La razón de existir de las gallinas

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7 de junio de 2021
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12:04 am
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La razón de existir de las gallinas

Por: Otto Martín Wolf

Algunos podrían pensar que la principal razón de su existencia es para servir de alimento a todo el que pueda comerlas, obviamente ninguna gallina podría estar de acuerdo con eso.

La verdadera razón de su existencia es para conservar la especie.

Las gallinas tienen que poner huevos, empollarlos, esperar a que sus hijos salgan del cascarón, ayudarles en el crecimiento para que ellos en su momento sigan el ejemplo y continúen el eterno proceso de conservar la especie.

Lo mismo ocurre con las plantas; desde la verde grama hasta la frondosa y enorme secuoya.

La grama no tiene como razón de su existencia servir de alimento a nadie (tampoco de cancha para practicar deportes) así como no es el fin de la secuoya adornar parques o prestar su cuerpo para servir como combustible para fogatas.

Aquellos que creen que pueden meterse en el cerebro de una gallina y saber lo que piensan podrían tener una mejor idea del propósito de su vida, así como de cualquier criatura de cualquier especie. (Cierto que hay personas con cerebro de gallina, pero no es este el caso).

La razón de la existencia de todas las criaturas, de todas las especies, animales y vegetales -incluyendo al ser humano- es conservar la especie, no hay otra, por más que algunos se atribuyan ser el “pueblo elegido” o haber sido creados a imagen y semejanza del dios de turno.

En el camino de la historia han quedado millones de especies que no tuvieron la suerte de reproducirse lo suficiente como para prevalecer o que fueron víctimas de desastres, plagas o depredadores que terminaron con su linaje.

Nosotros, seres humanos, algunos de los cuales presumen de la supuesta inteligencia de nuestra especie y por ello “humildemente” se ponen a la altura de dioses, deberían comprender que la inteligencia, así como el uso de ella, es simplemente un recurso que la naturaleza nos ha dado para sobrevivir y conservar la especie.

Nuestra capacidad para fabricar objetos, crear música, explorar, entender las matemáticas o disfrutar de placeres es una característica de nuestra especie; nadie cuestiona el bello color de algunas aves o la fuerza de los elefantes, en principio es lo mismo.

Y en el fondo, en lo básico no somos muy diferentes a cualquier otro mamífero. Comparando los genomas de 13 especies se confirmó que existe una cercanía desde el punto de vista evolutivo con el ratón, chimpancé y hasta dos especies de un tipo de pez, desde luego en mayor o menor grado, unos más cerca otros más lejos.

No somos nada especial en el orden de las cosas en la vida y nuestra principal misión no es otra que conservar la especie.

Y aunque cargamos sobre nuestros hombros una responsabilidad tan grande y tenemos una gran capacidad para reproducirnos, a veces actuamos como si quisiéramos más bien terminar con todo.

Nuestra ignorancia, desinterés o negación hace que destrocemos el mismo medio ambiente que necesitamos para sobrevivir y, en eso, sí somos bastante diferentes de otras especies.

Ningún pez contamina las aguas en donde vive. Es más, al morir sus restos sirven para alimentar otras especies, el daño ambiental provocado por sus cadáveres es mínimo.

Nosotros hemos aprendido a conservar nuestros cadáveres evitando que se reciclen tan rápidamente como la naturaleza lo ha planeado, con efecto dañino en el medio ambiente, producimos demasiado metano y otros gases.

No somos reyes de ninguna creación.

La verdad, no somos más que cualquier especie, a veces pienso que en realidad somos menos.

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