Jefferson y la constitución

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4 de julio de 2022
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12:03 am
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Jefferson y la constitución

Por: Edmundo Orellana

De nuevo se escuchan voces a favor y en contra de la Constituyente, reviviendo los debates que precedieron al golpe de Estado del 2009, cuyas devastadoras consecuencias seguirán flagelando el país durante muchos años más.

Sobre este tema, es oportuno que nos detengamos en los argumentos de uno de los padres fundadores de Estados Unidos, redactor de la declaración de independencia, lo que, por disposición suya, destacó, como su legado, en su epitafio.

Sobre el espíritu que debe animar a la ciudadanía con relación a su gobierno, no dejó dudas al respecto. “El espíritu de la resistencia al Gobierno es tan valioso, en determinadas circunstancias, que me gustaría que siempre se mantuviera vivo. A menudo se ejercerá en el momento equivocado, pero ello es preferible a que no se ejerza en absoluto. Me gusta que tenga lugar una pequeña rebelión de vez en cuando. Es como una tormenta en la atmósfera”. La rebelión, como dice Michael Hardt, es para Jefferson “tan virtuosa que no solamente debería tolerarse, sino incluso fomentarse”.

Los motivos de los rebeldes no importan, pueden estar equivocados. Justa o no, la rebelión es saludable para la nación y para preservar las libertades públicas. “Permanecer silenciosos bajo estas equivocaciones supone un aletargamiento, el precursor de la muerte de las libertades públicas”. “Que Dios no permita que alguna vez pasemos 20 años sin una rebelión…». Resulta difícil no asociar estas ideas con las de los revolucionarios del siglo pasado, lo que lleva a Hardt a afirmar: “Es inevitable sentirse extraño al hablar de Thomas Jefferson…como de un representante del pensamiento revolucionario moderno, como lo haría de Vladimir Lenin, Mao Zedong y Fidel Castro”

En su libro Declaración de Independencia, Michel Hardt, nos sigue ilustrando sobre las ideas de Jefferson, diciendo lo siguiente: “Las virtudes de un retorno continuo a la rebelión se corresponden, finalmente, en el pensamiento de Jefferson, con la necesidad de una reapertura periódica del proceso constituyente. Demasiadas personas contemplan las constituciones formales con ferviente veneración, explica, y las consideran inmutables. Claramente, no cree que las generaciones futuras deban verse limitadas por las intenciones de los creadores originarios de la Constitución. «También podría exigirse que un hombre llevará todavía el abrigo que le iba bien cuando niño» … Por lo tanto, toda Constitución, toda Ley, expira naturalmente al final de 19 años. Si fuera impuesta por más tiempo constituiría un acto de fuerza, no por derecho». Por lo tanto, cada veinte años, que según los cálculos de Jefferson constituyen un reemplazo generacional, un nuevo proceso constituyente debe desechar el peso muerto del pasado y escribir una Constitución basada en los deseos y las necesidades de la nueva generación.”

“Al unificar la rebelión y la Constitución, sigue diciendo Hardt, Jefferson formula un concepto de la transición revolucionaria parecido a una revolución permanente o, más concretamente, a la renovación periódica de la revolución. Esta transición nunca termina; de hecho, Jefferson insiste en que siempre debe mantenerse viva. ¿Significa esto que el proceso revolucionario resulta frustrado continuamente, nunca capaz de conseguir sus objetivos? No, porque para Jefferson la transición tiene una dirección clara, pero no un punto final. En este punto, lo que hay que comprender —y que quizá constituya la aportación jeffersoniana más importante a la teoría revolucionaria contemporánea— es que los medios y los fines de la transición nunca se separan por completo: la democracia es el objetivo del proceso revolucionario y, paradójicamente, la democracia también es el medio para conseguirlo.”

Jefferson vincula el proceso de reapertura del proceso revolucionario con la participación ciudadana, deliberante y activa, en demarcaciones político-territoriales que la faciliten, como, más adelante, se planteó en la Comuna de Paris. “Ahí, afirmaba, donde cada hombre tome parte en la dirección de su república de distrito, o de algunas de las de nivel superior, y sienta que es partícipe del gobierno de las cosas no solamente un día de elecciones al año, sino cada día; cuando no haya ni un hombre en el Estado que no sea un miembro de sus consejos, mayores o menores, antes se dejará arrancar el corazón del cuerpo que dejarse arrebatar el poder por un César o un Bonaparte”.

“Sin poder, los ideales no se pueden realizar; con poder, rara vez sobreviven”, decía Fidel. Lo que podría explicarnos porqué Jefferson defiende la rebelión periódica contra los gobiernos revolucionarios- democráticos. Nos dice Hardt: “Con el paso del tiempo el proceso revolucionario tiende a retroceder sobre sus pasos”, o bien, puede ocurrir, “que aún cuando un proceso democrático avanza, llega a umbrales que no pueden cruzarse sin la ruptura que genera la rebelión”.

Los procesos constituyentes periódicos son saludables, como afirma Jefferson. Sin embargo, si no tomamos en cuenta sus previsiones nos arriesgamos a tener una constituyente con la representación distribuida como en el Congreso actual. Para que no retornen las prácticas corruptas del pasado, digamos con fuerza: ¡BASTA YA!

Y Ud., distinguido lector, ¿Ya se decidió por él? ¡BASTA YA!.

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