamérica por una prestigiosa casa editora norteamericana, bajo la responsabilidad de Cecil Charles, en 1890, este último fue amigo del presidente Luis Bográn. Fotos y breves textos, colaboración de Rubén Darío Paz.

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