Oportuna selección de albergues amigables y seguros

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25 de noviembre de 2020
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12:03 am
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Oportuna selección de albergues amigables y seguros

Por: José Antonio Pereira Ortega
Coronel ®

Antes que nada, quiero expresar mi sentido pésame a las familias de las víctimas fallecidas por el embate de la naturaleza, materializada en los letales meteoros destructivos Eta e Iota. Que descansen en paz y que el Señor Todopoderoso conceda el bálsamo del consuelo a sus familiares y amigos. Igualmente, quiero solidarizarme con todos los compatriotas a lo largo y ancho del país, que hoy sufren las consecuencias de los considerables desastres provocados en sus bienes y valores materiales.

Sin lugar a dudas no se puede seguir en este calvario, es prudente que de una vez por todas las autoridades y la población en general tomen conciencia y enmendar al respecto la previsión y la capacitación masiva en el cuidado de nuestro entorno y qué acciones tomar cuando la furia de la naturaleza de manera intempestiva se toma revancha por la constante agresión al hábitat a nuestro alrededor, generando como norma que la acción de la naturaleza es inevitable e imprevisible.

Los originarios y crecidos en el área de La Lima, El Progreso y los campos bananeros en los dos ramales circundados por los ríos Chamelecón y Ulúa, han sido testigos y han sufrido muchas veces el azote de los desastres por inundaciones, desbordamientos y derrumbes, aprendiendo a sobrevivir las mismas, pero incompresiblemente no han aprendido a convivir con la naturaleza, y qué decir de las autoridades nacionales y locales, que se pasan el tiempo seco sin tomar previsiones y sin dar seguimiento a las áreas amenazadas, desestimando la furia de la naturaleza y cuando suceden los imprevistos, no están preparados y por ende, no tienen ni la capacidad mínima de respuesta.

Indudablemente y de manera inevitable, estas situaciones de emergencia y desastres provocan graves disrupciones en la forma de vida de los pobladores en esas zonas, siendo los más frecuentes la inundación y destrucción de sus viviendas y del entorno de las mismas, con la consabida pérdida de sus efectos personales y su menaje de casa, hermanada de manifiesto la amenaza a la seguridad física de las personas afectadas, que inexplicablemente esperan hasta el último momento para evacuar, con la excusa de cuidar esos muy apreciados bienes materiales en defecto de su propia vida.

Entre los miedos que surgen en los afectados, que no tienen más recurso que aceptar refugio en los albergues que los órganos de protección les ofrecen a mansalva, son los riesgos a que se exponen en esos lugares muy mal acondicionados por la falta de previsión al escogerlos, no reúnen adecuadas condiciones de vida, lo cual menoscaba su dignidad, situación que aumenta el sufrimiento humano inducido por el desplazamiento forzado de sus dominios propios, aceptando que van aventurarse a lugares inciertos e inseguros.

Esta situación puede y debe corregirse, somos un país en riesgo por inundaciones y no podemos seguir exponiendo la vida de nuestros connacionales, los gobiernos han desestimado esta vulnerabilidad que puede y debe ser tomada como un objetivo nacional actual, basta con una temprana reacción de parte del órgano creado para estos menesteres como Copeco, dotándolo de personas competentes y compatibles, especialistas en la materia sin sesgos políticos o de nepotismo.

Una vez conformado y establecido ese órgano considerar en su planificación albergues para situaciones de contingencias, previendo escoger áreas y lugares para una buena acogida y alojamiento para los damnificados, provistos de facilidades que ofrezcan un ambiente saludable, seguro y amigable a la convivencia en grupo sin degradar su condición humana, entendiendo que debe proveerse espacios que además de comodidad e higiene, tengan cubiertas las necesidades básicas de techo, salud y alimento digno.

En esos planes, se estima la actualización y consolidación de un censo, que pueda posibilitar que ante una emergencia que ocasione daños a las viviendas y a la infraestructura y obligue a las evacuaciones de personas, se determine como acción preliminar a un albergue, buscar el alojamiento en casas de familiares o amigos con centros de aprovisionamiento previamente establecidos para su auxilio con alimentos, agua y materiales esenciales para la supervivencia (frazadas, focos, candelas, raciones familiares, medicamentos, etc.).

En segundo término y agotada esa posibilidad, seleccionar cursos de acción con albergues en lugares predeterminados para tal fin, como residencias o centros de día, edificios de apartamentos, hoteles, etc., y en caso de no poder utilizar estas dos opciones, buscar locales de utilidad pública como las escuelas, centros comunales, etc. Estos últimos locales deben estar seleccionados de antemano para funcionar como albergues seguros, amigables y dignos de la persona humana.

Finalmente, y por encima de todo, hay que dotar esos albergues de la seguridad máxima para las personas, planificar adecuadamente qué hacer para evitar los actos inseguros contra las personas, con especial enfoque a la protección a los más vulnerables como los menores, adultos y personas discapacitadas.

Visto así, con esta situación, tenemos que adoptar una actitud de “Quid Pro Quo” con nuestro hábitat.

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