MEMORIAS DE UN VALIENTE SERVIDOR PÚBLICO

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1 de abril de 2023
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12:22 am
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MEMORIAS DE UN VALIENTE SERVIDOR PÚBLICO

Juan Ramón Martínez

Más que el secreto bancario, el peligro para la democracia es el secreto burocrático. La mayoría de los compatriotas, especialmente los que han participado en actos poco constructivos en dirección al fortalecimiento de la nación, por medio de la entrega de los servicios que el gobierno justifica su existencia, se llaman al silencio. Aquí, conocemos muy pocas memorias; y, los informes de las carteras ministeriales, se han abandonado peligrosamente en los últimos años, aumentando la obscuridad e impidiendo que la ciudadanía escrute a los servidores suyos, los valore, los rechace; o los celebre. Por ello, la frase velo de olvido que se pactó en la Asamblea Constituyente de 1980, entre el Partido Liberal y los militares, tiene una complicidad extraordinaria destinada a impedir el conocimiento de la verdad. Ninguno de los actos de los gobiernos que dirigieron bajo sus banderas, ha sido escrutado. Y ni siquiera, los más grandes escándalos, fueron realmente juzgados por la ciudadanía. O judicializados siquiera.  Pero ahora, un atrevido, recoge el telón y nos muestra las entrañas de los gobiernos – en los que el autor participó— en forma valiente, enfatizando en la anatomía de las decisiones importantes, los actores, la forma como se producían las órdenes y quienes fueron los beneficiados de las medidas. El autor es Gustavo Adolfo Alfaro Zelaya, uno de los más longevos servidores públicos, posiblemente el que más tiempo ha servido en cargos gubernamentales en lo que va del siglo XX y el presente siglo XXI. Y el libro es “Tras el Telón”, “Hechos inéditos por mi paso en la administración pública”, y que cubre un largo período, desde el nacimiento del autor, su participación en la vida universitaria, sus luchas en contra de los gobiernos de López Arellano, desde el tres de octubre de 1963, y sus innumerables cargos ministeriales, desempeñados en las administraciones de Suazo Córdova, José Azcona, Callejas, Reina y Carlos Flores en donde se desempeñó como una suerte de primer ministro del gobierno del último gobernante liberal que el país ha tenido.

Muy bien escrito, — a medio caballo entre el lenguaje oral y escrito–, narra en forma ordenada los acontecimientos, señalando los actores, la forma como se tomaron las decisiones; y, señalando en forma precisa, la forma como los grupos de interés han usado y siguen usando, al gobierno para proteger sus intereses económicos y políticos. Por su lectura nos enteramos de muchas cosas que los analistas políticos y estudiosos de la historia política del país, no habíamos sospechado siquiera. E incluso algunos que trascendieron levemente deformados y que Alfaro precisa, aclara y define con enorme precisión. Desafortunadamente, comete un error que dificulta la lectura para los no son contemporáneos de los hechos: no tiene fechas. De modo que los lectores no pueden colocarlos, analizarlos y entenderlos de acuerdo al contexto correspondiente, porque están fuera del tiempo en que ellos vivieron. Es decir que, por esta falla, el material valioso que contiene el libro es de difícil lectura para las nuevas generaciones de compatriotas que más que nosotros, sus contemporáneos, necesitan conocer para desarrollar su conciencia política, y sentir que lo que se narra tiene que ver con ellos y es importante para su vida individual y colectiva. Hay que esperar que una segunda edición del libro, Gustavo Alfaro Zelaya haga las correcciones que correspondan; y, le dé a su libro el carácter histórico que indudablemente requiere de fechas exactas para entender el comportamiento de los actores, en un contexto específico y definido.

