SOBERANÍA TERRITORIAL

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15 de agosto de 2021
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12:25 am
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SOBERANÍA TERRITORIAL

ES un concepto fácil de pronunciar. Pero difícil de interpretar cuando se presentan complejidades limítrofes en cualquier parte del mundo. Incluyendo las problemáticas más o menos recientes registradas en algunas islas del Mar Oriental y del Mar Amarillo, entre por lo menos tres países del Lejano Oriente. En el caso de nuestro patio, aquí en Centro América, las cosas quedaron suficientemente claras después de dos fallos fronterizos de la Corte Internacional de Justicia, en La Haya, en favor de Honduras.

Que ciertos alcaldes hondureños desconozcan la historia de la soberanía territorial hondureña de los últimos cincuenta o sesenta años, eso es parte de las carencias mentales de unas autoridades que de repente nunca llevaron los cursos de “Moral y Cívica” y de “Estudios Sociales”, que antes se impartían en las escuelas y colegios. O fueron malos estudiantes en cualquier asignatura, inclusive a nivel universitario.

De hecho, en las décadas del cincuenta, del sesenta y parte del setenta del siglo próximo pasado, se les enseñaba a los estudiantes que don Jesús Aguilar Paz había recorrido todo el territorio hondureño, con un sextante, una brújula y a lomo de mula, para identificar cada pedazo de nuestro terruño. De tal suerte que el primer mapa científico de Honduras, se debe a la labor meticulosa y paciente de un hondureño extraordinario y esforzado, como pocos hemos tenido en nuestra historian nacional.

Hay gente, con pretensiones políticas, que ni siquiera recuerdan, o se niegan a recordar, las atrocidades cometidas contra la población civil fronteriza de Honduras durante la guerra fratricida de julio de 1969. No se trata de acumular rencores estériles por la simple morbosidad de recordarlos. Sino de simples constataciones históricas con el fin de evitar incurrir en las mismas ambigüedades que se incurrieron en el pasado. Se trata, además, de nunca caer en las trampas de los juegos geopolíticos internacionales, cuando se carece de las informaciones precisas de las guerras comerciales “silentes” que se están fraguando en este momento histórico, agrandadas por las miopías de algunos dirigentes e inversionistas internacionales.

En el “Viejo Mundo”, la Unión Europea se convirtió en una realidad, en tanto que previamente existía completa claridad respecto de las líneas fronterizas de cada uno de los estados miembros. La Mancomunidad Europea jamás violentó, en ningún momento, los límites fronterizos de cada país. Esos se mantuvieron intactos a pesar de todas las políticas integracionistas aduaneras, financieras, monetarias, demográficas, etc.

Cualquier política de integración centroamericana, en el futuro cercano como en el lejano, debe partir del principio del respeto a los derechos inalienables de las fronteras de cada país, tanto entre Honduras y El Salvador, como entre Costa Rica y Nicaragua, incluyendo el punto sensitivo del Golfo de Fonseca, en donde los tres países colindantes se han comprometido a desarrollar la zona sin afectar los intereses de los vecinos. El derecho de Honduras a tener salida marítima desde el Golfo de Fonseca hacia el Océano Pacífico, está directa o indirectamente definido en la última sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Cualquier otra discusión al respecto es estéril.

Lastimosamente en nuestro país algunos personajes hasta quisieran regalarles la Isla Conejo a los hermanos salvadoreños, desconociendo que con ese “regalo” Honduras perdería direccionalmente su salida a la bocana del Golfo de Fonseca frente a “La Mar del Sur”. Pero ni siquiera el pirata Francis Drake, de los tiempos coloniales, logró impedir que Honduras comerciara con sus vecinos de los “virreynatos” de América del Sur y del Norte.

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