GOTAS DEL SABER (41)

ZV
/
22 de mayo de 2021
/
12:07 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
GOTAS DEL SABER (41)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Juan Ramón Martínez

I
Lenín Berríos, escribe un texto muy interesante que nos hemos permitido resumir sobre Jorge Bueso Arias. Refiere Berríos que, en una ocasión un productor de café de Santa Rosa de Copán, a quien don Jorge conocía desde que eran cipotes, decidió “tirar la toalla” ya que sintió que era incapaz de honrar la deuda que tenía con el banco. Luego de varios meses, el caso del cafetalero llegó al escritorio de don Jorge, pues ya correspondía expropiar la finca. En lugar de eso, el banquero lo mandó a llamar con uno de los empleados. Le preguntó sobre la mora en que había caído y le contestó “que por los bajos precios del café no le quedaba ni para pagar a sus trabajadores, mucho menos para saldar su deuda, por lo que prefería que se quedaran con su propiedad”. Don Jorge le dijo que no le interesaba su finca de café ya que era el patrimonio de su familia y que lo llamaba para ayudarle a que no la perdiera. “No quiero tu finca, aquí estamos para ayudarte” le dijo, por lo que ordenó que le cancelaran los intereses que debía y le readecuaran los pagos de manera que pudiera cumplirlos. Así fue. La hacienda sigue produciendo café, en manos de los herederos del agradecido cafetalero. Alguna vez soñó con ser presidente de Honduras. Desciende de cosecheros de tabaco que llegaron a la región de Santa Rosa de Copán, por el año 1793. Nació en esta comunidad el 14 de septiembre de 1919. Sus padres fueron Manuel Bueso Pineda y Lastenia Arias Fiallos de Bueso, nacidos en Santa Rosa. Don Jorge relata que un año después de su nacimiento se trasladaron a San Pedro Sula, donde su padre decidió radicarse junto a sus hermanos para establecer el negocio “Bueso Hermanos”. “Lamentablemente en una de esas famosas revoluciones, saquearon y quemaron el almacén. Tengo presente el recuerdo del edificio en llamas. Una vez que todo pasó, mi padre nos llevó a que viéramos las cenizas de lo que fuera el negocio familiar y recuerdo que, en lugar de expresarse con ira, nos manifestó que ‘esto no tendría que pasarle a ningún hondureño’”. Su padre prefiere que se traslade a los Estados Unidos y lo matricula en Luisiana State University, donde se graduó, en 1941, de licenciado en administración de negocios. Días después recibió una carta de Manuel Zelaya reiterándole su ofrecimiento para que trabajara como cajero en el Ahorro Hondureño. “Yo le dije a mi padre: aquí soy el hijo de don “Melo” y todo se me hace fácil. Mejor permítame ir a trabajar a Tegucigalpa, donde nadie me conoce y terminar de formarme a través de un esfuerzo propio”. El 15 de mayo de 1942 empezó a trabajar con este banco en el que fue ascendiendo hasta llegar a subgerente general. Don Jorge se casó en 1950 con Mercedes Callejas Bonilla, hija del líder nacionalista anti-cariísta, Venancio Callejas y Juanita Bonilla, hija del expresidente Policarpo Bonilla. De esta unión nacieron dos hijos: Manuel Venancio e Isabel. A principio de ese mismo año pidió un permiso de seis meses en su trabajo para hacerse cargo de los negocios de sus padres, quienes viajarían a conocer Europa junto a dos de sus hermanos. “Estando aquí me di cuenta de las grandes necesidades de una institución bancaria en Santa Rosa de Copán y en el occidente del país, sobre todo para los productores de café, quienes a pesar de las grandes cantidades que cosechaban, no tenían acceso a un crédito”, relata. Cuando su padre regresa, don Jorge le manifiesta su idea de fundar un banco y este le da todo su apoyo en esta iniciativa. De esta forma es como Banco de Occidente inicia operaciones el primero de septiembre de 1951, con un capital inicial de 100 mil lempiras”.

