MIGUEL GÓMEZ MURILLO, EL AGRARISTA

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10 de julio de 2021
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MIGUEL GÓMEZ MURILLO, EL AGRARISTA

Por: Óscar Aníbal Puerto Posas

Nadie como Miguel Gómez Murillo, amó a los campesinos. Si bien, su origen no fue rural. Nació en el seno de un hogar de artesanos, instalado en el legendario barrio “El Guanacaste”, en esta ciudad. Su señor padre era de oficio sombrerero (no hacía esa prenda del vestuario masculino; sino que las acondicionaba al gusto de los caballeros de alto linaje de la ciudad capital). Su progenitor se llamó: Eduardo Gómez Moncada y su madre Olimpia Murillo de Gómez. Miguel nació el 29 de septiembre de 1941. Conforme a las costumbres de antaño, el santoral determinaba el nombre. Nació el día de “San Miguel Arcángel”, patrono de la ciudad de San Miguel de Heredia de Tegucigalpa.

Miguel Ángel Gómez Murillo; mejor conocido por su segundo apellido y con el apelativo “Muraco” (que solo se lo toleraba a sus amigos), cursó su educación primaria en la escuela “José Trinidad Cabañas”, sita en el barrio “El Guanacaste”. Siempre guardóle gratitud a su maestro Felipe Elvir Rojas. Él lo inspiró a seguir la carrera de magisterio me contó una tarde de nostalgia; cuando el sol se ocultaba tras los cerros de Tegucigalpa. Así -bajo ese ejemplo, bajo ese estímulo- ingresó a la Escuela Normal de Varones (hoy Pedro Nufio); donde obtiene el título de maestro de Educación Primaria Urbana. Murillo y Evelia, su hermana, convertida ella en prestigiosa licenciada en Economía; estudiaron sin beca del Estado. Fueron formados con el sacrificado trabajo manual de don Eduardo, su padre. No pudo instalarse en el sistema educativo y, por ello, concursa y obtiene una magra beca (L125.00 al mes); en la Escuela Superior del Profesorado (hoy Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”), de donde egresa convertido en profesor de Educación Media en Matemática. Sin embargo, nunca ejerció la docencia. Cuando egresó, le había trastornado el corazón Claudia Hernández. “Una tanagra criolla”, como diría Marcos Carías Reyes; maestra también.

Se conocieron en el barrio Buenos Aires donde don Eduardo con arduos sacrificios levantó vivienda. Murillo, casado muy joven, no recibió una oferta laboral satisfactoria y congruente a su formación de maestro de Segunda Enseñanza. Tomó otro camino. Aplica como Promotor de la Reforma Agraria. Recibe una formación básica en el Instituto Nacional Agrario (INA). Corría la década de los años 60. En el INA, hizo una brillante carrera. No pretendo agotar en estas páginas su quehacer ejemplar. Si bien puedo decir, sin duda, que Murillo fue el mejor promotor agrario de Honduras. Tenía una capacidad innata para entender a los campesinos y les llegó a amar entrañablemente. Aparte de ello, fue un extraordinario orador. Estuvo bajo la égida de eficientes directores de este ente agrario, mencionaré, con el temor de omisiones, algunos: Rigoberto Sandoval, Horacio Moya Posas, Mario Ponce Cámbar, Mario Maldonado Muñoz, Fabio Salgado, Carlos Urrutia, Manuel Enrique Suárez Benavides (hay un período en que hizo mutis… volvió al INA, siendo director el economista Francisco Fúnez (enero 2006-junio 2009). A la caída de José Manuel Zelaya Rosales, retorna a la “inhóspita llanura”; lo que no implicó desvincularse de las luchas agrarias. Fundando una ONG, cuya sigla fue CEPEDECAP, con proyección en dos departamentos: Francisco Morazán y Olancho. Tuvo su propio centro de capacitación que llevó el nombre de su madre: “Centro de Capacitación Olimpia Murillo”.

Murillo gozó de la confianza de algunos de los mencionados. El coronel y abogado Mario Maldonado Muñoz, lo integró al equipo, eficazmente dirigido por el ingeniero agrónomo Andrónico Espinal Oliva; en la creación de la Empresa Asociativa Campesina de Isletas. Murillo fue el jefe de Promoción. Fue rehabilitado el territorio destruido por las fuerzas “desatentadas y ciegas” del huracán “Fifí” (1974). Lo hicieron los obreros agrícolas; pero la linterna la tenían en sus manos hombres como Andrónico Espinal, Miguel Gómez Murillo, Darío Núñez Sandoval, Manfredo Velásquez (hoy figura entre “los desaparecidos”); Salomón Dubón Noriega, Oneida Andino, Ramón Lozano, Maximiliano Guillén, Ovidio Valladares, Gustavo Adolfo Hernández y José Santos Silva. Este último fundó y dirigió un periódico, impreso en mimeógrafo: “La voz de los campesinos en marcha”, para alimentar la conciencia organizativa de los exobreros agrícolas. Debería figurar en la historia del periodismo hondureño. Su tiraje eran 500 ejemplares y se vendía al mínimo precio de cinco centavos de lempira. La asesoría técnica del proyecto ARAI-Isletas, estuvo a cargo del doctor Gonzalo Puga (chileno), doctor en Geografía Económica por la Universidad de Wisconsin.

Como la empresa de Isletas demostraba la capacidad campesina para grandes desafíos, fue asaltada por el entonces coronel Gustavo Álvarez Martínez (1937-1989). Sus dirigentes injustamente apresados, el personal técnico tuvo que salir en circunstancias de suma peligrosidad y -por algún tiempo- Murillo sufrió los inconvenientes de la vida clandestina.

Después, Murillo fue director del Centro de capacitación Campesina “Sargento David Fúnez Villatoro” en Guaymas. (Cuando ese centro era “la universidad campesina de Honduras”. Murillo lo embelleció, contando, desde luego, con el apoyo del coronel y abogado Suárez Benavides. El “Centro Fúnez Villatoro”, fue vendido a productores cañeros y recuperado posteriormente durante la administración del INA a cargo del licenciado Aníbal Delgado Fiallos, de grata recordación. Hoy permanece en el total abandono.

De allí pasó Miguel Murillo a ser director del Programa de Capacitación Campesina para la Reforma Agraria (PROCCARA). Un humilde maestro, había llegado muy lejos…

Afirmó su personalidad con conocimientos obtenidos en el extranjero: Instituto Interamericano de Cooperativismo (IIC), en Panamá, Panamá y Universidad de Costa Rica (UCR); viajó, además a Brasil y a otros países a congresos agrarios e impartió Laboratorios Experimentales (metodología creada o inspirada por el insigne sociólogo brasileño Clodomir Santos de Morais), en Guatemala, El Salvador y no sé en qué otros meridianos. Su interés en lo agrario lo llevó a militar en el Instituto Hondureño de Desarrollo Rural (IHDER), donde sus aportes fueron meritorios.

***

En tanto, los hijos procreados con Claudia Hernández, crecían; padre y madre, hicieron de ellos valiosos profesionales: Eduardo, agrónomo; Enrique, médico, con especialidad en Geriatría; Claudia Olimpia, licenciada en Periodismo y Sol Ximena, educadora. ¡Hermosa cosecha!

La Parca lo visitó el 24 de junio del 2021, aquí, donde nació. “El mal de Parkinson”, había minado su organismo y le amargó el último lustro de su existencia. Aun así, dio sus conocimientos a HONDUPALMA, Guaymas, Yoro.

¡Paz al adalid del agrarismo nacional! Un abrazo a Claudia y a Evelia.

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