¡Viendo venir la tempestad!…

MA
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13 de noviembre de 2020
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12:53 am
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¡Viendo venir la tempestad!…

Marzo de mujeres

Carolina Alduvín

…¡y no hincarse! Reza un refrán muy utilizado en mi pueblo, cuando alguien abusa de su buena fortuna, de la paciencia de terceros, de la irreverencia ante la ley del karma, o simplemente se pasa de insensatez. Exactamente lo que ocurre con nuestros funcionarios en cada uno de los niveles y dependencias, quienes no solamente no han previsto, no han tomado las mejores decisiones, no han actuado de buena fe y lejos de ayudar a la población, se burlan de su desgracia en los peores momentos y abusan de su autoridad entorpeciendo la enorme solidaridad popular, despilfarrando recursos casi inexistentes y de la contracción temeraria de deudas y más deudas, e inflando un mísero “kit de supervivencia” en más de cinco veces su valor de mercado, para lucrarse del Estado a costa de los más necesitados y en calamidad.

Sin faltar la jactancia que, en cadena nacional, no hace más que maquillar un rostro hinchado y amoratado tras una tunda de puñetazos, ante los cuales ni siquiera se pudieron interponer las manos. Una infraestructura nacional vulnerable, no porque no haya capacidad profesional para diseñarla adecuadamente y supervisarla de conformidad, sino porque una cosa se consigna en presupuesto y algo muy inferior es lo que se ejecuta; total, las pruebas vendrán más adelante, cuando las autoridades sean otras. Y aún con un buen diseño, las condiciones del entorno son cambiantes y casi siempre deletéreas, la deforestación tanto legal como clandestina de las cuencas aledañas, cambia los parámetros aun para las obras bien ejecutadas.

El gobierno nos encerró en marzo, no tanto previendo el bienestar de la población, sino el colapso de la ya debilitada infraestructura sanitaria y, aunque se ha manejado la pandemia mejor que en lugares con mayores presupuestos y mejores condiciones hospitalarias, no se hizo lo mismo con la igualmente golpeada por el tiempo y la desidia, infraestructura carretera y de control de inundaciones. Las trágicas escenas reportadas la semana anterior, se repiten cada año, con alguna excepción, que logra que todo se olvide, cada dos décadas se tornan superlativas, así fue durante Fifí y Mitch, la prensa sensacionalista las trata como si fueran inéditas, la misma población afectada, pareciera no tener memoria; cierto, muchos ni habían nacido, pero muchos más ya lo habían perdido todo y volvieron a comenzar.

No se ha tratado de un imprevisible terremoto, sino de un fenómeno climático anticipado varios días antes por los expertos y oportunamente comunicado, en el cual ni siquiera nos llevamos la peor parte. Eta tocó tierra en Nicaragua y se degradó rápidamente, ahí la población fue evacuada con tiempo, según los reportes que nos llegan, no dejaron de ocurrir lamentables desastres que, más que todo fueron materiales. El mismo centro de vigilancia de huracanes, reportó que las autoridades hondureñas no estaban haciendo lo propio, ¿y cómo lo iban a hacer? Con un improvisado a la cabeza del organismo correspondiente y con la trasnochada prioridad de dar paso a una semana de feriado sin sentido, con fecha retrasada y luego de un encierro forzoso cuyo propósito de contención de contagios, se iba claramente al traste.

Las pruebas contra el flagelo sanitario, estrategia en la que se ha basado el nulo intento de controlar la dispersión del virus, disminuyeron primero y no se reportan resultados en estos días, siguen las medidas de sentido común a las que la población ya se acostumbró, prevemos que los casos se van a multiplicar con el inevitable hacinamiento en los improvisados albergues, de poco habrá servido esconderse en cada casa, bajando las defensas, cuando la sana distancia, aun tenida en cuenta, no sea posible. Si las autoridades hubieran previsto oportunamente las evacuaciones, como era su deber, la población se hubiera resistido más que de costumbre a salir por temor a contagiarse, así ocurre en lugares no inundados con terrenos y bases debilitadas.

La solidaridad popular se ha manifestado en forma de generosas donaciones de lo indispensable, y la autoridad entorpece la distribución local; el pueblo pone a disposición lanchas de trabajo y la autoridad complica los rescates con burocracia, hondureños en el extranjero envían especie y la aduana pretende gravar lo que llega, lucrarse de cada lágrima y cada pérdida desatada por la tempestad, estorba, se burla del dolor y, los que aun no son autoridad, aprovechan la ocasión para repartir lo que otros han donado introduciendo su efigie en cada bolsa. Ya basta…

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