II
En 1820 y 1821 no fueron años tranquilos para Honduras. Todo lo contrario. Hubo mucha tensión, rumores y ansiedades. Mayes Huete, escribe lo siguiente: “Otros ciudadanos inodados en esta causa por el delito de infidencia son: Don Ambrosio Tosta, por escribir papeles subversivos contra el señor Tinoco y de acuerdo con el Señor del Águila, don Manuel Jacinto Gómez y Fuentes, Ministro Contador, el Factor de Tabacos, don Ramón Muñoz, don Silvestre Cueto, Fiel de Almacenes, y el capitán Idelfonso Castellanos. En informaciones que llegaron de Comayagua, con fecha 212 de mayo de 1821, procedentes de Los Llanos (ahora Santa Rosa de Copán), hay una acusación contra el licenciado don José Santiago Milla, señalándolo como responsable de los desaciertos que allí ocurren. En los archivos de Los Llanos está un proceso criminal contra él, dicen, por haber sublevado Milla, en el año de 1817, una cuadrilla de cosecheros de tabaco para que sembrasen en el paraje nombrado río Chiquito, contra la orden expresa de la Dirección General del Ramo. Hay además informes sobre un alboroto del mes de abril del año anterior, cuando quiso sublevar a cierto batallón, y finalmente, se dice que Milla, al saber las noticias de lo ocurrido en México sobre don Agustín de Iturbide, por medio de carta de su hermano don Justo, dándolas por ciertas, no tuvo embarazo para comunicarlas al pueblo, en carta pública con el escandaloso mote de VIVA LA INDEPENDENCIA. Agregan que no hay cosa donde no esté, y que es el causante del desorden e inquietud en el pueblo, pues el referido licenciado Milla “ocasiona disturbios, escándalos, etc., siendo, por naturaleza, un verdadero vago y mal entretenido”. (Fechado en Los Llanos, a 2 de mayo de 1821). Firman la acusación, José Gerónimo Zelaya, José María Cobos, Justo de los Campos, José Leocadio López, Ramón Orellana, Manuel Antonio Orellana; por Manuel López, Juan Pablo Aguilar. Finalmente, para enero de 1821, el Alcalde Mayor licenciado Narciso Mallol, notificaba al señor capitán general don Carlos de Urrutia y Montoya, que Dionisio de Herrera era uno de los pocos díscolos que en Tegucigalpa había, porque su espíritu solo caminaba al plan de independencia absoluta; que por lo demás la Provincia estaba tranquila. (Guillermo Mayes h. “Honduras en la Independencia de Centroamérica y Anexión a México”, páginas 37 y 38).

III
“El 15 de mayo de 1845, una escolta militar salvadoreña comandada por el capitán Domingo Lagos, fusiló en las inmediaciones del pueblo de La Sociedad, El Salvador, al licenciado Braulio Carrillo, exjefe de Estado de Costa Rica. Después de que el General Francisco Morazán lo derrocó de la jefatura de Estado de su país, don Braulio se radicó en El Salvador donde ejerció su profesión con algún éxito y había obtenido garantías de sus gobiernos. Carrillo había llevado un asunto de minas ante los tribunales salvadoreños y había ganado el pleito a su oponente Domingo Lagos poco tiempo atrás. En fecha posterior, y en vista del estado de guerra que existía con Honduras, Lagos entró de alta y al frente de una escolta fue enviado de San Miguel, para que recorriera varios pueblos persiguiendo desertores. A su regreso recordó que en “La Sociedad” vivía Carrillo y dispuso vengarse. Cuando llegó al pueblo, supo que Carrillo se había ocultado, pero golpeando a sus criados averiguó donde se escondía. Carrillo fue capturado mientras reposaba en su hamaca y fue traído a La Sociedad en cuyas proximidades fue fusilado, a pesar que enseñó un pasaporte en regla extendido por autoridades de San Miguel y de que avivó al gobierno de Joaquín Eufrasio Guzmán del que se confesó amigo. El cadáver fue despojado de objetos y de dinero y repartidos entre la tropa. Cuando se supo el crimen se levantó una ola de tremenda indignación. Los responsables fueron capturados y se les siguió consejo de guerra. Se condenó a Domingo Lagos a sufrir la pena capital, por unanimidad de votos. Lagos huyó. Y nunca, jamás, se pudo hallar al responsable del crimen. Por eso se culpó al presidente Guzmán y a los generales Cabañas y Barrios por la muerte de Carrillo. Carrillo estuvo en Tegucigalpa en 1828 cuando vino a exigir el pago de una deuda a don Lucas Reconco y cultivó relaciones con don Manuel Antonio Vázquez y don Narciso Rosal. En 1845, cuando la guerra era inminente entre Honduras y El Salvador, intervino en la negociación del tratado de Jocoro y en la preparación del Convenio de Chinameca. Actuó gracias a la amistad que tenía con Joaquín Eufrasio Guzmán, Francisco Malespin, Francisco Ferrera. Pero los tratados no sirvieron de nada y la guerra fue inevitable. Cuando se disparó el primer tiro, Carrillo había sido asesinado”. (Víctor Cáceres Lara, “Efemérides Nacionales” Tomo II, páginas 163 y 164).

Más de Anales Históricos
Lo Más Visto