El eje principal del libro, permite conocer la transición entre lo que Ramón Oquelí llamó la época de “la soberanía militar” (1963—1980) y los gobiernos civiles, iniciados con el gobierno de Roberto Suazo Córdova. Por ello en esta parte del libro, los gobiernos de Suazo Córdova y Azcona, son enormemente interesantes. Gustavo Alfaro muestra las tensiones, provocadas por la lucha por espacios de poder, entre los militares y los gobernantes civiles. Y en esta dirección, señala las debilidades de Suazo Córdoba, sus creencias animistas, las órdenes que creía que Rodas Alvarado le trasmitía en sueños, su falta de carácter, sus miedos rurales y la fuerza y pasión de los militares que, aunque no habían sido elegidos por el pueblo, pretendieron seguir gobernando al país, tanto por su fuerza real entonces, como por la conciencia de una falsa superioridad con respecto a los políticos civiles. Los hechos que Alfaro Zelaya narra, son sumamente importantes, porque no son únicos de aquellos tiempos. Más bien estamos seguros que se siguen presentando en estos momentos, siendo posible que es posible que, si no se quita el telón, el gobierno seguirá siendo más que un servidor del bien común, un espacio de disputa de los grupos de interés en que están configurados los apetitos individuales de algunos más agresivos compatriotas para los cuales, la nación es una fiesta y, el presupuesto nacional, un botín al cual tienen derecho los más agresivos porque han tomado los controles de la administración pública.

Además, en la lectura de este libro de Gustavo Alfaro nos permite conocer el carácter y el comportamiento de los gobernantes y líderes políticos y militares. El miedo de Suazo Córdova, el orgullo impetuoso de Azcona, el oportunismo de Montoya, la desconfianza de Álvarez Martínez, las urgencias de Callejas, la necesidad de reconocimiento de Carlos Roberto Reina, el cuidado de Carlos Flores por mantenerse flotando sobre la realidad y las posturas de políticos que, en sus participaciones iniciales, asumieron posiciones conservadoras, de derecha que, después abandonaron, como fue el caso de Manuel Zelaya Rosales que desde el Congreso, empezó apoyando las leyes que destruían la reforma agraria y causaban daño a los campesinos. Llamándonos la atención, el comercio de influencias, las tentaciones, los ofrecimientos, desde la empresa privada, para favorecer sus intereses; e, incluso en contra de los de la ciudadanía y del país.

Por supuesto quien escribe un libro, deja sus huellas en el mismo.  Gustavo Alfaro Zelaya siempre ha sido y lo confirma el libro, un hombre con posturas definidas, formación disciplinar y valores éticos que siempre ha defendido. Y dotado de cierto aire de sarcasmo con respecto a los gobernantes que ha servido. Por lo que, es inevitable percibir un aroma de menosprecio en contra de la mayoría de los presidentes a los cuales sirvió como secretario de Estado. En todas las páginas se palpa, se siente el desencanto que siente por los gobernantes que, en momentos, no quieren asumir sus responsabilidades; y pretenden usarlo para lavar los trapos sucios, despedir personas; o cumplir sus deseos de esconder sus debilidades. O el caso de los militares que impidieron el nombramiento de una funcionaria, que siendo nombrada y habiendo incluso celebrado su despedida del cargo, los militares le impidieron que lo asumiera porque había viajado a Cuba con Jorge Arturo Reina, por lo cual “era comunista”. El poder civil entonces, se rindió — en este caso y muchos más probablemente desconocidos por siempre— ante las órdenes militares.

La lectura de este libro es interesante no solo para las nuevas generaciones. También para los que creen que el país empezó el día en que ellos fueron a la escuela primaria por primera vez. O los políticos que se creen impunes y superiores, para que entiendan que su poder es efímero, con tiempo de caducidad; y que, aunque crean que lo que hacen es secreto y que nadie conocerá sus errores e inmoralidades y que por ello nadie los castigara, hay el riesgo cierto que alguien en el futuro, correrá el telón; y los pondrá desnudos ante la dura e implacable opinión pública. En tiempos que ya no podrán defenderse siquiera. Con el riesgo que tengan como subordinado a un hombre como Gustavo Alfaro que, para burlarse de ellos, no resista la tentación de escribir un libro que muestre sus pecados, indecencias y falta de espiritualidad, formación democrática y honradez. Frente a los actos honorables que también ejecutan los servidores públicos hondureños, de cuando en cuando.

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